Venga que la primera vez es un evento desafortunado, la segunda… la segunda ya te hace pensar que tienes un problema, es que soy la misma que en una oportunidad terminó frente a sus suegros con la camisa llena de fluidos, ¿Se acuerdan? Bueno esto fue algo así, pero peor.

Porque los fluidos pueden pasar desapercibidos, o una puede alegar que son otra cosa, jugo de manzana, mocos, que se yo, pero un envoltorio de preservativo es de las cosas más universales del mundo, sin importar la forma, el color o en qué idioma esté, se reconoce a la legua en cualquier parte del mundo. Y bueno ahí estaba yo, muy mona, pavoneándome en una reunión familiar con dicho adorno en mi cabello. 

Mi chico y yo habíamos salido de una de estas faenas en las que me dio más vueltas que una noria, ya me había arreglado anteriormente para la ocasión pero una cosa llevó a otra y bueno… fue no más cuestión de volver a ponerme la ropa y pasarme las manos por el cabello para aplacarlo.

Era el cumpleaños de una de sus tías, y la fiesta era en su casa, saludé a toda su familia, de besito en la mejilla y todo, y me tomé un par de cócteles bien rápido ya que tenía mucha sed por… bueno ya saben por qué. A Dios gracias por el alcohol que ya tenía en mi sistema, porque si no creo que me habría muerto de la vergüenza, y habría salido de esa casa corriendo para no volver jamás. 

Estaba conversando con mi suegra de lo más tranquila, cuando de pronto noto que me está mirando raro, como si no entendiera muy bien lo que le estoy diciendo, y de la nada, a la muy condenada le entra en un ataque de risa.

Obviamente toda la fiesta se volvió a vernos, y yo no más que me quedé ahí riéndome con ella, sin saber qué era lo que nos daba tanta risa. Al menos tuvo la decencia de esperar a que la atención se dispersara de nuevo, y con los ojos llorosos de tanto reírse (para no decir burlarse de mí) me acarició la melena para después muy disimuladamente, ponerme en la mano el envoltorio de preservativo que me había quitado del cabello.

Lo único que me dijo antes de irse aún riendo fue “pero es que niña, tú no tienes remedio”.  Tengo mucha confianza con mi suegra, pero es que eso le da vergüenza a cualquiera. Me lo guardé en el bolsillo con el mismo disimulo y después tuve que admitir que tengo un problema, porque es que cosas así no le pasan a cualquiera, ¿o sí?

Ruego porque ella haya sido la única en darse cuenta, por más que repaso la noche no me parece que nadie más me haya visto con esa cara de “eres una sinvergüenza”.  Sin embargo nunca se sabe, supongo que de ahora en adelante solo me toca ser más precavida.

 

Anónimo.