La culpa es de la dieta. Y de que esté tan normalizado hacerla. Que no, que tú no has fallado. Ha fallado la dieta (sobre todo si has empezado una tras otra con el paso de los años)

Seguro que te suena, porque reconozco que yo también he estado ahí. Al principio parece sencillo: Sigues un plan nutricional, pierdes peso y vas consiguiendo tu objetivo. ¡Pero ay amig@! Si fuera tan fácil no habría una industria ganando mucho dinero gracias a la dieta y el afán por la pérdida de peso.

De hecho, perder peso y mantenerse ahí es muy complicado. Intervienen múltiples factores, tanto fisiológicos como psicológicos, que lo hacen muy difícil.

Factores que hacen casi imposible que una dieta sea efectiva a largo plazo (y corto…)

Para empezar podemos hablar de los adipocitos, que es el nombre que reciben las células que almacenan la grasa que se acumula cuando ingerimos gran cantidad de energía. Con ellas pasa algo curioso y determinante: Cuando reciben tanta grasa que no la pueden almacenar deben “decidir”: O mueren, o se dividen. Lo más común es que ocurra lo segundo… así que poco a poco vamos teniendo un mayor número de adipocitos. Y ese número es invariable. Una vez dividida la célula, ya no hay vuelta atrás. Así que tenemos cada vez más acúmulo de grasa. Por eso, si hemos subido y bajado de peso en repetidas ocasiones, es tan difícil perder esos kilos que “se supone que nos sobran”. 

¡Sigamos con la fisiología! No me voy a extender mucho pero nuestro organismo prefiere que ganemos peso a que lo perdamos (por aquéllo de la supervivencia). Así, reacciona a un balance energético negativo reduciendo nuestro metabolismo e incrementando las señales de hambre. Además, se produce una cascada hormonal. Así que no, no es falta de voluntad. Es la fisiología.

hoja con gota
Nuestro cuerpo busca constantemente el equilibrio

Y por otro lado, no podemos olvidar que somos algo más que personas que comen. El acto de comer significa mucho más que un acto en el que consumimos la energía que necesitamos para no morir. Piénsalo: El acto de comer, en condiciones normotípicas, es un acto de placer. Desde que somos pequeñ@s nos enseñan que la comida tiene muchos significados. Precisamente por ello, en muchas ocasiones acabamos desarrollando una mala relación con la comida. Si quieres saber si la comida es tu amiga o tu enemiga, puedes realizar este test que te ayudará a comprenderte mejor. 

Pues bien, cuando seguimos una dieta (y sobre todo si es una dieta restrictiva) perdemos toda conexión con algo tan personal como es la comida con la que alimentamos a nuestro cuerpo. Dejamos de escuchar nuestras preferencias, no respetamos nuestras señales de hambre y tampoco hacemos caso a las señales de saciedad porque total, “ahora es cuando se supone que puedo comer”. 

Además, nos prohibimos ciertos alimentos… y es justo entonces, cuando más los queremos y no dejamos de pensar en ellos. ¿Y qué pasa si nos saltamos la dieta?… que aparecen los sentimientos de culpabilidad. Y ahí, es cuando nos sentimos un fracaso

Pues no, me niego a que haya más personas que se sientan fracasos. Me niego a que sigamos atormentando a nuestra autoestima de este modo.

Nunca jamás has fracasado con la dieta. La premisa era errónea desde un inicio. La dieta no funcionaba. Al menos no para ti. 

La dieta nos sirve para reducir

Aunque una cosa sí que es cierta, la dieta nos sirve para reducir. “¿QUÉÉÉ?” estarás ahora mismo exclamando. La dieta sirve para reducir un montón de otras cosas, que no son nuestro peso:

-Hacer dieta reduce la quema de calorías.

-Hacer dieta reduce el tiempo que necesitamos para digerir los alimentos. Así que hace que tengamos hambre más a menudo.

  • Hacer dieta reduce las ganas de comer alimentos saludables ya que provoca que te llamen la atención y debores los alimentos con alto contenido en grasa.
  • Hacer dieta reduce tu saciedad, por lo que tienes más apetito.
  • Hacer dieta reduce tu nivel de energía (ahora ya sabes porque te cuesta tanto tantísimo hacer deporte).
  • Hacer dieta reduce el gasto calórico al máximo, por eso suele estar acompañada por una sensación de frío.
  • Hacer dieta reduce tu capacidad de diferenciar cuando tienes «hambre» y cuando ya estás «saciado/a» y, por eso, comes de un modo más emocional.
  • Hacer dieta reduce tu tejido muscular. Y todos sabemos que el músculo quema más que la grasa.

Conclusión

Así que… En vez de hacer dieta, es muchísimo más recomendable (y efectivo) aprender a desarrollar hábitos saludables para el cuerpo (y la mente). Aprender a respetar y honrar lo que a nuestro organismo le viene bien. Que si un día quieres un donette, te respetes. Y lo comas. Sin sentimientos de culpabilidad. Porque cuando le das a tu cuerpo lo que quiere, luego no te asalta de repente haciendo que comas un paquete entero de donettes. Y porque cuando  escuchas de verdad lo que tu cuerpo requiere, te suele indicar alimentos y cantidades acordes a unos hábitos saludables de alimentación.

Ariana Sabaté

Psicóloga y Directora de CuerPositivaMente