Dicen que al perder la paciencia perdemos la batalla y yo, que soy un poquito bruta, soy más de rogar paciencia a Dios porque si me da fuerza me pongo a repartir hostia como churros. Todos tenemos una persona, animal o cosa que saca nuestro yo más primitivo, que despierta el lado oscuro, y que nos quita el sueño a la par que aumenta nuestras ganas de matar.

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Con los años mi carácter se ha suavizado pero mi disimulo no, y si antes me conformaba con un pensamiento criminal cada vez que un gilipollas se cruzaba en mi camino, ahora no oculto mi odio. Las caras de oler mierda, los soplidos de hastío vital y algún que otro «tú eres gilipollas o qué coño te pasa» son como armas de destrucción masiva que no dudo en utilizar.

Otra capacidad que he desarrollado y que es digna de un X-Men es la de reconocer a los gilipollas con solo una mirada. Suelen ir en manada para lucirse pero ojo, algunos han interiorizado su gilipollez de tal forma que se comportan como verdaderos payasos en solitario. Normalmente tienen el complejo del pavo real, es decir, cuando les haces caso se motivan y tocan más los huevos. Finalmente cabe añadir que los recientes estudios de la universidad no-me-toques-los-ovarios no han hallado diferencias de género en la tontuna humana, puedes encontrar gilipollas de manual con agujerito o pajarito.

Bien, ya conoces las características básicas de estos especímenes, ahora solo necesitas diferenciarlos si quieres prepararte para el ataque. Hazte una tila –o una cerveza si te calma más– , respira hondo y recuerda, nunca digas «¿se puede ser más gilipollas?» porque muchas personas se lo toman como un reto.

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Al ataquerrrr
  • El que grita en el cine

Las personas molonas –es decir, las puntuales–, solemos llegar 15 minutos antes al cine para coger un par de cajas de palomitas y elegir los mejores asientos. Lo tenemos todo pensado hasta que el imbécil de turno aparece justo cuando empiezan los tráilers, se sienta detrás y grita «me aburro» acompañado de una risa de gilipollas profundo. Tienes tres opciones, la primera es tirarle las palomitas a la cabeza. Descartada, son muy caras. La segunda es ahogarle en los asientos reclinables. Descartada, te echarían del cine. La última es moverte unas filas adelante y mirarle con cara de maldición gitana cuando acabe la película.

Bonus track: el gilipollas que grita en el cine va contigo. En ese caso lo siento, estás jodido, cambia de amigos.

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  • El que se sienta a tu lado en un autobús vacío

Pueden suceder dos cosas, o bien es una persona que necesita compañía -eso es bueno–, o bien un psicópata que busca carne humana para su disfraz a lo Buffalo Bill en el Silencio de los Corderos –eso es malo–. Si te mira fijamente mientras acaricia un cuchillo, tiene un libro con fotos de cadáveres o te cuenta el último amorío del primo segundo de su sobrina huye, estás ante un verdadero Psycho.

Bonus track: el gilipollas que se sienta a tu lado en un autobús vacío analiza con descaro la conversación cerder de WhatsApp que estás teniendo con tu rollete e ignora tus miradas asesinas. En ese caso escribe «hay un gilipollas a mi lado que se cree que no me doy cuenta de que me esta cotilleando el móvil, ¿le ahostio ya o espero a bajar del bus?». Mano de santo.

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Tranquilos, es solo una foto-polla.
  • El que gira de golpe el coche sin poner el intermitente

¿Existe una Delegación General de Tráfico que regala carnets de conducir a los gilipollas o venden modelos de coche rollo Ford Focus Soplapollas o Seat Panda Tocacojones sin intermitentes en el mercado negro? Vamos a ver, no es tan difícil, si empujas la palanquita hacia abajo se ilumina el intermitente izquierdo –todos juntos, ¡iz-quier-do!–, y si la empujas hacia arriba se ilumina el derecho –muy bien, ¡de-re-cho!–. Y no, la excusa de la Pedroche para pasarse el intermitente por el arco del triunfo no sirve.

Bonus track: el gilipollas que gira de golpe el coche sin poner el intermitente se pone farruco cuando casi te das la hostia del siglo por su culpa. ¿Qué hacer? Síguele, espera a que aparque y llénale las ventanillas del coche con post-its. Puedes añadir algún mensaje cariñoso como «de la cárcel se sale pero del cementerio no».

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  • El que te roba la comida

«Marina no comparte la comida», es un hecho. Mi familia lo sabe y mis amigos luchan para asumirlo poco a poco. La ley básica y universal que rige mi vida es que si quieres una pizza tienes que pensarlo antes de pedir una ensalada de acelgas rancias, pero por favor, no me robes ese delicioso manjar con el último trozo de pepperoni que llevo guardando toda la cena para disfrutarlo al final. No miento si digo que más de una vez me han entrado ganas de meter medio puño a lo fisting oral y sacar MI comida a la fuerza, si no la disfruto yo no lo hará nadie.

Bobus track: el gilipollas que te roba la comida se la jala como si fuese la última vieira de una isla desierta y suelta un «pues no estaba muy allá». Muerte y destrucción para él y los suyos.

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  • El que se cree que WeLoversize es Tinder

Amo el amor y me enamora descubrir enamoramientos que nacieron en WeLoversize, pero del enchochamiento al stalkeo solo hay un paso. En una visita guiada por la página web WLS puedes encontrar con supina facilidad al típico gilipipas que mete fichas a nueve tías diferentes en los comentarios de un mismo post a lo «de oca en oca y tiro porque me toca». Todas las colaboradoras son sus favoritas porque él, que es un fucker de la vida –NO–, sabe de buena tinta que nada enamora más a una mujer que un desconocido soltándole el discursito de «nena, tú eres la mejor» –mmm TAMPOCO–.

Bonus track: el gilipollas que se cree que WeLoversize es Tinder y te tacha de puta borde que va de diva cuando pasas de su culo, una especie en extinción –por suerte–.  Si te topas con él huye sin mirar atrás porque lo más probable es que vuelva, eso sí, con un username nuevo.

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No lo olvides, la vida es como una rotonda, nunca sabes por donde te va a salir un gilipollas.