He conocido a muchos tíos a lo largo de mi vida y por suerte o por desgracia, con alguno de ellos me he acostado. Sin embargo, de todos mis ligues, citas y novios nunca me he quedado con tanta cara de What The Fuck como con Ricardo.

Ricardo era (y supongo que sigue siendo y no ha muerto) un tío muy guapo que conocí en el curro. Él vivía en Madrid, pero estaba en mi ciudad por un cambio de proyecto y se iba a quedar en nuestra sede durante seis meses ni más ni menos. Ay, amigas, seis meses dan para mucho.

Aunque suene superficial, me entró por los ojos. Tenía un pelazo rollo Thor, medía casi dos metros y tenía unos brazos que me podía colgar de ellos para balancearme.

Al principio nuestros intercambios eran de hola-adiós, pero con el tiempo empezamos a coincidir más en el pincho de media mañana y nos hicimos colegas. Me contó que había salido de una relación larga, que estaba un poco perdido en la vida, que quería aprovechar para conocerse mejor a si mismo y divertirse. A mí me pareció genial porque aunque yo no he salido de ninguna relación seria (ni entrado, para ser más exacta), siempre me mola divertirme con un maromazo sexy.

Poco a poco cogimos más confianza y empezamos a salir muy de vez en cuando de fiesta con más gente del curro. Cuando digo muy de vez en cuando es una vez al mes o cada dos meses, para que os hagáis una idea. Sí, sé que os veis venir lo que sucedió… Una de esas noches nos enrollamos muy bestia. La cosa se quedó ahí porque yo iba bastante borrachilla.

La cerveza me arruinó un polvo, pero tenía por seguro que eso no volvería a suceder. La próxima noche de juerga bebí lo justo y suficiente y retomamos lo que dejamos en stand by la otra vez. Empezamos a besarnos contra una columna y a meternos mano como críos. La noche prometía.

Llegamos a mi piso, nos desnudamos y empezamos a darle al tema. No fue el mejor polvo de mi vida, pero lo recuerdo con gracia así que mal no estuvo. Tras mucho esfuerzo conseguí correrme una vez, cosa que para mí es un éxito, y disfruté bastante con sus movimientos y su forma de tocarme, agarrarme y follarme. Entonces, ¿dónde está el follodrama?, os preguntaréis. Sed pacientes, chicas…

El polvo estaba llegando a su fin y yo estaba subida encima de él como una vaquera del Oeste dándolo todo. De repente él empieza a gemir y a respirar fuerte. “Qué bien”, pensé. Pues no.

Justo cuando se iba a correr me apartó con un escueto “quita, quita”, se quitó el condón, se agarró el rabo y se corrió con él apuntando a su boca, tragándose toda la corrida. Yo no podía parar de mirar, como cuando ves un accidente en la calle. No entendía nada. ¿Su lefa tendría propiedades nutritivas como las bayas de goji o la quinoa? ¿Era un superalimento? ¿Desperdicié la oportunidad de ser realfooder? Demasiadas incógnitas que quedarán para siempre en mi mente, porque no fui capaz de preguntarle lo que había pasado.

Nunca más follamos, él se volvió a su ciudad y en mi memoria queda guardado su recuerdo. Para mí siempre será Ricardo, el tío de la corrida teledirigida. 

Resultado de imagen de gif milk

 

Anónimo

 

Envía tus follodramas a [email protected]