Polvo, retortijón y bikini perdido

Esta historia se cuenta por sí sola.

Hace ya años, en mi adolescencia, empecé a salir con un chico justo al inicio del verano. Los dos veraneábamos en la costa, así que fue inevitable que una de nuestras primeras citas fuera en la playa. Llevábamos poco tiempo juntos y todavía no nos habíamos acostado. Así que teníamos las hormonas revolucionadas y no parábamos de calentarnos con mensajes subidísimos de tono sobre lo que nos íbamos a hacer en cuanto tuviéramos la ocasión. 

Tanto se caldeó la cosa que, el día que por fin quedamos para ir a la playa los dos solos nos pusimos cachondísimos jugando y metiéndonos mano en el agua. Con la excusa de que era menos descarado que fuera en la toalla, llegamos a punto que, para que se me entienda, se podría considerar preliminares (aunque no me gusta usar el término porque tooodo forma parte del acto en sí mismo). 

bikini

El caso es que, cuando volvimos a la arena nos era muy difícil quedarnos como si tal cosa. Así que él, que conocía mejor aquella zona, me dijo de escondernos en unas dunas lo suficientemente profundas como para poder hacerlo sin que se nos viera. Y eso hicimos. En un principio, no estuve muy por la labor de quitarme la parte de abajo del bikini. Más que nada, por si aparecía gente y teníamos que disimular, que no me pillasen con todo el tema al aire. Así que se me ocurrió echar la braga a un lado, lo suficiente para hacer un hueco a su pene. Pero claro, era incómodo de narices para ambos, así que me las acabé quitando. 

A los pocos minutos de estar follando, oímos a lo lejos que se acercaba alguien. No solo oíamos las pisadas, sino como una especie de quejido, casi gemido, de una mujer. No sé cómo pasó, pero, en cuestión de segundos, en la cavidad de la duna contigua, ¡teníamos a una mujer haciendo caca!

bikini

La pobre tenía que estar malísima porque casi que gritó y todo y no paraba de tirarse pedos. Intentamos reaccionar lo más rápida y sigilosamente. Lo cual no era fácil porque estábamos completamente desconcertados porque:

1) Nos habían cortado el rollo por completo en pleno polvo y

2) Teníamos a escasos metros a una señora haciendo de vientre, con todo lo que eso implicaba a nivel olfativo y sonoro. 

Fue tal el susto y la necesidad de salir corriendo de allí que, adivinad qué me dejé por el camino. Sí, queridas mías, el bikini, iba con el culo al aire. Menos mal que este chico se conocía bien la zona y me dejó en un sitio medio escondida en lo que fue hasta nuestra sombrilla a por mis pantalones y una toalla para podérmelo poner más a gusto. No era precisamente una playa nudista ni yo, con 18 años, estaba en el mood, la verdad.

Suerte que al día siguiente su casa se quedó sola y pudimos rematar la faena, pero imaginad que nuestro primer encuentro sexual estuvo marcado para siempre con el atrezzo de una diarrea anónima con efectos especiales.

 

Ele Mandarina