He empezado a pensar que quizá sí soy pa’tanto. Me explico. Últimamente hay una cosa super extraña que me pasa cuando me visto, me pinto el morro y me miro al espejo. Me empiezan a brillar los ojos, se me forma una mueca en la boca como de media sonrisa y se me dispara como un tick nervioso en forma de beso. Y sin poder remediarlo grito: ¿QUIÉN ME CREO YO PARA IR ASÍ DE GUAPA?

Maquíllate PARA TI

Yo siempre he sido de las que baja la mirada ante los reflejos. De las que se estira las camisetas para que no se le peguen a la tripa. Del club del cojín barriguero. Soy de las que ha creído toda la vida que la belleza estaba en el interior y me consolaba con eso. Pero resulta que últimamente como si de una urticaria alérgica incontrolable se tratara, me salen: guiños de ojo a mi retrovisor cuando voy conduciendo, mordidas de mi labio inferior en los espejos de los ascensores, contoneo descontrolado de caderas en los probadores. Y yo ya no sé qué hacer.

He leído por ahí que son los primeros síntomas de algo llamado “amor propio”. Pero a mí eso me da mazo yuyu. Porque nadie me ha hablado de ello. No sé si se trate más de una enfermedad rara y yo me estoy aquí dejando llevar. Pero ¿qué le hago? ¿Cómo freno estas ganas de comerme el mundo y lo que no es el mundo? ¿Qué hago para detener mi deseo de bailar en bolas por mi casa con Yo era Ateo a todo trapo? ¿Cómo se vive con la idea de que quizá sí soy pa’tanto?

Lo más curioso es que sigo viéndome en el reflejo. Sí, sí. Me veo. Sé cuánto ocupo y lo calva que me estoy quedando. Como se arrugan mis ojos o las manchas de mis mejillas. Me veo. No ha cambiado nada.

Lo que ha pasado es que han aparecido un montón de cosas nuevas que, entre nosotras, me están dando un calorcito como en la zona del corazón que más de una vez he confundido con un infarto sin tener yo nada para que me den (al contrario de la creencia popular debido a mi gordura). Sigo estando ahí, exactamente igual que antes pero ahora me da por elevar la mirada, el mentón e intentar seducirme. Ya sabes, mientras se calienta el agua de la ducha que te miras, te observas en el espejo. Pues ahora, en lugar de regodearme en los salientes de mi cuerpo, acaricio mi piel como si fuera el terciopelo más cotizado del planeta. Soy seda y l  ana a la vez. Es una cosa alucinante: me siento sensual y no quiero deshabitar mi cuerpo nunca más.

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En fin. Que mientras escribo esto estoy pensando en la paz que me da darme los buenos días llamándome preciosa frente a los suspiros acompañados de palabras como desastre de antes. Yo no sé si sea el principio del fin, pero es como cuando deje de tomar lactosa, ahora me siento más ligera y todo lo afronto de mejor humor. Aunque no entienda muy bien cómo he llegado hasta aquí voy a procurar no hablar muy alto para no espantar esta comodidad que siento de andar en mi piel. Madre mía, quizá sí soy pa’tanto.

@tengoquenayque

Foto de portada: Polina Kovaleva