El día que me convertí en mamá, viví una auténtica pesadilla.

Sé que es normal que las mujeres experimentemos dolor al momento de dar a luz, hasta lo esperamos, pero ni mis más salvajes suposiciones (y vaya que mi imaginación había estado volando alto por los nervios) estuvieron siquiera cerca de lo que en realidad sucedió…

Existe incluso una película que relata algo parecido a la que sin duda fue la peor experiencia de mi vida.

Siempre fui muy sana y no me habían operado nunca, ni siquiera había estado hospitalizada en mi vida. Cuando la doctora me dijo que mi bebe debía nacer por cesárea, estaba nerviosa, pero a medida que el embarazo avanzaba, y me encontraba desesperada porque esa etapa terminaba y conocería a mi bebé, los nervios fueron mermando.

Para la mañana de mi cirugía estaba incluso emocionada. Al momento de sentarme en la mesa de operaciones y que el anestesiólogo metiera la enorme aguja en mi columna vertebral, seguía de un humor increíble: había tenido un embarazo difícil y estaba feliz de que terminara.

Sentí todo lo que el anestesiólogo me dijo que sentiría: náuseas, como la parte de abajo de mi cuerpo se entumecería y por los primeros minutos todo marchó bien, pero en cuanto los doctores empezaron a trabajar en mí, la pesadilla comenzó.

Un dolor agudo me atravesó cuando me insertaron la sonda.

Si tuviera que compararlo con algo, sería que metieron un tubo de metal con toda la fuerza posible en mis genitales: dolió como la m#erda, pero recuerdo haber pensado que la anestesia aún no había hecho efecto del todo y que pronto lo haría.

No lo hizo.

Lo que sucedió después de eso sería difícil de explicar. Sentía dolor, más del que podría describir y era como si me estuvieran arrancando los órganos, comencé a aullar y recuerdo escuchar que la enfermera decía que yo estaba nerviosa: no lo estaba, o lo había estado hasta que sentí que me cortaban y quemaban la piel en carne viva.

Les pedí que pararan. Deseé morirme. El recuerdo es borroso, pero en algún punto, según lo que me contó mi doctora después, mis quejidos fueron tales que decidieron dormirme por completo.

Tengo un leve recuerdo al despertar, de darme cuenta de que había mucho que no recordaba: tenía tinta en mis manos y no tenía idea de cómo había sucedido, había un papel con mi firma que no me era en absoluto familiar, días después vi en mi teléfono mensajes enviados que no recordaba haber escrito.

Varias personas me dijeron que habíamos conversado y yo simplemente no lo recordaba. La explicación de mis médicos es que reaccioné mal a la anestesia.

No recuerdo el momento exacto en el que nació el bebé, y quizás por eso lo siento un poco ajeno, como si no fuese mío, y estoy segura además de que presento estrés post traumático. Solo recordar aquello, me llega la bilis a la garganta, me cuesta dormir las pocas veces que tengo la oportunidad, y tengo pesadillas al respecto.

No creo que tenga otro hijo, y estoy completamente segura de que nunca más volveré a operarme.

Anónimo.