Cuando yo era jovencita y estudiaba en la universidad, tuve una temporada en la que me apetecía darme alegrías al cuerpo.

Algo que siempre me ha gustado ha sido «enrollarme» con tíos. Se habla mucho de lo guay que es encontrar un empotrador, lo fantástico que es que te coman la parrusa o lo increíble es que un tío te masturbe bien. A mí me hace el coño agua un hombre que sabe besar. 

El arte de besar está infravalorado, y en mi época universitaria yo descubrí lo excitante que eran los morreos. Disfrutaba comiendo los labios de mis ligues en los bares, acariciándonos inocentemente mientras dejábamos a la imaginación lo que podría pasar después. A veces la cosa iba a más y otras se quedaba en besitos y ya, pero yo estaba satisfecha igualmente.

Cuando conocí a Juan en una discoteca tuve claro que quería ir hasta el final.  Yo estaba pidiendo en la barra y él se acercó a hablar con el «DJ» para pedirle una canción. Entiéndase DJ por el camarero que escoge las canciones de la lista de Spotify.

Juan y yo nos miramos y empezamos a hablar, y a los 15 minutos nos estábamos besando. El chico lo hacía tan bien, que me entraron ganas de descubrir lo que sería capaz de hacer en la cama. 

Le invité a mi casa y acabamos dándolo todo, follando a muerte como críos (que es lo que éramos). Fue una noche increíble y yo tuve varios orgasmos. Al día siguiente él me dio su número y se marchó, aunque seguimos hablando vía WhatsApp durante toda la semana.

Pasaron los días y yo empecé a notar picores ahí abajo y unos granitos. Primero pensé que era por la depilación, pero como no se me pasaba fui al médico. Sí, señoras, me había pegado una ETS. Recalco que habíamos usado condón, pero se ve que del roce cuerpo a cuerpo me había contagiado.

Concretamente la ETS se llamaba «Moluscos Contagiosos»… Que nombre tan bonito, eh. Recuerdo cuando el médico me dio el diagnóstico. Yo pensaba que estaba vacilándome. Y lo peor de todo es que cuando se lo dije al chaval, me soltó algo rollo «Ah sí, te lo he pegado yo, pero no te dije nada para no preocuparte». ¿ESTAMOS LOCOS O QUÉ?

Mis amigas apodaron al chaval «el percebeiro murciano», pero yo le recuerdo como el hijo de putero que me pegó una ETS y que encima luego se puso chulo.

Obviamente no volví a quedar con él y me pasé una temporada MUY LARGA limitando mis encuentros sexuales a los besos. Desde entonces no he vuelto a comer marisco. 

Anónimo

 

Envía tus historias a [email protected]