De verdad que yo no sé cómo lo hago. No sé si está en mí el problema o qué es lo que pasa, porque llevo una racha que no es normal.

Lo llamo “racha”, pero en verdad me lleva pasando desde hace un par de años.

Siempre que conozco a un tío, da igual si es por Tinder, en un blabla, en la biblio o en el súper: me dejan plantada, o me hacen ghosting, que no sé qué es peor.

Es que no falla. He rehecho todas los hechos e historias pasadas en mi cabeza y no veo el fallo por mi parte. Se lo he contado a mis amigas, pero dicen que el problema no es mío, y la verdad es que estoy empezando a pensar que no es así.

Para que os hagáis una idea, os voy a contar las dos últimas citas que me han dejado ya KO. He batido mi récord, con dos citas jodidas en una misma semana. Allá va:

Cita uno: Álex.

Llevaba un mes hablando con él. Lo conocí por Tinder, y para mi sorpresa conectamos muy bien. Teníamos muchísimas cosas en común. Gustos, aficiones, todo. La cosa fluía guay y decidí proponerle quedar un martes para tomar algo.

Pues bien, el mismo martes por la mañana le escribo para confirmar hora y sitio y no contesta.

Me lee, pero no contesta. Pasan las horas, y nada. Y como a dos o tres horas antes de la hora en la que le había dicho de quedar, me escribe un tocho supremo por el WhatsApp diciéndome que es mejor que no sigamos conociéndonos, que debe centrarse en su máster y que de seguir conociéndonos supondría una distracción que no se puede permitir (como dando a entender algo así como que acabáramos siendo pareja, no sé).

Yo me quedé a cuadros. Le dije que se había hecho pajas mentales, que yo no le había pedido matrimonio, que solo quería conocerlo más en persona y salir a tomarnos algo.

Aquello no hubo manera de encauzarlo y al final lo mandé a pastar.

Cita dos: Francis.

Estuve hablando con él un par de días, y ni tan mal. Resulta que nos dimos cuenta de que éramos vecinos, vivíamos justo en el bloque de al lado. Así pues, la verdad que después de la experiencia con Álex, decidí no perder mucho más tiempo y le dije de quedar para tomarnos algo por el barrio el viernes.

Cuando llegó el día, a menos de veinte minutos de nuestra cita, Francis me escribió para decirme que por qué no mejor me recogía en su coche y nos íbamos a la playa. Yo le dije muy amablemente que no, que no lo conocía de nada como para montarme con él en su coche y que prefería mejor unas cervezas de forma distendida por el barrio.

Bueno pues el señoro se ofendió. Se ofendió que me lio una, todo indignado, porque no entendía mi respuesta y me dijo que prefería no quedar. Yo, flipando en el momento por el shock, le dije que quizá había malentendido mis palabras o algo, y que no fuese tan radical. Como todo me pilló arreglada a punto de salir de casa, le dije que bajaba un momento a su portal (justo al lado del mío) y que lo hablábamos en persona.

Bajé y llamé a su portero, pero no me contestaba. Le hablé por whatsapp nuevamente y el tío imbécil no salía de su enfado. Que nada, que seguía ofendido y que no quería ni bajar, ni hablar, ni mucho menos tener una cita con alguien así. ¿Pero así cómo, muchacho?

Total, que con las mismas me volví para casa y mi viernes de cita acabó siendo un viernes de vinito y Netflix.

En fin, que he acabado hasta el higo de los tíos. Estoy pensando en quedarme una temporadita sin citas y sin historias, porque de verdad que no puedo más con los hombres. ¿Qué les pasa?

Anónimo.