A veces los traumitas con las madres gordofóbicas pasan de largo pero otras veces parece que se nos enquistan y nos persiguen durante mucho más tiempo del que deberían.

Mi madre es un ente curioso. Hija de su tiempo como todos, pero claro, lo jodido es que madres como la mía (madre gordofóbica) causan depresiones, ansiedades y traumas sicológicos a sus propios hij@s. Yo tuve la suerte de pasar muchos años de mi vida viviendo fuera y gracias a eso, más o menos, lo he podido sobrellevar.

Tengo 33 años y como buena víctima de una madre gordofóbica, estuve muchos años en una relación tóxica en la que no se me valoraba ni cuidaba. Todo porque muchas de nosotras creemos que no es fácil encontrar a alguien que quiera estar con nosotras y nos conformamos con la primera mierda que se nos presenta.

Hace un tiempo y después de meses de terapia, salí de la relación y renací.

Renací en todos los sentidos, en el artístico, en el físico y en el emocional. Empecé a sentirme guapa de nuevo, tenía ganas de prepararme y tenía ganas de crecer personalmente.

Cuando dejé mi relación sentí que me quitaba un gran peso de encima y recuperé muchas cosas de mí que tenía olvidadas. Vamos, la típica ola de bienestar que te invade cuando mandas a un maldito a la mierda.

Desde entonces he invertido mi tiempo en priorizarme, en cuidar de mí en todos los aspectos. He invertido en terapia, en mi desarrollo profesional, social y estoy muy orgullosa de cómo me siento y en el lugar mental en el que estoy a día de hoy.

Hace varios meses conocí a un chico increíble y empezamos a quedar. Tenía mucho miedo de embarcarme en otra relación, volver a pasarlo mal y tirar por la borda todo mi crecimiento personal. Vamos, que fuimos más despacio que el caballo del malo.

Tenía bastante miedo de presentárselo a mis padres, pero finalmente llegó el momento. A mis padres les cayó muy bien y se llevan casi mejor con él que conmigo. Tanto mi madre como mi padre piensan que es una joyita y yo estoy completamente de acuerdo. No estaría con él si no lo pensara.

Pero el problema viene cuando mi madre, un día, decide decirme preocupada «Nena, este chico es muy buen chico. Si quieres conservarle tienes que adelgazar. Créeme, si no adelgazas se cansará de ti enseguida. Si quieres que realmente te quiera de verdad tienes que perder peso y ponerte guapa»

Le pedí a mi madre que por favor no dijera tonterías ni condicionara mi relación. Las víctimas de madres gordofóbicas tenemos una delgada línea que separa nuestro bienestar mental de convertirnos en unas inseguras de mierda. Y a veces, mantenerse en el lado correcto de la línea es un acto heroico.

A partir de aquel día, mi madre me manda todos los días por whatssap videos y tutoriales de cómo perder peso muy rápido y de manera eficaz.

A menudo me dice «Imagínate lo feliz que sería tu novio si tuvieras 20kg menos» y otro tipo de pamplinas que por muy fuerte que sea, se me clavan en la autoestima y me dejan herida durante semanas.

Desde que les presenté a mi novio, tengo una presión y un chantaje diario por adelgazar que no es ni medio normal.

Incluso llegué a pensar que si no adelgazaba mi relación se iría a la mierda. Y no me considero una persona de moral franqueable, pero un diario y continuo goteo de gordofobia, nos lleva a pensar este tipo de chorradas.

Un día mi chico me pidió que habláramos y después de varias horas de conversación sincera, pudimos darnos cuenta de que toda esa presión me hacía sentir CERO válida y estaba afectando a nuestra relación. Toda esa gordofobia constante que emana mi madre me había llevado a pensar que realmente mi chico no me quería lo suficiente o de la manera que yo esperaba, porque ¿Cómo podría querer a una gorda?

El problema no reside en mi pareja ni en mí, el problema reside en mi madre. Y es muy duro admitir que tu madre no puede quererte de una manera sana. Pero es así, y sé que la relación con mi madre va a ser siempre tóxica y dañina para mí.

El llegar a esta conclusión causa mucho dolor, pero es mejor verlo claramente para poder identificar qué es lo que está jodiendo tu autoestima.

Desde que tuve esa conversación con mi chico, decidí limitar el contacto con mi madre a interacciones únicamente básicas y vitales, porque por más madre que sea, no puedo permitir que vuelva a romperme.

Me ha costado muchos años construirme y sentirme bien conmigo misma como para dejar que mi propia madre eche todo ese trabajo por la borda.