¿Por qué me tiene que pasar a mí? ¿Por qué me tiro pedos mientras duermo? Yo no sé si soy la única persona sincera de mi entorno, o soy a la única a la que le pasa. Pero mira, que nadie me cuente que se tira pedos mientras duerme me hace sentir muy sola e incomprendida.

He leído en mil sitios que es algo normal y que además mientras dormimos nos pueden ocurrir una variedad de cosas: Nos dan espasmitos, algunas personas mastican o rozan los dientes, otras personas hablan o cantan, otras se excitan sexualmente, movemos más los ojos, comemos insectos sin darnos cuenta o nos tiramos pedos.

Yo no sé si como moscas cuando duermo pero lo que tengo claro es que me tiro pedos. ¿Por qué lo tengo claro? ¡Porque me despierto con mis propios pedos! ¿Creías que despertarse con un ronquido propio es cómico? Pues imagínate que estás durmiendo con tu pareja, se echa un pedo, da un bote en la cama y empieza a mirar alrededor pensando “¿Dónde está? ¡Se me ha caído! ¿Dónde lo he dejado?”

A mí no me importa tirarme pedos si duermo sola pero ¿Tú sabes lo que es tirarle un cuesco a quemarropa a un chico que estás conociendo desde hace 1 mes? ¿Durante cuantos meses crees que me hacen a mí la cucharita?

Es una condición que me acompaña desde hace años y creo que sé por qué es. Mira, de media, suelo tirarme 10 pedos al día y todo correcto. Pero si paso el día con un chico, pues oye, qué quieres que te diga, yo intento absorber los pedos y guardarlos para cuando sea el momento. ¿Qué sucede? Que lo que tenga que pasar, va a pasar y los pedos tienen una fecha límite de despacho. Si le cierro las puertas a un pedo a las 14h, te aseguro que durante el día intentará salir y durante todas las horas que yo sea consciente, pelearé contra el pedo para que no me deje en mal lugar. Pero claro, cuando me duermo, el control sobre mi cuerpo es casi inexistente y todos los pedos con los que he batallado durante el día, se acercan a la ventanilla para pedir su ticket de salida.

Durante mis meses de soltería, mi relación con mis pedos era muy tóxica. Si ya es complicado muchas veces sentirse sexy y poder disfrutar de tu cuerpo de una manera libre, imagínate con qué ganas te metes a la cama con alguien sabiendo que en cuanto te quedes dormida le vas a gasear el cuarto. He llegado a pasar 3 noches seguidas durmiendo 2 horas para evitar dedicar chuscos a nadie. Era agotador.

Hace años conocí a un chico muy ordenado y muy pudoroso y nada… la primera noche que dormimos juntos no pude evitar dormirme y descorché. Me desperté asustada y el chico estaba mirándome con los ojos muy abiertos y con una mano en la boca. Yo me disculpé de mil maneras pero él no salía de su asombro. Me pidió que no se repitiera “Esto mata la magia y el sex appeal” Me dijo. Yo le dije que lo intentaría pero ¿Cómo coño lo voy a evitar? ¿Qué crees? ¿Qué me los tiro queriendo?

El caso, que si pretendía que durmiera con un corcho en el ojete lo tenía claro.

Mira: unos roncan, otros se empalman y yo me chusco ¡Es lo que hay!

Aprendí a disimular mis escapes de mil maneras: Tosía para intentar disimular el sonido, intentaba evacuar pedos antes de dormir de una manera discreta o me hacía la dormida para no tener que disculparme y poder hacer cómo que no había pasado nada. Vivía con ansiedad el momento de compartir una noche con un chico por primera vez, porque sabía lo que iba a pasar. Empecé a evitar dormir con los chicos que conocía y aunque se hiciera tarde siempre acababa marchándome a dormir a mi casa.

Hasta que un día di con un chico que se quedó dormido en 5 minutos y al de 10 minutos ya se había tirado el primer cuesco. Yo me giré, le miré y el pobre se había despertado y estaba con cara de avergonzado.

¡Fue amor a primer pedo!

Nos empezamos a reír juntos, le conté que a mí también me solía pasar. Él me dijo que le llevaba pasando años e intercambiamos un montón de historias por las cuales nos habían tratado como auténticos cochinos sólo por echarnos un par de metanitos.
Normalizamos la situación e hicimos un pacto para que los dos pudiéramos estar tranquilos mientras dormimos “Los pedos que vean la luz mientras dormimos, no han existido”. Al de pocos meses le regalé una taza que decía “Me gusta hasta cuando te tiras un peo durmiendo” y dos años después, ninguno de los dos nos despertamos apurados cuando se nos caen los pedos al dormir.

Él me sigue haciendo la cucharita cómo el primer día y yo sigo pegándome a su espalda intentando rascar todo el calor posible.

M.Arbinaga