FOLLAR CON UN FAMOSO NO FUE TAN COOL COMO PARECÍA
La que nunca haya tenido la fantasía sexual de follar con un famoso que tire la primera piedra. No nos vamos a engañar, no fue algo que busqué, pero cuando surgió, no sabía cómo reaccionar.
Era un sábado como cualquier otro, de esos en los que dices que vas a salir de tranquis, que no te vas a liar. Esos, amigas, son los peores, acaban siendo los más locos.
Estábamos celebrando el cumpleaños de un amigo. Después de tomar unas copichuelas y cerrar el bar, nos vinimos arriba y quisimos seguir con la fiesta. El cumpleañero es un influencer en la red social azul del pajarito (vosotras os podéis hacer una idea) y, como tal, pues como os podéis imaginar, tiene algunos que otros privilegios de los que el resto de mortales no podemos disfrutar. Hizo un par de llamadas, lo típico de las pelis, de verdad, surrealista, total que en un ratito estaba un coche recogiéndonos y llevándonos a la puerta de la discoteca.
Como os podréis imaginar, la discoteca tampoco estaba al alcance de todo el mundo. La gente iba de punta en blanco. Nosotras íbamos arregladas, pero tampoco al nivel del resto. Peeeero, como íbamos por lista, no importó. Ahí me di cuenta de lo mucho que puede cambiar una noche dependiendo de con quién vayas.
Nos acompañaron hasta una zona VIP y nos trajeron champán. Pensábamos que estaríamos solas, pero nada más lejos de la realidad, había más grupitos de personas que, con la primera ojeada no reconocí. Al rato, empezamos a reconocer a varias de las personas con las que estábamos compartiendo espacio. Pero nadie se relacionaba con el resto de los grupos. Hasta que nos trajeron una tarta con bengalas para nuestro cumpleañero. Ese fue el punto de inflexión.
No sé si será que el “cumpleaños feliz” une, o que el alcohol hizo estragos, o un poco mezcla de ambas, pero en cinco minutos cambió el ambiente y la manera de relacionarnos en general.
Empezamos a hablar con un grupo en el que reconocía a dos de las personas que estaban, pero, cuál fue mi sorpresa, que al poco rato aparece uno de mis ídolos que venía del baño (en ese momento lo primero que pensé es en que, si se había lavado las manos, sí, estaba muy nerviosa). Cuando nos lo presentaron me hice la longuis, como si no lo conociera.
Estuvimos hablando entre todas y, no os voy a engañar, iba un poco tinky winky, el champán y los cubatas de Jagger con Redbull volaban rápido, así que mi humor ácido hizo efecto. Dio la casualidad de que él también era partícipe de las bromas y me invitó a un cigarro. Salimos a fumar, entre risas, me comió la boca. Me quedé tan pillada que cuando nos despegamos le dije “bueno, ¿por dónde iba?” (ahora lo recuerdo y me doy un poco de vergüencita ajena). Seguimos enrollándonos y la cosa se estaba subiendo de tono así que me invitó a ir a la habitación de hotel que no estaba muy lejos.
Rumbo al hotel, con otro nuevo taxi, llegamos en un suspiro. Ni preliminares ni hostias. Fue directo al grano (aka penetración). Y bastante lamentable en general.
Follar con un famoso no fue tan ‘cool’ como me pensaba
Supongo que me había creado unas expectativas muy altas, joder, era uno de mis ídolos. Pero ni se comunicaba, ni buscaba darme placer, ni na de na. Iba a lo que iba, a correrse él.
La cosa no duró más de quince minutos (lo sé porque al llegar miré el móvil y al terminar fui al baño y también lo miré). Cuando volví a la cama ya estaba acostado y dormido (o haciéndoselo). Supongo que estaba acostumbrado a ligar fácilmente y yo pequé de ser una groupi. Cogí mis cosas, me vestí y me piré. Esta vez sin taxi, en metro como una buena plebeya.
Supongo que esto me ayudó a desmitificar a la gente famosa. Pero me llevé una buena anécdota que contar a mis futuras nietas para que no cometan el mismo error.