Aquí una que hace mucho que quiere bajar unos kilitos, lo ha probado todo y nada ha arrojado resultados significativos. No sé si será el hipotiroidismo, la genética o la madre que lo parió, pero no exagero si os digo que llevo más de 10 años encadenando métodos.

Muchas dietas y nutricionistas después, y algún que otro coqueteo con las estafas piramidales, me he decantado por el ayuno intermitente. Algunos miembros de mi familia lo están llevando a cabo, así que me informé sobre sus beneficios: pérdida de peso, reducción del estrés oxidativo y hasta aumento de la producción de la hormona del crecimiento y no sé cuántas cosas más.

Cada vez sentía más curiosidad por eso de la cetosis, que parece el nuevo santo grial. Es un proceso en el que el cuerpo utiliza grasas y cetonas (compuesto orgánico fruto de la descomposición de grasa) para producir una energía que no puede obtener de las reservas de glucosa.

Me terminé de convencer porque la práctica es bastante asimilable a mi estilo de vida, veía ventajoso lo de no tener que pensar ni preparar cenas saludables y tengo personas a mi alrededor que aseguran sentirse bien. De hecho, una de ellas trabaja en un hospital y me contó que médicos con los que pasa consulta también lo practican.

¿Y si viene el monstruo del hambre?

Empecé con el 13:11, una cosa manejable. Es decir, 13 horas de ayuno y 11 de alimentación. No voy a extenderme porque hay guías de fuentes fiables que lo explican mejor que yo, pero esto es mucho más que no cenar. Hay que seguir una dieta equilibrada basada en verduras, frutas, cereales integrales, legumbres, frutos secos y proteínas, nada de barra libre durante las horas de no ayuno.

Qué felicidad comer solo manzanas

Además, según algunas guías que consulté, tampoco se trata de comer menos. Comes lo mismo, solo que las ingestas están acotadas en un lapso de tiempo determinado, al objeto de dejar suficiente tiempo de ayuno para favorecer la cetosis. Eso sí, para bajar de peso hay que asegurar el déficit calórico, pero exactamente igual que si no estuvieras haciendo ayuno.

Con una pauta más o menos establecida, comencé. Mi mayor temor era el inicio del ayuno, sabiendo que me quedaban por delante horas y horas en las que, de abrir el pico, sería para agua o infusiones. Estaría sugestionada por el hambre psicológico, y no me he demostrado muy solvente para manejarlo hasta el día de hoy.

Curiosamente, no pasó. Vino el gusanillo, sí, pero algo controlable, nada parecido a esa sensación de tener el estómago pegado a la espalda. Con una infusión se quita.

Los resultados

Después de un mes de ayuno intermitente cinco días a la semana, estos son los resultados:

  • Me noto más ligera, sobre todo, por las mañanas. Incluso después de desayunar.
  • Esa sensación de ligereza puede estar influyendo en cómo me percibo físicamente. Visualmente, me noto menos contorno. Pero no se corresponde con la realidad, porque la cinta métrica no arroja ni un centímetro menos. De peso no puedo hablar porque es un medidor que prefiero no utilizar.
  • Me ha resultado cómodo seguirlo. Ahorro tiempo dedicado a cenas y su preparación, y no siento un hambre voraz.
  • Me noto la misma energía que antes, sobre todo, a la hora de hacer ejercicio.

Solo comparto mi experiencia, ni lo aconsejo ni desaconsejo. Soy consciente de que estas cosas es mejor consultarlas con una especialista, aunque, como tengo que someterme a análisis regulares, llevo cierto control.

Quiero continuar y, de hecho, estoy preparada para pasar al 16:8 (16 horas sin comer, 8 de alimentación). Veremos.

Azahara Abril

(IG: @azaharaabrilrelatos)

*Algunas de las fuentes que consulté antes de empezar:

Artículo de la revista Actualización en Nutrición.

Artículo de la Revista Médica de Chile.

Vídeo que sirve como guía para principiantes.

Vídeo sobre las franjas ideales de horas de ayuno.