Bueno, no sé muy bien ni cómo empezar porque es la primera vez que os escribo, pero os leo desde que tengo dieciséis años. En realidad esto es como una especie de folladrama de los que publicáis, pero adaptado a lo que le puede pasar a un chico de mi edad.

Tengo dieciocho años, me vine de mi pueblo a vivir a Madrid hace meses para empezar la carrera, soy un niño de mamá y no os voy a mentir que lo de vivir lejos de ella en una gran ciudad me está costando más de lo que me gustaría, pero la verdad es que en el fondo no hay tanto drama y voy dos veces al mes a verla.

El caso es que a parte de la universidad me he apuntado también a una escuela de música porque yo toco el violín y no quería dejarlo de lado por culpa de cambiar de ciudad y empezar una nueva vida. Así que fue lo primero que hice nada más llegar, buscar una escuela en la que tener algo que me mantuviera atado, aunque fuera un poquito, a algo que me gusta hacer y hace que se me olvide un poco el mundo.

En la escuela siempre veía a un chico que me gustaba bastante, me llamaba mucho la atención, pero es que yo soy muy tímido (y cuando digo muy tímido es muy tímido). Él tocaba la batería, así que nunca íbamos juntos, pero nos cruzábamos por los pasillos. Nunca llegamos a hablar ni nada, porque vamos, no sé él, pero yo no me atrevía ni un poquito. Hasta el otro día que casi me da un infarto al corazón.

Pasó como en las películas, de verdad os los digo. Estaba yo en una sala solo tocando el violín, practicando para una audición que tenía la próxima semana, estaba en mi mundo, fundido con violín, como siempre que lo toco, se me olvida todo y no soy consciente de nada ni nadie. Pues el caso es que termino de tocar y oigo que alguien está aplaudiendo, me giro y era él. Mirad, en las películas se miran y se quieren y esas cosas que pasan, yo me atraganté con mi propia saliva, me puse rojo como un tomate y me quedé clavado al suelo como el hasta de una bandera. Me quería morir, de verdad.

Me preguntó que cuánto tiempo llevaba tocando el violín y le contesté algo como ‘doceños’. Se rió y me dijo que no había entendido nada y ya pues puse de mi parte aunque fuera para vocalizar y le dije ‘doce años’ con todas las letras. Entonces él empezó a hablar muchísimo, yo no me enteraba muy bien ni de qué hablaba, pero supongo que de música y de percusión. Yo lo único que quería era salir corriendo de aquella habitación sin mirar atrás y no volver nunca más.

El caso es que me pongo a recoger sistemáticamente mis cosas, a guardar el violín en su funda, el arco y esas cosas, me dirijo a salir de allí para poder respirar algo y él se viene detrás y sigue hablando sin parar y sin parar y yo pues solo me quería morir un poquito la verdad.

Sale fuera conmigo, me abraza y me dice que si entonces nos veíamos al día siguiente al salir de clase en el bar de enfrente de la escuela, ‘es una cita’, me dice. Os prometo que yo no hablé, es que no dije nada, estaba el solo como una moto diciéndome cosas que no podía ni entender. De verdad, espero que me entendáis, tengo 18 años, soy gay, vengo de un pueblo, nunca he tenido ninguna relación amorosa de ningún tipo y soy MUY tímido.

Pues nada, en lugar de reaccionar y decirle algo del tipo ‘mañana me viene mal, no puedo’, cojo con todo mi arte y le digo un escueto y susurrado ‘vale’ a media voz. Mira, me caigo fatal, de verdad os lo digo, tengo tantas ganas de coger seguridad y confianza en mi mismo que no me aguanto, supongo que por eso os leo siempre.

Me sonrió muy bonito cuando se fue, de eso me acuerdo perfectamente, porque es que es tan guapo que de verdad os moriríais todas, es súper bello os lo prometo. Pues el caso es que yo pensaba que me iba a traumar y que iba a llorar y a tener ansiedad y esas cosas que me pasan a mí. Pero no, la verdad es que para nada, solo estaba muy emocionado. No sé, como que tenía ilusión, estuve toda la tarde sonriendo y sintiéndome bien conmigo mismo. Sensación totalmente nueva y abrumante para mí.

Esa noche me dormí con una sonrisa en la cara, me desperté feliz, me puse música y empecé mi día con más ganas que nunca. Ya conforme se iba acercando la hora la cosa ya me hacía menos gracia, ya me daban minitaquicardias aleatorias y temía muchísimo que pasaran los minutos. Toqué fatal, no di pie con bola y para cuando se fue a acabar la clase yo ya estaba que no estaba, qué mal lo pasé de verdad.

Como arrastrado por la inercia y las ganas de vomitar salí de la escuela y crucé la calle, dispuesto a entrar a aquel bar, a afrontarme como la persona adulta que soy a mi primera cita. Y ahora es cuando entra la parte del drama, la cual a vosotras os hace gracia y a mí también, pero en el momento que la viví pues casi me quiero morir y el chiste no se lo veía por ninguna parte.

Llegué y estaba sentado con un señor en la mesa, me llamó y me pidió que me acercara. Yo lo hice lentamente, a lo que me suelta ‘es mi padre, que es un pesado y se quiere asegurar de que no seas ningún acosador’. Me quedé con cara de piedra, el hombre me tendió la mano para estrechársela y yo me quedé paralizado. No sabía qué decir. Me preguntó cuántos años tenía, le dije que 18 y me dijo que David (ahí me enteré de cómo se llamaba) tenía 16, que por eso había venido él a supervisar un poco, que era muy pequeño y que no se terminaba de fiar de que saliera con chicos mayores que él.

Yo estaba en shock, de verdad que sí. El padre se levantó y se fue, nos dejó solos. Mirad, yo no sé vosotras, pero es que a mí que en mi primera cita con el chico guapo de los pasillos me abarcara su padre desde la mesa, pues yo no sé gestionarlo, aprenderé estoy seguro, pero de momento no sé. Me quedé sentado, escuchando a David de fondo parlotear, me pidió mi número, mi cuenta de Insta y hasta casi el DNI, se lo di todo, pero no estaba cómodo. No estaba cómo nivel: me levanté y me fui a los 10 minutos sin decir nada.

Llegué a mi casa y me caí fatal, me puse a llorar, llamé a mi madre y claro, la voz de la experiencia me tranquilizó. ‘Hijo, no es el fin del mundo, tú piensa en todo lo que has conseguido tú solito, esto ha sido casualidad, seguro que a David le gustas mucho, solo te ha pillado desprevenido…’ y muchísimo más blablabla que a mí me devolvió a la vida.

Y es que tiene razón, he logrado muchísimo, jolin. He tenido una primera cita. ¿Ha sido un desastre? Sí, pero mira, la he tenido. Además David me ha escrito a insta pidiéndome perdón por lo de su padre, me ha dicho que me promete que cuando nos volvamos a ver no vendrá, o sea, que ha dado por sentado que nos volveremos a ver.

Sé que esto es una pequeña batalla de chico de dieciocho años que en realidad parece que tiene doce, pero estoy súper orgulloso de mí mismo y leeros a todas vosotras cada día me impulsa a ser más valiente cada día. Así que gracias, de verdad. Espero que no os riáis mucho de mí, aunque también entiendo que soy un poco de chiste.

 

Anónimo

 

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