Jugando con la ley. Cap 12:

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    Ilenia on #243439

    Prólogo https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley/
    Capitulo 1: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-2/
    Capitulo 2: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-2-una-no-oferta-y-una-fantasia/
    Capitulo 3: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-3-un-sirope-y-escalofrios/
    Capítulo 4: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-4-control-de-alcoholemia-y-el-salto-del-tigre/
    Capítulo 5: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-5-un-deseo-desvelado-y-ojos-dilatados/
    Capítulo 6: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-6-un-hombre-de-champions-league-y-ajustar-cuentas/
    Capitulo 7: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-7-una-orden-y-un-limite/
    Capítulo 8: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-8-un-trago-de-cerveza-y-una-detencion/
    Capítulo 9: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-9-una-risita-y-una-noche-divertida/
    Capítulo 10: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-10-una-pared-fria-y-sospechas-confirmadas/
    Capítulo 11: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-11-mayday-mayday-houston-tenemos-un-problema/
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    Capítulo 12:

    Vuelvo a ser hetero. Cuando abrí la puerta y lo vi con el uniforme miles de cosas se me pasaron por la cabeza y ninguna buena. Estaba serio, me miraba con una expresión que no conseguía descifrar, parecía ser una mezcla entre preocupación y desconcierto. Intentó que nos fuéramos a otra parte, pero le aclaré que mis padres no estaban y tardarían en llegar.

    Salimos a la piscina y en cuanto vi las tumbonas me arrastró hasta una de ellas. Se tumbó y abrió los brazos invitándome a que tumbara con él. Una sonrisa tímida escapó de mis labios, al ver que no aceptaba su ofrecimiento, por vergüenza más que nada, agarró mis manos y me tumbó junto a él. Apoyé la cara en su pecho y me rodeó por la cintura con sus brazos. Dejé escapar un largo suspiro. Aquello sí que era tranquilidad.
    – ¿Estás bien? –me miró a los ojos a la vez que cogía mi mano izquierda con la suya y la acariciaba. El corazón me dio un vuelco ante su contacto tan suave y cariñoso, me podría haber derretido en ese instante.
    Haciendo un tremendo esfuerzo le conté lo que había pasado, pero para que entendiera porque me dolía tanto, acabé contándole todo el calvario que había sido mi vida familiar desde la muerte de mi hermano. Me esforcé tanto por no llorar que no pude acabar de hablar por el nudo que se me había formado en el estómago, no podría haber pronunciado una palabra más sin derrumbarme.
    –Ojalá hubiese estado aquí–alcé la cabeza para mirarlo. Rompí la poca distancia que había entre nuestros labios y lo besé, fue un beso cálido y tierno.
    –Ahora lo estás–me apretó más contra su pecho, me dejé hacer y cerré los ojos disfrutando de la tranquilidad que me transmitía.
    –Te ves tan frágil como aquella noche. En cuanto te vi, entendí que debía que protegerte.
    –Por eso me perseguiste como un loco–dije irónicamente. Intentando que mi corazón no hiciera hincapié en sus palabras.
    –No me refiero a esa noche–no entendía nada de lo que decía. Esa noche en el callejón fue la primera que nos vimos, me acordaría si un hombre tan imponente como él se hubiese puesto con anterioridad en mi camino, aunque solo hubiese sido un segundo.
    –La noche que murió tu hermano. Todos iban de un lado a otro, había sido un accidente bastante grave. Tenía intención de ayudar, pero entonces te vi, abrazada al cuerpo sin vida de tu hermano, tan frágil y sola–fue él, recordaba que un policía me había ayudado a levantarme del suelo y me había abrazado, pero apenas vi su cara.
    –Fuiste tú quien me abrazó–susurré. Todo parecía tan surrealista e imposible de creer. Cogió mi rostro con las dos manos y limpió mis lágrimas.
    –Por favor, no llores–dijo dándome un beso en la mejilla. Cerré los ojos y sentí sus caricias. –En cuanto te giraste y te vi, supe que eras tú, te habría reconocido entre un millón.
    – ¿Por qué? –quizás mi pregunta era demasiado atrevida, pero a esas alturas… de perdidos al rio.
    –No lo sé, pero podríamos averiguarlo–me miró con una sonrisa amplia y acercó sus labios a los míos, solo fue un simple roce cariñoso. Apretó un poco más pidiéndome que abriera la boca para él, su lengua invadió mi boca siendo suave e insinuante. Sabía cómo transportarme a otro lugar mucho más bonito y acogedor. Rodeé su cuello con mis brazos y lo acerqué a mi todo lo que pude, él me rodeó la cintura y me apretó contra su pecho. Inconscientemente cerré los ojos dejándome llevar por sus caricias.
    Dejé de sentir sus manos y su boca sobre mi cuerpo, me sentí vacía y abrí los ojos para ver qué pasaba. Él me miraba con una sonrisa, consiguió sacarme los colores, me daba vergüenza que hubiese estado observando mi cara de orgasmo. Me sentí incluso un poco ridícula, quise bajarme de su cuerpo, pero no me lo permitió, me retuvo contra su pecho y me obligó a mirarlo a los ojos.
    –Eres preciosa–susurró. Acarició mis mejillas y acercó mi rostro al suyo para culminar con un tierno beso.
    –Gracias–si hubiese tenido un espejo delante me hubiera dado miedo al ser consciente de que como le miraba.
    –¿Por qué?
    –Por estar aquí. No tendrías por qué, pero has venido sin dudarlo ni un segundo, gracias–dejé escapar un hondo suspiro y apoyé la frente contra la suya.
    –Me gusta estar aquí y…–lo vi vacilar. Me aparté un poco para observarle detenidamente, desde que nos conocíamos esa era la primera vez que lo vi inseguro.
    –¿Qué? –le di suaves y cortos besos por la frente, bajé por su mejilla derecha hasta llegar a sus labios donde dejé otro beso igual de suave que los demás. Mi intención era transmitirle tranquilidad y confianza para decir lo que quisiera, aunque por un segundo se me pasó por la cabeza que quizás confundiera mis besos con un intento de seducción. Chica… nunca has seducido a un hombre ¿Verdad?
    –Me gustaría seguir estando.
    –Y a mí.
    –El único– levantó mi barbilla con dos dedos y me miró directamente a los ojos, como si con su mirada quisiera dar mayor credibilidad a sus palabras. No hubiera hecho falta que tocara mi pecho para darse cuenta de que mi corazón latía desbocado, lo tendría que estar escuchando.
    –¿Tú que crees? –Cogí su mano y la puse en mi pecho, la reacción de mi corazón era mil veces mejor respuesta que cualquier palabra que se hubiese podido llevar el viento.

    Salí del baño después de refrescarme un poco la cara. Me sentía envuelta en llamas.
    Ahí estaba él esperando recostado sobre la pared. Se había recolocado perfectamente el uniforme, aunque se había dejado un par de botones desabrochados y se había remangado los brazos de la camisa hasta los codos. Al verle con esa pinta mis partes íntimas latieron con fuerza, fue en ese preciso instante en el que me di cuenta de que nunca dejaría de desearle.
    – ¿Por qué no me enseñas esta enorme casa?
    Después de la cocina y la sala de estar, lo llevé hacía el despacho de mi padre.
    –Ahí dentro solo hay libros y bocetos de nuevos diseños.
    –Enséñamelo–abrí la puerta y después de mucho tiempo volví a pisar el suelo de aquella habitación. Una oleada de recuerdos me golpeó. Miré hacía el escritorio y recordé como mi hermano y yo cuando éramos pequeños habíamos pasado miles de horas allí con mi padre dibujando bocetos, creyendo que le ayudábamos en su trabajo, lo hacíamos con toda la ilusión del mundo y nos esforzábamos tanto que en unas cuantas ocasiones mi padre en su taller, hizo realidad nuestros bocetos, lo más sorprendente fue que se vendieron muy pronto y a muy buen precio. Ese era uno de los principales motivos por los que me mi padre deseaba que trabajara en la empresa con él, estaba convencido de que tenía un gran talento que debía explotar lo antes posible.
    Decidí salir de allí lo antes posible, no quería comenzar a llorar de nuevo. Sus brazos me rodearon por detrás, apretando mi espalda contra su pecho, apoyando su cabeza en mi hombro. Acarició mi estómago con sus manos siendo muy cuidadoso, sentí un hormigueo recorrer toda mi espina dorsal. Sus caricias me daban tranquilidad.
    –Si entrar en ciertos lugares se te hace complicado, no tienes porque hacerlo ahora. Puede ser cualquier otro día, antes de que te acabes aburriendo de mí–esbozó una sonrisa burlona e intentó hacerme cosquillas en la barriga, pero me revolví en sus brazos para evitarlo.
    –Me gusta demasiado como te queda el uniforme como para aburrirme–me di la vuelta para poder mirarlo y sonreírle con picardía.
    –Tengo otros uniformes que no has visto–me besó con cuidado, rozando sus labios con los míos, sabía cómo seducirme y lo estaba haciendo muy bien.
    –Queda mucha casa por ver–dije en sus labios intentando sonar inocente. Él sonrió y me dio un último beso antes de dejarme continuar con la guía.
    Subimos las escaleras hacía el segundo piso. Me paré en seco, no sabía por dónde empezar, todas las habitaciones de ese piso tenían demasiados recuerdos dolorosos. El estudio de mi madre, el cuarto de mi hermano, el de mis padres, al que también hacía años que tampoco entraba. El único sitio en el que me sentía bien en aquella casa era mi cuarto, era el único lugar que seguía considerando mío después de todo.
    Me costaría, pero quería hacerlo, pensaba que también me podría servir de terapia. Aspiré la mayor cantidad de aire posible y me encaminé hacía la habitación de mi hermano. Entramos y me senté en la cama mientras él observó la habitación por completo, parándose a ver las fotos del corcho, me miró y volvió a centrarse en las fotos.
    –Se parece mucho a ti, tenéis los mismos rasgos de la cara y los ojos son exactamente los mismos–sonreí ante su comentario, no era la primera persona que apreciaba nuestro parecido.
    –Sí, somos una mezcla de mi padre y mi madre, aunque yo me parezco un poco más a ella–dije sonriendo con nostalgia–Mi padre es increíblemente guapo, según dice, de joven las chicas hacían cola para salir con él. Cuando quiere puede ser muy fanfarrón. Mi madre tiene algo en la mirada que te atrapa, además de unos labios impresionantes. Cuando era más pequeña creo haber presenciado alguna escena de celos por parte de mi padre, pero no lo recuerdo muy bien.
    –Hablas de tu madre con mucha admiración–me quedé callada. Claro que la admiraba. A pesar de todo siempre sería para mí la mujer más increíble del mundo. No solo por su belleza exterior, la cual era envidiable, también la consideré siempre una mujer muy interesante a nivel intelectual, solo había que echar un vistazo a sus cuadros para querer saber más de ella.

    Unos minutos más tarde, cuando él decidió que ya había visto suficiente salimos de la habitación. Cerré la puerta y nos dirigimos a mi cuarto. Intenté pasar de largo por la puerta del estudio de mi madre, pero él se dio cuenta y preguntó qué había allí.
    –Ese es el estudio de mi madre. Mi hermano y yo pasábamos horas pintando con ella, pero tras el accidente no permite que nadie entre en él, de hecho… La relación con mi madre es más complicada de lo que te he contado–antes en la piscina le había comentado que nuestra familia se distanció tras la muerte de Raúl, pero no había profundizado en que esa separación consistía en ser despreciada por mi madre.
    –Cuéntamela–dijo cogiendo mi mano derecha. Estaba tan cerca que parecíamos uno. Su cercanía me ponía bastante nerviosa, me hacía temblar, nublaba mis pensamientos, tuve que concentrarme para recordar lo que acababa de decirme.
    –Es una historia muy larga–no quería aburrirlo con mis problemas familiares. Al final iba a acabar pensando que era una chica inestable con un sinfín de problemas emocionales.
    –Tenemos mucho tiempo–dijo con paciencia. Me sentí bastante emocionada y a la vez desconcertada por su interés.
    Fuimos a mi cuarto y nos sentamos en la cama, me tomó algunos segundos concentrarme en todo lo que estaba a punto de contarle.
    De vez en cuando dejaba de hablar para respirar hondamente y controlar los nervios que se apoderaban de mí, Daniel en ningún momento suspiró exasperado o hizo mueca alguna de estar aburrido de mis problemas, esperó paciente en todo momento, escuchándome atentamente sin dejar de acariciarme la espalda. Antes de comenzar a hablar mi cabeza no paraba de repetirme lo incomodo que sería todo aquello, pero sin saber muy el motivo, no era así, al contrario de lo que pensaba, me sentí liberada. También hubo un momento en el que pensé que sí después de destapar todos mis traumas familiares quería que nos siguiéramos viendo no debía dejarle escapar por nada del mundo.
    Acabé de contarle toda la situación que llevaba viviendo desde aquel fatídico día el cual no hacía falta explicarle, pues estuvo allí. Al principio se mantuvo callado, cosa que no me gustó, seguro estaría pensando en lo que se estaba metiendo al mezclarse conmigo.
    –Mi abuelo siempre me decía que no hay mal que dure cien años y que el tiempo lo cura todo. No creo que la muerte de un hijo se cure, pero tendrá que aprender a vivir con ello y cuando lo haga recordará que tiene una hija maravillosa que siempre necesitará una madre–Cásate conmigo.
    –Gracias por escucharme–no pude evitar que la voz me temblara en la última palabra, intenté relajarme mirando para otro lado, pero él no me lo permitió, cogió mi rostro con sus dos manos y me obligo a mirarle.
    –No te reprimas–susurró en mis labios.
    Escuché la puerta principal abrirse, el embrujo de los labios de Daniel se esfumó y el pánico me inundó, no deseaba que lo vieran allí, me puse en pie y comencé a moverme de un lado a otro pensando cómo sacarlo de allí sin que ellos le vieran.
    Él parecía muy tranquilo, incluso parecía divertirle la situación, si le hubiese contado que la última vez que mi padre encontró a un chico en mi habitación lo sacó a patadas, se lo borraría esa sonrisa divertida de los labios, y eso que no estábamos haciendo nada, solo preparábamos un trabajo de biología, pero mi padre era un poco paranoico con ese tipo de cosas, era como si nadie estuviera a la altura para salir con sus hijos. Se enfadó tanto conmigo que mi madre tuvo que hablar con él para hacerle comprender que estaba siendo muy injusto, pero no fue hasta que mi hermano confirmó mi testimonio de que tan solo era un amigo no se acercó a mí a pedirme disculpas, disculpas que mi orgullo y enfado no me permitieron aceptar, estuvimos al menos tres semanas sin hablarnos.

    –Tienes que irte, no te pueden ver aquí–intenté bajar el tono lo máximo posible para que dos personas que estaban en la planta inferior no me escucharan. Eres tan lista.
    –Tranquila. Saldré por la ventana–lo dijo con una naturalidad que me descoló, como si la ventana no estuviera a más de veinte metros del suelo.
    – ¿Por la ventana? Ni hablar, es peligroso–
    –Confía en mí, se lo que hago –Me dio un casto beso en los labios y se dirigía hacía la ventana y con una habilidad que me impresionó salió fuera, pareciese que estaba andando por un suelo totalmente llano, no con un pie en la ventana y otro en el árbol de al lado. Se giró hacía mí y bromeo con que perdía el equilibrio, yo me asusté, pero al ver que era una broma, lo fulminé con la mirada, él sin embargo reía a carcajadas.
    Estuve atenta a todos sus movimientos, no fue hasta que puso ambos pies en terreno firme que me pude relajar. Se giró hacía mí y me lanzó un beso antes de marcharse. Había sido un poco estúpido por mi parte pensar que Daniel tendría algún problema para bajar, incluso yo años atrás lo había hecho para escaparme de casa a alguna fiesta porque estaba castigada o directamente no me dejaban ir. También era cierto que en el noventa por ciento de las ocasiones tenía la ayuda de mi hermano ya que era rara la vez que no nos escapábamos juntos. Subir era muchísimo más complicado que bajar. Alguna vez ya con los brazos cansados por intentar trepar por la cuerda de sabanas que hacíamos, entrabamos por la puerta principal, yo creyéndome “Catwoman” pero al final nos pillaban.
    En una ocasión en la que me escapé sola, al regresar intenté trepar por la cuerda, pero cuando apenas había subido un metro me encontré a mi padre mirándome, me asusté tanto que resbalé y di con el culo en el suelo, se acercó a mí e irónicamente me dijo: ¿Te ayudo? Como castigo no me dejó entrar por la puerta principal, me dijo que o conseguía entrar por donde había salido o esa noche dormiría en la calle. Estaba muy enfadado, pero se quedó justo debajo de mí por si volvía a resbalar. Conseguí subir a la primera, le miré y guiñé un ojo, pero al ver su mirada fulminante, entendí que no era momento de vacilar, cerré rápidamente la ventana y me acosté sabiendo que por la mañana nadie me libraría de una buena reprimenda, y así fue.

    Me dejé caer encima de la cama, había sido un día demasiado intenso para mí, pero a pesar de todo, y me daba miedo confesar aquello, que él viniera hizo que todo lo malo desapareciera.
    Solo cuando mi barriga se quejó me di cuenta del hambre que tenía. Eran más de las dos de la madrugada, a esas horas solía estar durmiendo no fantaseando como una adolescente.
    Bajé a la cocina para prepararme un sándwich. Allí estaba mi padre con una botella de agua recién sacada del frigorífico. Había algo en su rostro y en su mirada que me hacían sospechar que estaba bastante contento, feliz me atrevería a decir.
    – ¿Qué tal la barbacoa? –me preguntó nada más verme bajar por las escaleras. Obviamente no iba a darle detalles de todo lo que había pasado, no quería darle dolores de cabeza, menos viendo lo feliz que parecía estar.
    –Ha estado bien, hacía tiempo que no hacía algo así–en realidad no le estaba mintiendo. La barbacoa había sido entretenida hasta que esos dos indeseables lo estropearon todo. Lo que, si fue nuevo para mí, fue tener sexo en la casa de mis padres, y eso no era algo que le fuera a contar con una sonrisa en el rostro.
    – ¿Tú cena como ha ido? –pregunté sin mirarlo, intentando sonar lo más indiferente posible, aunque en verdad la curiosidad me picaba bastante.
    –Bien–se limitó a decir, lo miré un poco desconcertada. Por su sonrisa pude adivinar que había ido mejor que bien, pero no iba a darme ningún detalle.
    –No estoy muy seguro de que deba decirte esto, pero hemos hablado de ti, no puedo decirte nada más, simplemente que seas paciente–me quedé totalmente descolocada. No podía soltar aquella bomba y pretender que no le preguntara nada más.
    –No puedes decirme algo así para después no decirme nada.
    –Lo siento Alejandra, no me corresponde a mí–sin más se largó. No podía soltar una bomba de ese calibre y después marcharse. Era casi cruel, ¿Qué se suponía que debía esperar? Empezaba a llevar mejor la situación, incluso había comprendido que no debía esperar nada mi madre y venía él a removérmelo todo de nuevo, a crearme unas mínimas esperanzas que con el tiempo lo único que me provocarían serian dolor. Se me quitó hasta el hambre, guardé el sándwich que me había preparado mientras hablaba con mi padre y me marché a mi cuarto.
    Fue bastante complicado, pero me juré que no le daría importancia a aquello hasta que el día indicado llegara. Me sentía muy bien conmigo misma, mi relación con mis amigos era genial, me divertía y aunque quisiera dejarlo para el último lugar, no era lo menos importante, tenía una especie de relación sexual de la que gozaba como nunca en mi vida con un hombre impresionante que me volvía loca y pensaba seguir disfrutando de todo aquello sin permitir que fantasmas del pasado lo estropearan.

    No fue muy inteligente por mi parte pensar que el momento íntimo que habíamos vivido Daniel y yo al contarle el calvario que había sido mi vida los dos últimos años nos uniría más. Había pasado una semana desde la última vez que nos vimos y no había sabido nada de él, ni tan solo un triste mensaje. Tú tienes dedos, también puedes escribir mensajes. No me atrevía a hacerlo por si le molestaba o pensaba que era una pesada que no podía estar sin él unos cuantos días. Había momentos en los que olvidaba que no era mi pareja, me era un poco complicado entender que podías tener otro tipo de intimidad con una persona con una persona con la que simplemente te acostabas porque nunca antes me había pasado algo similar. Empezaba a comprender que él era con el único hombre de verdad con el que había estado. Compararle a él con mis antiguos amantes era dejar al resto a la altura del betún. También temía que después de él no considerara a ninguno lo suficientemente bueno, pero eso era algo que nunca diría en voz alta y muchos a Daniel, no iba a incrementar su ego.

    Pero sin duda eso no era lo peor, no echaba de menos compartir una noche salvaje con él, bueno… eso también, pero sin duda lo que extrañaba era estar sentada con él y charlar tranquilamente, pero no solo de mí, quería conocerle a nivel personal, saber que le gustaba hacer, como era su relación familiar, sus sueños, en fin, todo ese tipo de cosas que supuestamente no deberían importarme ¿Te das cuenta de qué empiezas a hablar como una tonta enamorada?

    Cuando me daba cuenta de que llevaba horas tumbada en mi cama pensando y fantaseando con él, agitaba con fuerza la cabeza e intentaba pensar en otras cosas, inmediatamente venía a mi cabeza la conversación con mi padre, pero como tampoco quería pensar en eso, volvía a agitar la cabeza y el siguiente tema en mi guía eran mis amigos, en especial María y Álvaro, a pesar de todo no había olvidado lo que vi mientras partía la tarta. Me hubiera encantado picarla un poco con el tema, pero a los dos días de la barbacoa quedamos las tres para ir a la playa y nos contó que las cosas con mi amigo se habían puesto muy feas. Cada uno se fue al piso que compartían por su lado, pero cuando ambos se encontraron tuvieron una discusión muy fuerte en la que se dijeron cosas muy duras que María no quiso repetir. Lo último que supe fue que no se dirigían la palabra ni para discutir, lo que me hacía entender que en esa ocasión la pelea era de verdad y que no la solucionarían teniendo sexo y dejando pasar de largo el tema, si ambos no ponían de su parte al final lo que fuera que tuvieran dejaría de ser divertido para convertirse en algo muy toxico de lo que sería mejor huir.
    Bajé a desayunar como todas las mañanas y quedé muy sorprendida con el desayuno de reyes que había preparado mi padre, se había esmerado en la decoración. En un plato había tostadas y al lado mantequilla y dos tipos de mermelada, supuse que sería porque yo era adicta a la mermelada de fresa y mi madre a la de melocotón, pero ahí no acababa la cosa, también había hecho gofres con chocolate, había preparado tres copas de macedonia y un rico olor a café inundó mis fosas nasales. Debía estar muy contento para haberse tomado tanta molestia, era cierto que siempre preparaba buenos desayunos, pero nunca tan elaborados. No me iba a quejar, estaba encantada y con la boca echa agua, apenas sabía por dónde empezar. El gofre de chocolate, el gofre de chocolate.
    Hubo algo que llamó especialmente mi atención, esa mañana mi madre no se fue, se sirvió unas tostadas y una taza café y se sentó en el taburete de la esquina de la isla. Normalmente se iba salvo en ocasiones en las que mi padre con la mirada o un gesto con la mano le pedía que se quedara, algunas veces se quedaba y otras le ignoraba.

    Si por un pequeño instante se me hubiera pasado por la cabeza que esa mañana iba a pasar lo que iba a pasar, no habría abierto la boca, pero así era yo, cuando las cosas estaban calmadas, me veía en la obligación de agitar el gallinero. Quizás me faltaban unos cuantos tornillos o me iba demasiado la marcha, más de lo que debería por mi propio bien. Eres tonta, no le des más vueltas.
    –Estoy conociendo a alguien–de perdidos al río. Mi padre casi se ahoga con el café, mi madre alzó una milésima de segundo la mirada, pero después volvió a lo suyo como si nadie hubiese dicho nada. Mi padre seguía tosiendo, ya había olvidado lo exagerado y sobreprotector que se volvía con esos temas, probablemente no debería haber abierto la boca, pero no pude contenerme.
    – ¿Por qué? Quiero decir ¿Cómo? ¿Cuándo? –y así estuvo durante un par de minutos, montando un drama por nada, decidí ignorarle y tomar mi desayuno tranquilamente hasta que le se acabaran las preguntas ridículas. No estaba mal tener un desayuno entretenido pero mi padre estaba siendo muy exagerado, parecía que le iba a dar un ataque al corazón, solo le había dicho que estaba conociendo a alguien, no que me fuera a casar o que estuviera embarazada ¿Seguiría pensado que era virgen? No lo creía… seguro que sí, ese hombre no cambiaría nunca.
    – ¿Vas a contestar? –dijo sacándome de mi trance. Parecía enfadado.
    –Se llama Daniel y es policía, nos conocimos…–no era buena idea contarle a mi padre como nos conocimos, lo acabaría rematando.
    –En el cine, íbamos a ver la misma película y bueno… comenzamos a hablar–no sabía muy bien que inventarme, aquello parecía sacado de un libro, tendría que volver mi imaginación un poco más realista. Mi madre tosió y mi padre la miró de reojo, después volvió su vista hacía mí y parecía más enfadado
    –Me estas mintiendo–afirmó. Me quedé muda. Miré a mi madre que seguía enfrascada en el periódico y después a mi padre ¿Qué diablos acababa de ocurrir?
    –No te estoy mintiendo–dije intentando hacerme la ofendida. Mi madre volvió a toser, no me lo podía creer.
    – ¿Quieres un vasito de agua Elisabeth? –por supuesto no obtuve respuesta.
    – ¿Cuántos años tiene? –me di cuenta de que mi padre me iba a someter a un interrogatorio.
    –Veintisiete–para mí era una edad normal, pero a mi padre casi le llega la boca al suelo.
    – ¡Es muy mayor para ti!
    –No es para tanto–dije tamborileando los dedos contra la isla en señal de nerviosismo. Era en momentos como esos en los que deseaba tener a mano un rollo de cinta aislante y taparle la boca con ella.
    –Quiero conocerle. Que venga a casa el sábado–ordenó firmemente. Esa vez fue a mí a quien se le calló la boca al suelo. Daniel y yo apenas llevábamos un mes y medio con nuestros encuentros, no éramos pareja, ¿Cómo diablos iban a pedirle que conociera a mi padre? Iba a pensar que estaba loca y quería tenderle una trampa para que me jurara amor eterno, ¡Yo no quería que me jurara amor eterno! Bueno, bueno…
    Intenté negarme por activa y por pasiva, pero mi padre no dio su brazo a torcer, sabía cómo era cuando adoptaba una actitud terca, me haría la vida imposible si le desobedecía.
    Definitivamente el karma me estaba castigando por mi mala conducta, en el fondo, muy en el fondo, sabía que me lo merecía, pero no estaba preparada para abordar ese tema con Daniel, no sabía ni por dónde empezar. También pudiera ser que estuviera exagerando y no le pareciera tan mal, es decir, llevábamos un mes y medio viéndonos, se podría decir que éramos amigos con privilegios, algunos de mis amigos conocían a mi padre, ¿Por qué él no podía ser uno de ellos? Quizás estaba reaccionando así porque para mí conocer a sus padres sí me parecía una locura, más que nada porque yo era un poco paranoica y me agobiaba con facilidad, pero Daniel no era así, éramos polos opuestos.

    Me pasé toda la tarde con el teléfono en la mano dando vueltas por mi habitación, buscando las palabras más inocentes posibles para comunicarle la noticia sin que se sobresaltara demasiado.
    Por un lado, estaba contenta porque era una excusa perfecta para vernos y poder hablar, no se lo iba a decir por teléfono, quería hacerlo en persona para poder ver en primera persona su reacción, de verdad me daba curiosidad ver su cara y la forma de comportarse, si de repente se generaría tensión entre ambos o podríamos seguir teniendo una conversación tranquila dejando el tema de lado.
    Por fin saqué valor, lo llamé y le pedí vernos en el parque donde nos dimos nuestro primer beso, en un principio me dijo que tenía la tarde ajetreada pero que en sus dos horas libres podría escaparse.
    Cuando llegué al parque él aún no había llegado por lo que me senté en uno de los bancos a esperar, deseaba que llegara cuanto antes para dejar de pensar en aquello, ya le comenzaba a dar una importancia de asunto de Estado y no era para tanto o al menos esperaba que él lo viera así.

    Le vi bajar del coche oficial y dirigirse hacía mí, encima venía uniformado, con lo nerviosa que estaba y lo atractivo que se veía me iba a costar la vida armar una frase inteligente y así fue, repetí tantas veces que mi intención nunca fue que mi padre le quisiera conocer, que llegó un momento en el que me sentí muy estúpida.
    –¿Por qué te agobias tanto? –parecía muy tranquilo, incluso divertido.
    –No me agobio–la pregunta no era por qué me agobiaba yo, sino por qué no se agobiaba él, parecía que no hubiese escuchado nada de lo que le había dicho.
    –¿Ah no? En cuanto me has visto has comenzado a hablar sin control, ni siquiera me has dejado saludarte en condiciones–se acercó a mí y con ambos brazos me rodeó por la cintura atrayéndome hacía su cuerpo, rodeé su cuello y me besó, fue tan tierno que creí que me iba a derretir. –Hola.
    –Hola–mi voz apenas fue un susurro en sus labios, casi había olvidado porque estábamos allí.
    –Llevaré una botella de vino–me aparté un poco para poder mirarle a los ojos. Me alegraba que viera tan normal conocer a mi padre, pero por otro lado no lo entendía. Para mí ese acto era un modo de dar formalidad a una relación que no teníamos, pero si a él no le importaba no le daría más vueltas.
    –No pensaba que fueras a tomártelo así.
    –Bueno, espero que tú también te lo tomes bien cuando vayamos a comer con mis padres.
    –¿Qué? –me quedé totalmente estática rogando haber escuchado mal.
    –Es lo justo–le miré fijamente en busca de una señal que me diera a entender que se trataba de una broma, pero sonreía abiertamente como si fuera totalmente enserio y no una broma de mal gusto.
    –Es tu modo de vengarte de mí–le acusé intentado separarme de su cuerpo, pero no me lo permitió. Si de verdad no le hubiese molestado tener que conocer a mi padre no me pagaría con la misma moneda o al menos ese era el razonamiento al que mi cabeza no demasiado sana había llegado.
    –No es una venganza, pero me parece lo justo, ya sabes que me va la justicia–señaló su uniforme y me guiñó un ojo.
    –No te preocupes, solo iremos a comer y nos iremos. No eres la única con una relación especial con sus padres. No te van a dar mucha importancia.
    –Eres consciente de que eso no es ningún consuelo, ¿verdad? –rio y me abrazó. Decidí relajarme en sus brazos y no darle demasiada importancia a su comentario, pero lo cierto era que, aunque no lo reconociera me había ofendido un poco.
    Estuvimos hablando hasta que no le quedó más remedio que volver al trabajo. Según me dijo esa semana le tocaba estar en comisaria atendiendo denuncias. Parecía bastante amargado cuando le tocaba trabajo de ese tipo.

    No quería encerrarme en la casa tan pronto e hice unas cuantas llamadas en busca de compañía con la que pasar el resto de la tarde, pero fue misión imposible, algunos estaban ocupados y otros directamente no atendieron mi llamada por lo que no me quedó más remedio que rendirme y encerrarme en mi habitación. Por un momento pensé en abrir el ordenador y continuar mi historia, pero no sabía muy bien por donde seguir. Había pensado en hacer que mi protagonista escribiera un libro. ¡Oh!, que original eres.

    Me llegó un mensaje al móvil de Daniel. Me había enviado una imagen de él a punto de enviarle un mensaje a su madre en el que le decía que el fin de semana siguiente iría a comer a casa y llevaría compañía. Casi me caigo de culo cuando lo vi. Le encantaba perturbar mi tranquilidad. Sería mejor que no empezara a jugar pesado, yo también sabía hacerlo y tenía un padre neurótico que me ayudaría a ponerle los nervios a flor de piel en tan solo unos días.
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    ¡Hola jugadoras!
    Muchas gracias a todos los que habéis dejado vuestro comentario. No os imagináis lo feliz que me hacéis cada vez que veo un comentario nuevo.
    Instagram: https://www.instagram.com/ilenia_autora/
    ¡Nos leemos!

    Responder
    Ilenia
    Invitado
    Ilenia on #243443

    Se me pasó el titulo del capítulo.
    Capítulo 12: el pasado y una tos tonta.

    Responder
    Roberta
    Invitado
    Roberta on #243451

    ………………………… ¡Qué preciosidad! ………………………… Roby

    Responder
    MarSoñadora
    Invitado
    MarSoñadora on #244468

    El toque de la madre con la tos ha sido muy bueno jajaja Estoy deseando que vuelvan a tener una relación más de madre-hija

    Responder
    Silviosa
    Invitado
    Silviosa on #244485

    Me tienes enganchada con la historia!! Sobre todo me gusta que relates tantas facetas de la vida de Alejandra detalladamente, como su familia y sus amigos, y no solo la historia con el policía… Resulta mucho mas interesante, aunque por supuesto según voy leyendo me pregunto todo el rato cuándo aparecerá él… jejeje

    Aunque no escriba comentario en todos los capítulos (me parece que hasta ahora solamente lo había hecho en uno al principio), entro a menudo a ver si has subido capítulo nuevo y me lo leo en cuanto puedo! Sigue así! :)

    Responder
    Jus
    Invitado
    Jus on #244923

    Esperando el siguente, estoy muy muy enganchada. Gracias!

    Responder
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