Marcos y Lucía: capítulo 11

Inicio Foros Querido Diario Relatos Marcos y Lucía: capítulo 11

  • Autor
    Entradas
  • Moetsi
    Invitado
    Moetsi on #207974

    Marcos se acostumbró a salir a buscarme al mediodía y me recibía siempre con un beso de esos que a mí me hacían sonrojar y al mismo tiempo tanto me gustaban.
    Por las tardes comenzamos a leer el libro que mis amigas le habían regalado en su cumpleaños, El Ocho de Katherine Neville.
    Una historia de misterio e intriga que enganchó mucho más a Marcos que a mí, pero que seguí con el único interés de escuchar su voz contándome todas las cosas que le apasionaban de aquella novela.
    El sábado él salió con Alberto y yo tuve mi noche de chicas, tenía que ponerlas al día, solo había pasado una semana desde su cumpleaños, y no tenían ni idea de todo lo que había sucedido entre nosotros.

    -Entonces ¿estais juntos?- preguntó Marta con una sonrisa en la cara.
    -No me he parado a pensar cómo definirlo, pero si, supongo que eso es lo que hacemos, estar juntos.
    -Pero… ¿juntos, juntos?- insistió Elena con guasa.
    -Acaba de decirlo- respondió Susana mientras se llevaba la copa de vino a la boca.
    -Me refiero a juntos de follar ¡que hay que explicártelo todo!

    Creí que la pobre Susana se ahogaba con el vino cuando la escuchó.

    -No voy a responder a eso.
    -No tienes que hacerlo ¡tu cara roja como un tomate y tu sonrisa te delatan!

    Elena puso una canción de Rihanna y la bailó realizando gestos obscenos que horrorizaron a Susana mientras Marta y yo no dejamos de reir a carcajadas.

    Come here, rude boy boy. Can you get it up?
    Come here, rude boy boy. Is you big enough?
    Take it, take it. Baby, baby
    Take it, take it. Love me, love me
    Tonight I’m a let you be the captain
    Tonight I’m a let you do your thing
    Tonight I’m a let you be a rider
    Giddy up, giddy up, giddy up babe
    Do you like it boy?
    I wa-wa-want what you wa-wa-want
    Give it to me, baby like boom boom boom
    What I wa-wa-want is what you wa-wa-want

    El domingo Marcos pasó el día en la parcela con su familia, y yo aproveché a visitar a mis padres por la mañana.
    Al parecer Eva, tal y como suponía, le había comentado a mi madre que me veía con alguien y al primer indicio de lo que se preveía como una charla de las que no quería escuchar, salí de allí tan rápido como había entrado con una excusa tonta, no sin antes fulminar a Eva con la mirada.
    Por la tarde preparé algunas cosas para la comida de la semana, aún enfadada y sintiéndome un poco triste por haberme marchado así de casa de mis padres.
    Marcos había quedado en pasar por casa al regresar de la parcela, recibí un mensaje suyo al mismo tiempo que miraba el reloj, deseando que llegase la hora de verle.

    “Esta noche no podré ir a verte, volveremos tarde. Mi cuñado se va de viaje y tengo que llevar a Rocío y a Dani a casa. Te echo de menos. ¿Qué tal ha ido con tus padres?”

    Me entristecí aún más, necesitaba un abrazo suyo en aquel momento, pero respondí sin decirle nada, no quería hacerle sentir mal, ya bastante tenía con sentirme yo así.

    “No ha ido, he tardado 5 minutos en salir de allí. Eva es una bocazas, la odio. ¿Existe algo parecido al divorcio entre hijos y padres? Porque quiero pedirlo. Yo también te echo de menos ¡Suerte mañana!”

    Al día siguiente pasamos el ratito del café charlando sobre cómo había ido su primer día en la academia y el resto de la semana avanzó entre lectura, conversaciones y besos.
    El viernes se nos hizo tarde terminando de leer el libro y Marcos me llevó a casa en coche, insistió en acompañarme hasta el rellano de la escalera y varios minutos después tuve que arrastrarle de nuevo hasta la puerta o llegaría tarde para cerrar el bar, se giró para besarme una vez más y mientras lo hacía, mi vecina Toñi apareció de la nada, con la bolsa de basura en una mano y el gato en la otra.
    -Luci, este fin de semana viene Luis, puedes quedarte con él?- dijo señalando al gato.
    -Claro, si quieres lo recojo cuando venga de trabajar.
    -Gracias reina, mañana hablamos, que ahora te veo ocupada- dijo guiñando un ojo.
    Miró a Marcos de arriba abajo con los ojos y la boca abiertos mientras desaparecía por las escaleras, intentando contener la risa.

    -¿Tu vecina la cuarentona?- Preguntó divertido, recordando el comentario de mi hermana.
    -Si, y esa bola de pelos que lleva en los brazos es Stark, el gato más bueno del mundo.
    -¿Podrá quedarse solo unas horas?
    -Si, claro ¿por qué?
    -Porque mañana quiero invitarte a cenar y antes de que digas nada, no, no podemos quedarnos aquí, ya va siendo hora de que tú y yo salgamos una noche.
    -Está bien, puedes traerte algo de ropa y pasar el fin de semana aquí, si te apetece.
    -Claro que me apetece, el problema es que una vez que entre, no voy a querer salir.

    El sábado después de comer, Toñi vino a casa para dejarme a Stark y todas sus pertenencias.

    -¿Seguro que no te importa quedarte con él esta noche? Puedo dejarlo encerrado en la cocina.
    -No digas tonterías, está más que acostumbrado a estar conmigo y a mí me gusta tenerlo aquí, podrá pasearse tranquilo por toda la casa.
    -Ya nena, pero tu hoy tienes una cita y ¡menuda cita! Casi se me desencaja la mandíbula anoche cuando le vi.
    -Pues empieza a acostumbrarte, porque le verás a menudo. Y de verdad, no te preocupes por Stark, prometo cuidar bien de él.
    -De eso no tengo dudas, siempre lo haces ¡eres un sol! Espero que esta noche también cuiden bien de ti, ya me entiendes- dijo riendo con gesto pícaro.
    -Lo mismo digo- reí- dale recuerdos a Luis de mi parte.

    Pasé la tarde un poco nerviosa por aquella cita, era la primera vez que salíamos juntos y solos, como una pareja.
    Me duché, me arreglé el pelo, me maquillé y saqué toda la ropa que tenía en el armario, que era mucha, intentando decidir qué ponerme.
    Al final me decanté por unos botines marrones, vaqueros desgastados, camisa blanca y una chaqueta de punto grueso en color mostaza.
    Marcos había quedado en recogerme sobre las ocho y media, pero llegó un poco antes de la hora y yo aún no estaba preparada.
    Abrí la puerta con un vestido deportivo de algodón, de esos que parecían una camiseta larga, literalmente no llevaba nada más puesto y sonreí pensando que si hubiese llevado ropa interior, se me habría caído allí mismo al ver a Marcos.
    Traía una mochila colgada al hombro, llevaba vaqueros y jersey gris oscuro, unas zapatillas de vestir negras y la cazadora de cuero que tanto me gustaba.
    ¡Y olía tan bien!

    -Llegas pronto, aún no estoy vestida. ¿Puedes esperar 10 minutos en lo que termino de arreglarme?- dije cerrando la puerta tras él.
    -Por mi puedes ir así, ese vestido te sienta muy bien.

    Se acercó para besarme y vi su sonrisa traviesa al descubrir que no llevaba ropa interior, mientras paseaba sus manos por la parte más baja de mi espalda.
    Fue tan rápido que no tuve tiempo de reaccionar, soltó la mochila, me arrinconó contra la pared y subió el vestido, introduciendo una mano entre mis piernas y acariciando la parte interior de mis muslos.

    -Marcos…para…- dije con un hilo de voz.

    Me avergonzaba reconocerlo pero… cuánto me gustaba que lo hiciera.

    -La culpa es tuya, por recibirme así- dijo sonriendo con arrogancia.

    Intenté apartarlo de mí, aunque para ser honesta, sin realizar demasiados esfuerzos y terminé rindiéndome apenas unos segundos después.
    Me besó con lascivia acariciando mi pelo, su cuerpo presionaba el mío contra la pared y su mano inquieta continuaba guiándome al placer, arqueando sus dedos al mismo tiempo que yo lo hacía con mi espalda.
    Hundí mi cabeza entre su hombro y su cuello, rodeé su cadera con una de mis piernas facilitándole el acceso y me sujeté con fuerza a la solapa de la cazadora que aún llevaba puesta.
    Sus movimientos parecían sincronizarse con el ritmo de mi respiración, cada vez más agitada y sonora.
    No necesité mucho tiempo más hasta que mis músculos empezaron a contraerse y sentí cómo poco a poco me quedaba sin aire.
    Cuando pude recuperar el aliento, Marcos me besó en los labios de manera dulce y se apartó de mí, dejándome aún temblorosa y sin poder moverme.

    -Vístete o llegaremos tarde- dijo mientras caminaba hacia el salón.
    -De eso no puedes echarme la culpa a mí- reí.

    Tuve que retocarme el pelo y el maquillaje antes de vestirme, unos minutos después ya estaba lista para salir.
    Marcos estaba de pie en mitad del salón mirando a Stark, que ronroneaba frotándose el lomo entre sus piernas.

    -¿Qué le pasa? No ha dejado de hacer eso desde que he entrado.
    -Creo que provocas en él el mismo efecto que mí- dije riendo.
    -Estás muy guapa, pero te has puesto demasiada ropa, después será más complicado quitártela.
    -Me gusta ponértelo difícil, no siempre voy a recibirte medio desnuda cuando vengas a mi casa.

    Ladeó la cabeza sonriendo.
    Marcos me provocaba y empezaba a gustarme seguir su juego.
    Fuimos a una pizzería bastante conocida que había en el centro, en la entrada tenían unas macetas enormes con unas ramas de bambú y el interior era muy acogedor, decorado en tonos tostados, con lámparas de mimbre y luces cálidas, varias imágenes de Venecia y Roma que adornaban las paredes forradas de madera y una vinoteca al fondo del local.

    -Me encanta el sitio, aunque no sé si es muy romántico que la primera vez que salimos a cenar juntos, tengamos que comer con las manos- bromeé.
    -Tranquila, en esta pizzería hay cubiertos. Además, te he visto hacer con las manos cosas mucho más sucias que comer, ¿vas a ponerte exquisita ahora?- susurró en mi oído mientras el camarero, que estaba convencida de que le había escuchado, nos dirigía a la mesa.

    Me tapé la cara al notar cómo me subían los colores y Marcos sonrió con gesto divertido a aquel chico que intentaba mantener la compostura, aguantando la risa.
    Durante la cena pudimos observar a una pareja que estaba sentada a nuestro lado, discutieron durante varios minutos hasta terminar en silencio, masticando pizza y palabras que no se atrevieron a decir.
    -No quiero esa clase de silencios entre nosotros, no quiero que tengas miedo de hablarme o discutir conmigo, o enfadarte si tienes que hacerlo, y no quiero halagos ni atenciones especiales si no las merezco- dije.
    -Tampoco me gustan los silencios. Creo que las cosas que no se dicen, a veces pueden hacer más daño que las que sí. Por eso siempre he intentado ser sincero contigo, por eso insisto tanto en que hables conmigo, aunque te cueste.
    -Entonces tienes que saber que si alguna vez me haces daño me destrozarás, me romperás en trocitos tan pequeños que no seré capaz de recomponerme.
    -No sé si alguna vez sufrirás por mi culpa, ojalá pudiera garantizarte que no será así, pero si lo haces, si eso pasa, ten siempre presente que nunca será intencionado, que nunca querré hacerte daño.
    -No me gusta darte tanto poder sobre mí, pero quería decírtelo para que seas consciente, para que sepas hasta qué punto me importas.
    -Es una curiosa forma de decirme que me quieres.

    Puse los ojos en blanco.

    -Lo digo en serio Marcos, necesito que hagamos esto sencillo y que sea de verdad.
    -¿Me quieres Lucía? Porque yo sí lo hago, te quiero desde que te vi por primera vez, aunque ese día aún no era consciente, pero tardé poco en descubrirlo. Te quiero de todas las formas en que puedo hacerlo. Crees que tú tienes suerte, pero la suerte es mía, la tengo toda desde aquel momento, cuando atropellé tus pies con ese coche.

    Esa fue la primera vez que pensé en la historia del hilo rojo, en lo curioso que es el destino y la forma que tiene de unir a las personas, de la manera más tonta, de la más simple, de la más enrevesada, sea como sea, si están destinadas a encontrarse, lo harán.
    La cena continuó mientras compartimos palabras, miradas y sonrisas y nos llenamos el estómago y también el alma.
    Tomamos una copa después en un bar cercano a la pizzería, encontramos un hueco en la barra y nos quedamos allí un buen rato, reímos y bromeamos imaginando historias que podrían suceder entre las personas que nos rodeaban.
    Un grupo de amigas que bailaban poseídas por la música, dos chicos que sostenían su copa en la mano mientras las miraban, una pareja mayor a nuestro lado compartiendo su bebida en silencio, una chica que esperaba sola apoyada en la pared hasta que su novio regresó del baño para continuar besándola mientras salían del local con cierta prisa.
    Regresamos a casa una hora más tarde, ya en el coche, Marcos cogió mi mano entrelazando sus dedos con los míos, no quiso soltarme aun cuando necesitaba cambiar la marcha, sujetando la palanca de cambios con mi mano entre la suya.

    -Así no se debe conducir, eres un imprudente.
    -Si tengo que ir a 20 por hora y en primera, lo haré todo el camino, pero no quiero soltarte. ¿Cuántas veces te he dicho que te quiero cerca Lucía?
    -Nunca he estado lejos de ti.
    -Cada minuto que no te veo estás lejos, aunque estés trabajando a 15 metros del bar.
    -Esta noche no.
    -No, esta noche estás aquí, y estarás aún más cerca cuando lleguemos a tu casa.

    Suspiré profundamente y me revolví en el asiento del coche nerviosa, sabiendo lo que me esperaba.
    Cuando abrí la puerta de casa, Stark saltó enganchando las uñas al jersey de Marcos y ronroneando mientras intentaba meter la cabeza por dentro de su cazadora.
    Me costó sacarlo de allí, entre risas, viendo la cara de susto de Marcos.

    -Es evidente que le gustas-dije.

    Entramos en casa y dejé a Stark en su cama relamiéndose las patas.
    Me quedé apoyada en la puerta observando a Marcos, que se había quitado la cazadora y se sacudía los pelos que Stark había dejado en su jersey.
    Me pareció tan sexy…
    Me miró desafiante, sonriendo, y mordiéndose el labio inferior mientras se acercaba para besarme como al mediodía, y es que esa clase de besos ya tenían un nombre para definirlos.
    La temperatura subió de inmediato, nos bastaron unos segundos para empezar a notar que nos sobraba la ropa.

    -Ahora no estamos en la calle, y esto no será solo un beso- dijo tirando de mi chaqueta.
    -¿Quieres que hagamos cosas sucias con las manos?- susurré en su oído.
    -Quiero hacer cosas sucias con las manos y con la lengua en todos los rincones de tu piel.
    -¿Alguna parte del cuerpo más que quieras utilizar?
    -Todas.

    Bromeábamos con aquellas palabras sabiendo en realidad, que lo que deseábamos no tenía nada de sucio.
    Coloqué las palmas de mis manos en su pecho, dirigiéndole a la habitación.
    Marcos dio la luz al entrar, pero la apagué de nuevo.

    -Quiero verte Lucía, quiero ver tu cara y adivinar lo que te gusta, quiero ver tu cuerpo y esos tatuajes que tienes y que aún no me has contado qué significan.

    Extendió su mano de nuevo hacia el interruptor, pero le frené sujetándole por la muñeca.

    -Espera un momento, quiero enseñarte algo.
    -Sin luz no sé cómo podré verlo- protestó.

    Conecté el enchufe que había en la mesita de noche, y aquella tira de bombillas que había colocado en el cabecero de la cama se encendió, emitiendo una luz suave con destellos dorados que iluminaba lo suficiente como para poder vernos sin que yo me sintiera demasiado expuesta.

    -Creo que así los dos podremos estar cómodos.
    -¿Has hecho esto por mí?- sonrió.
    -Por ti, porque quiero darte algo que sé que quieres, y por mí, porque estando contigo desaparece la vergüenza y quiero disfrutar de eso.

    Sujeté su cara entre mis manos besándole con dulzura y él me sostuvo entre sus brazos.
    No recuerdo dónde, ni quién lo escribió, pero Marcos era como aquel poema que leí hace tiempo, él deshacía mis nudos.

    Poco a poco desnudo el nudo dentro de mi garganta
    que no me permite decir las cosas que ruegan salir.
    Lentamente bajo hacia el nudo en el corazón que me frena amar.
    Después me voy al estómago donde se coloca el nudo del miedo que no me deja avanzar…
    Hay muchos nudos dentro de mí que voy liberando, desnudándolos con cada respiración lenta y profunda.
    Y cuando esos nudos ya no están, quedan solamente los otros.
    Los nudos que sujetan, apoyan, agarran, abrazan, aman…

    Aquel abrazo despertó de nuevo la pasión.
    Marcos recorrió mi cuello con su lengua hasta llegar a mi boca mientras sus manos intentaban desabrochar torpemente los botones de mi camisa.

    -¿No vas a ayudarme con esto?
    -Ya te advertí que no iba a ponértelo siempre tan fácil- contesté provocadora.

    Me empujó sobre la cama mientras reía, me quedé allí tumbada y él, arrodillado entre mis piernas, se deshizo de su jersey y la camiseta que llevaba puesta debajo, dejando su torso al descubierto.
    Se incorporó unos segundos para poder descalzarse y terminar de quitarse la ropa, después tiró de mis botines y desabrochó el botón de mis vaqueros, que en apenas unos segundos estaban en el suelo junto a mi ropa interior.
    No podía dejar de mirar su cuerpo, tan desnudo, tan perfecto.
    Apoyó las rodillas en la cama, rodeándome entre sus piernas y comenzó a desabrochar de nuevo los botones de mi camisa, esta vez más despacio, uno a uno.
    Me sujetó por la espalda incorporándome lo suficiente para poder desabrochar el sujetador deshaciéndose así de la última prenda que me cubría.
    Se detuvo unos segundos a observarme, paseando sus ojos por mi piel y un escalofrío me atravesó el cuerpo, provocado por la excitación de aquel momento.
    Reaccioné girando sobre él y colocándome encima, Marcos protestó pero todas sus quejas se desvanecieron cuando me incliné para besarle al tiempo que mi mano se deslizaba por debajo de su cintura.
    Me aparté a un lado para poder acceder más fácilmente a su cuerpo.
    Podía escuchar su corazón, que cada vez latía más rápido y acompañé los movimientos de mi mano con aquel palpitar.
    De nuevo un escalofrío en mi espalda. Su sonrisa de complacencia, la respiración agitada, el sonido que emitía su garganta, las venas de sus manos marcadas mientras sujetaba las sábanas con fuerza…no podía soportarlo más.
    Me senté de nuevo sobre él, acoplándome a su cuerpo hasta que sentí que éramos uno, y comencé a balancear mis caderas lentamente.

    -Lucía…si no paras ahora, esto no va a durar mucho.
    -No quiero parar, no puedo. Te necesito.

    Marcos se incorporó sujetándome por la cintura, guiándome con sus manos y acelerando el ritmo, y yo le rodeé con mis brazos deseando fundirme en su piel.
    Fue rápido, pero tan intenso que los dos terminamos exhaustos sobre el colchón, en silencio durante varios minutos intentando recuperar el aliento.
    Esa era la clase de silencios que sí queríamos compartir, los que decían tantas cosas sin pronunciar ni una sola palabra.
    Me acomodé boca abajo, con una mano en su pecho, aún agitado por la respiración.

    -Necesito beber algo o voy a deshidratarme- dijo.

    Se levantó para ir a la cocina, no sin antes advertirme.

    -Esto no ha terminado, la noche no ha hecho más que empezar.

    Regresó a penas un minuto después, recostándose a mi lado.
    Las yemas de sus dedos rozaron el contorno del tatuaje que había bajo mi hombro.
    Un sol, una luna en su interior y tres estrellas.

    -Nunca la noche ha vencido al amanecer- dije.
    -¿Eso es lo que significa?
    -Es un recordatorio de que se necesitan las dos cosas, sin oscuridad no habría luz.
    -¿Y las estrellas?
    -El camino a seguir, las cosas que de verdad me importan. El amor, la familia, la amistad.

    Posó sus labios en mi espalda, repartiendo besos por toda la superficie deslizándose hacia mi cintura y regresó de nuevo, recorriendo con su lengua mi columna vertebral hasta llegar a mi nuca, haciéndome estremecer.
    Me giré buscando su mirada y sus dedos se pasearon por mi piel, dibujando mi silueta desde el hombro, bajando por el pecho, la cintura y la cadera, hasta llegar a mis muslos.
    Introdujo su mano entre mis piernas, obligándome a separarlas y me abracé a él, con una mano rodeando su cuello y otra en su espalda, tensa y firme.
    Sus mano rápida y ágil seguía moviéndose, acariciando los puntos exactos y creando más agitación.
    Podía sentir como mis dedos se clavaban en su piel con fuerza provocándole un pequeño gesto de dolor, que en segundos se convirtió en sonrisa.

    -Mírame, no cierres los ojos Lucía. Quiero que observes cuánto me gusta verte así. Cuando ya no puedas más, cuando llegue el momento, necesito que me mires a los ojos.

    Me costó mucho no hacerlo, pero Marcos se encargó de no dejarme deteniendo sus movimientos cuando mis párpados flaqueaban, obligándome a fijar de nuevo mi mirada en la suya, suplicando que no parase.
    Nunca había experimentado algo así, no encuentro palabras que describan con exactitud todo lo que sentí cuando llegó ese momento que él quería ver, susurrando aquellas palabras, con sus ojos tan abiertos, tan brillantes, de un verde casi transparente, las pupilas dilatadas, su lengua humedeciendo sus labios, exhalando un suspiro profundo, y el gesto de placer absoluto que desprendía su sonrisa.
    No podía apartar la mirada de sus ojos, y deseé poder alargar ese instante para siempre.
    Le besé y sonreí, pensando en lo acertado que había sido colocar aquellas luces en el cabecero de la cama.
    Esa noche nos resistimos al sueño hasta bien entrada la madrugada.
    Hicimos el amor una vez más, de manera lenta, observándonos con detalle, regalándonos caricias, besos y miradas.
    Terminamos agotados con los primeros rayos de sol colándose por las ranuras de la persiana.

    -¿Recuerdas lo que me preguntaste en la cena?

    Marcos asintió mientras se acomodaba para poder mirarme, con un brazo apoyado en la almohada, sujetando su cabeza con la mano.

    -Lo hago- dije.
    -¿El qué?
    -Quererte.

    Lo último que vi esa noche, antes de rendirme al sueño, fue su sonrisa.
    Marcos llevaba un rato despierto cuando por fin abrí los ojos.
    La noche había sido muy larga y aunque había dormido bien, me sentía cansada.
    Marcos sin embargo estaba resplandeciente, me miraba sonriendo mientras yo intentaba desperezarme.

    -Buenos días ¿has dormido bien?- pregunté.
    -Mejor que nunca ¿y tú?
    -He dormido bien pero me pesa el cuerpo, creo que hoy me va a costar levantarme de la cama.
    -Eso lo arregla una buena ducha.
    -¿Contigo? -dije acurrucándome en su pecho.
    -Por supuesto, necesitas a alguien que te enjabone la espalda.
    -Puedo hacerlo sola, soy más ágil de lo que parezco.
    -Lo sé- dijo con sonrisa pícara.
    -Voy a ver cómo está Stark y pongo la cafetera, ¿vas preparando el agua? Enseguida voy.

    Cuando regresé Marcos ya estaba en la ducha, me desnudé y me uní a él, rodeándole con mis brazos.
    Observé que las marcas de mis uñas aún permanecían en su espalda.

    -Tienes heridas de guerra. ¿Te duele?- dije acariciándole.
    -Es el precio que tengo que pagar por mirarte a los ojos.
    -Lo siento, no quería hacerte daño.
    – No lo hiciste- se giró colocándose frente a mí- compensa con creces lo que obtuve a cambio.

    El contraste del agua caliente con el frío del exterior hizo que una nube de vapor se formara sobre nosotros, Marcos enjabonó mi espalda tal y como había prometido y yo hice lo mismo con él, deslizando suavemente mis manos, acariciando aquellas marcas sobre su piel.
    Todo era tan íntimo, tan sensual, que las ganas de besarnos y sentirnos cerca no tardaron en aparecer.
    Marcos me besó y apoyé mi espalda contra la pared bajo el grifo de la ducha, me estremecí al sentir el frío de las baldosas y él colocó una mano en mi espalda, queriendo protegerme de aquella sensación, atrayéndome hacia su cuerpo.
    Nuestras lenguas enredándose húmedas, el agua cayendo sobre nuestros cuerpos, abrazarme a su espalda, mis piernas rodeando sus caderas, sus manos sujetándome con fuerza, mi espalda de nuevo contra la pared…
    Nos dejamos llevar una vez más por el placer y salimos de la ducha satisfechos y agotados.
    Pero qué bien se sentía aquel cansancio.
    Después de vestirnos, fuimos al salón y preparamos juntos el desayuno.

    -Me quieres- dijo sonriendo mientras sujetaba la taza de café con las dos manos.
    -Eso es lo que dije, pero no lo descubrí anoche, lo sé desde hace mucho tiempo.

    Me miró sorprendido, con los ojos entrecerrados.

    -Explícame eso- dijo.
    -Es una historia larga, tendría que empezar desde el principio, desde que nos conocimos.
    -Tenemos todo el día.

    Marcos escuchó con atención todas las cosas que le conté, todo lo que había sentido desde el día en que nos conocimos, le confesé lo atraída que me sentía por él desde el principio, todas las veces que había soñado despierta imaginando cómo sería besarle, y cuántas cosas podrían pasar entre nosotros desde aquel primer momento en que nuestras miradas se cruzaron.
    Le hablé de esa canción de Wet Wet Wet que había escuchado durante días sin saber muy bien por qué, y que ahora por fin tenía sentido para mí.

    I feel it in my fingers I feel it in my toes
    The love that’s all around me and so the feeling grows
    It’s written on the wind It’s everywhere I go
    So if you really love me come on and let it show

    Me enamoré de él poco a poco, desde el primer día.
    Me arrepentí de no besarle la tarde que se presentó en mi casa y de tantas otras cosas que no hice o dije por mi falta de confianza.

    -Creía en ti, pero no en mí, por eso me costó tanto decidirme. Pero ya te quería a pesar de seguir resistiéndome a esto.
    -¿Y ahora te arrepientes de algo?
    -Solo de no haberlo hecho antes, pero ¿de nosotros? ¿de estar contigo? No. Incluso aunque salga mal. Las cosas buenas, lo son tanto, que compensan todas las cosas malas que nos puedan pasar.

    A media tarde Toñi vino a recoger a Stark, que descansaba en el regazo de Marcos reclamando caricias continuamente.
    Se negó a moverse de allí y Marcos tuvo que acompañarla hasta la puerta de casa con el gato en brazos mientras ella bromeaba comentando lo listo que era.
    Pasamos el resto de la tarde juntos, hablando, riendo, escuchando música…
    Nunca me había sentido sola en casa, de hecho, me gustaba vivir sola, pero me agradaba mucho la sensación de tener allí a Marcos y compartir mi rutina con él.
    Cuando Marcos estaba conmigo sentía que todo era mucho mejor, hasta las cosas más simples.
    Nos costó mucho despedirnos esa noche, había sido un fin de semana perfecto y entre besos y caricias, nos prometimos repetirlo pronto.

    Playlist Spotify Marcos y Lucía


    Responder
    Moetsi
    Invitado
    LaChilena
    Invitado
    LaChilena on #207990

    MOETSI…ME TIENES ENAMORADA DE MARCOS!
    Que capítulo más completo ?

    #YoQuieroUnMarcosEnMiVida

    Responder
    Salawi
    Invitado
    Salawi on #208011

    Madre mía! Capitulazo el de hoy, me ha encantado y se me ha hecho corto aunque sea de los largos. #QuieroUnMarcosEnMiVida

    Responder
    Marsoñadora
    Invitado
    Marsoñadora on #208015

    Pero ¡qué bonito! Y esas duchas juntos… Ains, si es que yo también #QuieroUnMarcosEnMiVida

    Responder
    Pat
    Invitado
    Pat on #208016

    No tengo palabras, lloro de la emoción ??

    Responder
    Lila
    Invitado
    Lila on #208042

    Ainssssssssssss ha sido un capítulo absolutamente maravilloso, por varias veces mientras lo leía he sentido escalofríos…
    y sí…

    #YoTambiénQuieroUnMarcosEnMiVida

    Responder
    Moetsi
    Invitado
    Moetsi on #208384

    Cuánto me gusta ver esos hastags jijiji Creo que es el sentimiento general ;)
    Muchas gracias por seguir leyendo y por vuestros comentarios!! <3

    Responder
    Mery
    Invitado
    Mery on #208969

    Un poco idealizado, la historia, pero sobre todo Marcos. Este chico no se enfada nunca? Todo Le parece bien? Pero estoy enganchada a tu forma de escribir!

    Responder
    Moetsi
    Invitado
    Moetsi on #209045

    Hola Mery!
    En este capítulo en concreto, no tendría sentido que Marcos se enfadase por nada.
    De todas formas, hasta ahora lo que os he contado es la parte bonita de la historia desde que se conocen, cómo se van enamorando y hasta que comienzan a salir juntos, si hubiese enfados, mal empezarían.
    A partir de ahora comienza la otra parte, la que puede que no sea tan bonita jeje
    Aún así, él ya se ha enfadado con ella en alguna ocasión, por ejemplo, después del cumpleaños de Lucía.
    Lo que no han hecho es tener grandes peleas, pero enfados hubo ;)
    Gracias por tus palabras! Me gusta que seais críticos también y que os planteeis cosas como ésta. Os animo a seguir leyendo y veais cómo avanza la historia, descubrireis facetas diferentes de todos los personajes ;)

    Responder
WeLoversize no se hace responsable de las opiniones vertidas en esta web por colaboradores y usuarios del foro.
Las imágenes utilizadas para ilustrar los temas del foro pertenecen a un banco de fotos de pago y en ningún caso corresponden a los protagonistas de las historias.

Viendo 10 entradas - de la 1 a la 10 (de un total de 10)
Respuesta a: Marcos y Lucía: capítulo 11
Tu información: