Tania se enamoró de aquel chico de melena nada más conocerle. Él, que tenía mucha labia, le hizo un encanto lleno de palabras bonitas y detalles románticos que avergonzarían a cualquiera pero que, en aquel entonces, hicieron que Tania se derritiera todavía más.

No tardaron mucho en hacerse novios formalmente, y tan solo algo más de 3 meses en empezar a compartir cama y demás espacios a diario, eso si, en el piso que ella compartía cerca de dónde estudiaba.

Al principio, todo era perfecto, las horas que pasaban juntos les parecían pocas y en el terreno sexual todo iba como la seda. Cierto es que para Tania era su primera pareja, asíque tampoco tenía mucha experiencia y todo le parecía novedoso. Muchas veces se preguntaba si realmente estaba a la altura de su chico, que ya había estado con muchas chicas antes de conquistarla a ella.

No hacía mucho que Tania había perdido la virginidad, y no tenía un recuerdo muy agradable de esa experiencia, así que para ella, él era el indicado para realmente descubrir el sexo desde el amor y el respeto por el otro.

La primera noche que se acostaron todo fue bien y para ella supuso cambiar la idea de esa primera vez desastrosa.

Lo que vino después fueron encuentros sexuales con poco amor o ninguno en los que Tania no era capaz de sentir excitación, o eso le parecía. Tampoco creía que fuese capaz de hacer sentir placer a su pareja, por lo que si su autoestima ya no es que estuviera por las nubes, esto no le ayudaba en absoluto.

Se limitaban a hacer lo que él quería, lo que a él le apetecía en cada momento, pero nunca le preguntó qué era lo que ella necesitaba. Vamos, que terminó creyendo que era asexual y que no era capaz de hacer sentir placer a su pareja aunque lo quería mucho y eso le preocupaba demasiado. Sus inseguridades estaban más al descubierto que nunca.

Su pareja siempre hablaba de lo que le gustaría probar en el terreno sexual y entre todas las cosas que proponía siempre salía a la palestra la idea de hacer un trío. Con otra mujer, claro está, como buen «macho alfa», ya que la mente abierta la tenía solo para ciertas cosas.

El caso es que a Tania la idea le aterraba, el simple hecho de imaginar a su pareja con otra persona en la cama le revolvía el estómago, asíque intentaba pasar de largo hasta la siguiente vez que saliera el tema. La última vez que él se lo propuso le dijo que vale, que buscara a alguien que mereciera la pena pero que no fuese de su misma ciudad.

Le dijo que si como quién entra en una oficina y da los buenos días sin ver ni siquiera cuánta gente hay dentro. Lo dijo por decir, para que no se lo propusiera más, para que le dijera que en el fondo no quería y que solo quería estar con ella. Le dijo que si queriendo decir que no. Otro de los grandes errores que como humanidad tendremos que aprender a resolver…pero eso ya es otro tema.

Al día siguiente ya tenía a la chica ideal, la había buscado en alguna aplicación para citas, o eso decía él, pero vaya, que ya la tenía. Verónica. Y podrían verse el siguiente fin de semana. Así de rápido, sin poder pensárselo mucho, como si ya supiese que esta vez ella diría que si, como si ya la tuviese escondida en un armario cual futbolista esperando en el banquillo para salir a jugar.

Y allí fueron. El fin de semana, en una pensión que la propia Verónica había reservado para los 3.

Allí empezaron los besos, los tocamientos…Tania no podía soportar ver cómo su pareja besaba a otra persona, cómo la tocaba, el placer que le hacía sentir, las caras que ponía cuando ella le practicaba sexo oral… Verónica sin embargo se acercaba más a ella, y aunque no le hacía ninguna gracia, Tania se dejaba hacer, por complacer a su pareja.

Allí terminaron los 3, más bien los 2, porque una vez más ella no había disfrutado. Al contrario, había sido la peor experiencia de su vida ver cómo otra mujer hacía disfrutar a su pareja más que ella.

Al llegar a casa se sentía realmente repugnante, como si no mereciese estar con esa persona.

Y no se equivocaba…pero por suerte, lo descubrió bastante tiempo después.

 

Kerasi