Ya no sé si esta historia me da más risa o vergüenza.
Ha pasado un tiempo prudencial, dos veranos, concretamente, pero cada vez que paso por delante de la estación, me acuerdo y me da un parraque.
Yo estaba en mi primer verano soltera. A principios de año una ruptura terrible con el que creía que iba a ser el amor de mi vida y a la que nos separamos, empezaron a aparecer chicas que me dejaron clarísimo que llevaba una cornamenta enorme. Así que nada, una lloradita y a seguir existiendo.
Llegó el veranito con su calor, su playa y su Tinder. Yo ya estaba lista para volver al mercado, pero las apps no estaban dando sus frutos y estaba bastante frustrada. Solía ir a la playa con mis amigas y me propuse conocer a alguien, pero en persona, sin pantallas de por medio.
Intenté camelarme al camarero del chiringuito, él me daba coba, pero nunca acababa en nada, así que supuse que lo hacía con todas.
También me llamó la atención un chico de un grupo con el que solíamos coincidir bastante. Iban unos 6-7 y siempre se traían algo, una red de volley, una pelota, unas tablas de surf… Habíamos cruzado miraditas, pero tampoco llegó a ningún sitio.
Una tarde, el chiringuito hacía fiesta ibicenca, así que me puse guapa y me fui con unas amigas a pasarlo bien, y a ver si caía algo.
La casualidad quiso que apareciera el chico del grupo de amigos, que venía con dos chicos más y, a la que me vio, me sonrió y se vino directo a hablar conmigo.
Estuvimos hablando, bailando y bebiendo toda la tarde/noche, el chico era guapísimo y había mucho feeling, nos estuvimos riendo juntos y, cuando me quise dar cuenta, me tenía que ir.
Le avisé de que tenía que irme ya para coger el último tren, él me dijo que había venido en coche y lo tenía aparcado justo en la estación, pero no podía conducirlo y llevarme a mi casa porque habíamos estado bebiendo. Me acompañó a la estación y cuando llegamos, vimos en la pantalla que mi tren llevaba media hora de retraso.
Él me ofreció esperar en su coche para así no estar allí plantados en la estación. Entendí perfectamente lo que me estaba sugiriendo y acepté.
Nos metimos en el coche y nos magreamos como adolescentes, no era lo más cómodo del mundo, pero iba como una moto y se agradecía el aire acondicionado. La cosa fue subiendo de tono y empezó a levantarme la falda buscando abrirse paso para hacerme sexo oral.
Yo estaba encantada, pero la postura era un poco incómoda y me quise colocar bien para ayudarle a quitarme la ropa interior, y a la que hice un poco de fuerza para moverme, se me escapó un pedo muy sonoro.
Sonó como cuando hacemos pedorretas con la boca, pero más fuerte, de unos tres segundos.
Me morí de la vergüenza, tenía su cabeza pegada a mis bragas, se levantó del susto y me miró fijamente, yo me puse nerviosa y solo pude decir:
- Ha sido vaginal.
Él asintió y siguió a lo suyo, pero un segundo después, yo misma empecé a notar el tufo.
Era literalmente imposible que él no lo notase, además estábamos en un coche cerrado y con el aire puesto. Mi cabeza iba a cien imaginando que quizás se me escapaba otro o que me moriría de vergüenza si él me decía algo, me quedé paralizada sin saber que hacer, hasta que él levantó la cabeza.
Os juro que creo que tenía los ojos llorosos de la peste, me miró y me dijo:
- Perdón, no puedo…
Yo le corté y le dije que por supuesto, que no se preocupase, que lo sentía y que necesitaba salir. Me puse las bragas y la falda y salí por patas del coche. Desde fuera le dije que prefería irme y que, si quería decirme algo, tenía mi número.
Me fui hacia la estación y esperé deseando que llegase ya el tren y me sacase de ahí. No podía creerme que me acabase de tirar un pedo en la cara de un chico mientras me intentaba hacer un cunnilingus. Por suerte, el tren llegó y me fui a casa.
Por si os lo preguntáis, no, no me escribió jamás, y no le culpo. El pobre se comió lo que no quería y además le colé que era vaginal, en vez de apartarlo y protegerlo.
Cuando se lo conté a mis amigas, lloraron de la risa, y por supuesto no volví a ir a aquella playa hasta pasado mucho tiempo.