El día que descubrí una infidelidad gracias a un tatuaje.

(Relato escrito por una colaboradora basado en la historia real de una lectora)

 

Aquello de que las mentiras tienen patas cortas es muy cierto, a veces, por cosas de la vida, tienen más vida de la debida, pero eventualmente todo mentiroso cae, a veces de la manera menos esperada. 

Conocí a mi esposo en una clase de baile ya que andaba en esta onda fitness que tan de moda estaba hace como una década, y que ahora, al menos para mí, ha perdido auge. Lo introduje muy rápido a mi grupo de amigos porque bueno así es el mundo fitness, uno funciona en manadas. Hacíamos senderismo todos juntos, tomábamos clases de varias disciplinas en el gym, hacíamos maratones y cosas por el estilo. Su favorito era el senderismo madrugador, y cada vez que veíamos un amanecer, él dibujaba sus iniciales en el cielo y yo me derretía por él. Me enamoró eso precisamente, su amor por la vida, su pasión por lo mundano, y a menos de un año de conocernos, ya estábamos planeando casarnos.

En esos meses siguientes cambiaron muchas cosas en mi vida, además de lo obvio al convertirme en una mujer casada, una de mis amigas más cercanas, también de mi grupo de ejercicios, se distanció de nosotros, y ¿sabes esa sensación de que algo es personal? ¿De que no es al azar si no que tiene que ver directamente contigo? Bueno, tuve esa sensación desde el principio cuando ella comenzó a excusarse para no compartir más con nosotros, pero como estaba en el séptimo cielo no me enredé demasiado por ello. Sin embargo mi intuición femenina no me había fallado y meses después me la encontré en el cumpleaños de una amiga en común. 

La tía me evitó todo el rato y aunque la estaba pasando bomba, se me antojó muy extraña su actitud, sin embargo había decidido dejarlo pasar, quizás por la misma intuición femenina o porque sabía que sería algo que era mejor no saber… pero el destino tenía otros planes, quizás un ángel de la guardia cuidándome y cuando fui al baño, casualmente ella estaba ahí. Nos saludamos escuetamente pero me fue imposible ignorarla de el todo, y mientras ella se retocaba el maquillaje con prisas a mi lado, vi que tenía un tatuaje en el costado (el vestido que llevaba era bajo, tenía la espalda descubierta) que me resultó muy familiar. Cuando se dio cuenta de que miraba intentó ocultarlo y salir del baño pero la tomé del brazo y se quedó inmóvil, y pude mirar. Un amanecer con sus iniciales justo sobre el sol. Exactamente el mismo tatuaje que tenía mi marido. No mediamos palabra. Yo estaba en shock y ella salió corriendo del baño. 

Cuando le reclamé a mi esposo y después de mucha histeria, admitió que se habían acostado cuando él y yo estábamos comprometidos, que no había sido nada, solo una noche de borrachera, pero ella se había entusiasmado de más. Como si eso lo hiciera medianamente mejor. Esa noche lo eché de la casa, y en la madrugada recibí un mensaje de Instagram de ella, con su versión de los hechos. Había sido un romance real, ambos se habían enamorado, pero ninguno quería hacerme daño y ya que yo había “llegado primero” ella decidió alejarse. 

Esa noche no había tenido intenciones de ir a esa fiesta, estaba saliendo de un resfriado, había trabajado hasta tarde y me apetecía descansar, pero algo, mero instinto de seguro, me había animado a ir. Me alegro de haberme escuchado a mi misma, de lo contrario aún estaría ciega, y no saliendo de firmar los papeles del divorcio.

 

Anónimo

 

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