Hablaba una noche de sábado con un par de chicos que se acercaron a mis amigas y a mí, en plena agitación de la fiesta. Ni recuerdo ni viene al caso cómo comenzamos a hablar de relaciones de pareja, pero uno de ellos me espetó con una contundencia lapidaria:

Tu novio te ha puesto, te está poniendo o te va a poner los cuernos.

Insistió en dejarme claro que, para él, la monogamia es una cárcel y va contra natura.

Creo que una persona no monógama seria, tolerante y respetuosa nunca diría algo así. Diría que el poliamor o las relaciones abiertas son solo una opción más, como lo es la monogamia.

Me parece una perspectiva adecuada, porque invita a cada cual a escoger aquello que le encaje mejor. Yo lo he hecho. Y matizo el titular: no pretendo dar motivos para rechazar el poliamor, doy las razones por las que A MÍ, a día de hoy, no me encaja (ni a gente con una línea de pensamiento similar).

1. Mi tiempo es limitado

Habrá gente que vea esto del poliamor como barra libre de folleteo y se dejen por el camino la responsabilidad afectiva. Pues qué pena ver a otras personas como meros trozos de carne para conciliar tus propios deseos hedonistas.

A las relaciones, sean como sean, hay que dedicarles tiempo, que es lo que menos tenemos. Hay que decidir si, al redistribuir el que tienes, van a quedar trocitos tan pequeños que apenas serán migajas.

2. Disfruto con mis soledades

Por los testimonios que me llegan, la gente poliamorosa es muy muy sociable. No es un tic verde que yo me pueda poner. De 1º de No Monogamia: para tener relaciones significativas con otras personas te tienen que gustar las personas.

3. Tengo inseguridades

Si mi pareja también fuera no monógama, me veo venir la ristra de pensamientos intrusivos de cada día en cuanto hubiera otra chica en la ecuación:

¿Se lo pasará bien con ella? ¿Se lo pasará con ella MEJOR QUE CONMIGO?”.

“¿Follará más y mejor que yo?”.

“¿Será más inteligente? ¿Más divertida?”.

“¿Y si sobro y, en realidad, está conmigo por los años pero está mejor con ella?”.

¡Qué cruz! Quizás aprendería a gestionarlo y me ayudaría a crecer personalmente. Pero prefiero crecer sin que alguien tenga que pagar el precio de mi propia toxicidad por el camino.

4. Mi capacidad de adaptación merma con los años

Me puedo enamorar de otra persona y disfrutar de ese estado tan excitante en el que te sume el amor romántico. Pero eso pasará. Y luego, ¿qué? Mandarlo con viento fresco e ir a por el siguiente, porque la chispa se ha apagado, sería vivir con adicción a esa explosión hormonal y haciendo daño a otras personas.

Si siguiéramos juntos, tendríamos que ir negociando para adaptarnos y vivir un amor compañero. ¿Construir desde cero, teniendo ya otra relación? Ni estoy preparada ni me apetece.

5. Soy enamoradiza (descartadas las relaciones abiertas de solo sexo)

Las relaciones únicamente sexuales están descartadas, mucho me tendría que hartar de lo que tengo para llegar a ese nivel (aunque me guste pensar que existe). Para follar con alguien, necesito que haya un poquito de química. Y, si sumo química + sesión de sexo, el resultado es pillarme. Me desgastaría mucho ir por ahí enamorándome de gente que me quiere para un echar un ratito.

“Bueno, pues, si te enamoras, opta por el poliamor y sigue adelante”, me dirán algunas. ¿Y qué hago con todos los puntos anteriores?

En definitiva, la monogamia no es el nuevo enemigo a batir ni el gran paradigma que cuestionarse y sepultar bajo las tendencias “postmo”. Que cada cual elija lo que mejor le encaje para sus relaciones sexo-afectivas, sin más, siendo consecuentes consigo mismos/as y empáticos/as con los/as demás. No hay que ir por ahí imponiendo pensamientos, ni siquiera en las noches de fiesta.

Azahara Abril

(Instagram: @azaharaabrilrelatos)