Sé que muchas personas habrán flipado en colores al leer este título. Supongo que os sentiréis como Lance Armstrong cuando se entera de que por el mundo hay gente que no sabe montar en bici, o como los vecinos de Guijuelo cuando conocen a alguien que detesta el jamón serrano.

Yo no sabía correrme. Lo había intentado con mis dedos, la alcachofa de la ducha, decenas de ligues y hasta el adorado Satysfier. Nada funcionaba con mi clítoris. El succionador hasta me generaba molestias y a los 30 segundos quería parar.

En realidad sí que me excitaba. Cuando conocí a un tío que me atraía intelectual o físicamente, mi garbancillo daba saltos de alegría y en mis bragas se desataba un tsunami. El problema es que por mucha estimulación, froti-froti, comiditas de almeja o penetración, yo nunca terminaba. Era tan frustrante que a los 24 años me resigné y pensé “pues mira chica, algunas personas están hechas para correrse, pero tú no”. Dejé de intentarlo y empecé a fingir orgasmos o directamente a pasar de echar un polvete.

Resultado de imagen de orgasm

Los años pasaron y al cumplir 29 tacos conocí a un tío fantástico. Recuerdo que la noche en la que nos conocimos nos pasamos hablando horas de TODO, y cuando digo todo también incluyo mis problemas sexuales. Le conté lo que me pasaba. Igual os parece una locura, pero me dio esa sensación de confianza y comodidad que sólo sientes tres veces contadas en la vida. Él me escucho, me apoyó y no salió corriendo ni dijo ninguna machirulada tipo “eso es porque no te han echado un buen polvo”. Fue de agradecer.

Empezamos a hablar más a menudo y acabamos saliendo. Mi autoestima empezó a subir como la espuma y me di cuenta de que no tenía que renunciar a los orgasmos, así que busqué en Internet y pedí cita con una sexóloga de mi ciudad.

Ahora han pasado 10 meses y me siento completamente diferente.

Respondiendo a la duda que muchas os estaréis haciendo: sí, he logrado correrme. ¿Cómo? A base de autoconocimiento y quitándome de encima prejuicios, miedos y mucha desinformación sobre la sexualidad.

Resultado de imagen de ask help

Mi experiencia con una psicóloga especializada en terapia sexual ha sido inmejorable. Poco a poco he aprendido técnicas para mejorar mi vida sexual, pero en mi caso los problemas orgásmicos eran un reflejo de los líos y rayadas que tenía en mi cabeza. He aprendido a conectar con mi cuerpo muchísimo mejor, no sólo a nivel íntimo, sino en todos los sentidos. Me siento más segura de mi físico, y también he descubierto muchas cosas sobre mí misma que jamás me había replanteado. Psicológicamente soy otra.

Con esto os quiero decir que pidáis ayuda profesional. No sintáis vergüenza y si os animáis a ir a un sexólogo, no os guardéis ningún secreto. Contadlo todo, abriros completamente y trabajad, porque al final el profesional te da las herramientas, pero eres tú quien las tiene que poner en práctica.

Anónimo