Nota aclaratoria: en la redacción de este post se han empleado altas dosis de Adele. Recomiendo que se haga lo mismo o similar en su lectura.

Sexta acepción de la RAE de la palabra espina.: 6. f. Pesar íntimo y duradero.

Luego la RAE también nos regala: sacarse alguien la espina

1. loc. verb. coloq. Desquitarse de una pérdida o resarcirse de algo.

Pero algo que se queda fuera del diccionario son esas espinitas que se te quedan clavadas y con el tiempo se enraízan hasta el punto de que dejan de llamarse espinas para pasar a ser espinazas. Las notas casi a cada paso, o tan solo te olvidas de ellas hasta que en un paso en falso vuelven a molestar y ahí ya sí que no te las sacas de la cabeza.

Esas espinitas con cara adorable, con tacto suave, con mirada penetrante. Con nombre propio. Personas que en su día dejaron huella y que por cuestiones del destino no se convirtieron en otra cosa más que en asuntos sin resolver. Dicen que es cuestión de timing el gran culpable de que existan.

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Esos asuntos sin resolver que son como el polvo que vas metiendo debajo de la alfombra, o la basura que vas acumulando por no querer bajarla a la calle. Al principio es una buena idea dejarlos olvidados en el fondo de la mente pero cuanto más se hace el ejercicio, por rutina, acaban por convertirse en algo que abulta, que hasta huele, y que no sabes cómo ha acabado ahí.

Todos tenemos una espina que no nos sacamos en su día, que no parecía necesaria. Tal vez alguien con quien teníamos feeling, que nos hacía reír más que nadie o tan simple como que nos erizara todas las partes del cuerpo con solo rozarnos. Esa persona que fundía los plomos y doblegaba nuestras rodillas y que se iba enraizando más y más con el paso del tiempo.

Es mala idea no sacar una espina a tiempo porque luego, cuando más al fondo están clavadas, más daño hacen. Tal vez la manera de haberlas sacado hubiera sido haber tomado un café, haber borrado un número, o tan siquiera haber tratado de no ignorar las señales que te gritaban: AQUÍ HAY ALGO AUNQUE LO QUIERAS NEGAR.

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Pero el destino es bastante más caprichoso. Ahora te encuentras felizmente ennoviada, llevas años al lado de alguien o has encontrado a la persona perfecta para ti y no hay hueco ni opción de librarte de esa espina que sigue clavada. ¿Te sientes mal? Claro, porque no deberías tener derecho a sentir todavía los pelillos del cuello erizándose cuando lo ves o piensas en él. Pero esas no son las reglas, nadie te ha hecho pasar por el proceso de ¡Olvídate de mí! y ahora todo aquello ya no existe.

Tal vez no eres tú, tal vez ahora tú estás soltera, dispuesta, tienes tiempo, tienes ganas, lo sientes correr bien fuerte por tus venas… Lo llamas, quedáis para tomar un café, un vino, tres… Te ríes, sonríes, te apartas el pelo, cruzáis vuestras rodillas y el estómago te da un vuelco. Pero es entonces cuando hablando de bares y barrios por los que ya te visualizas paseando y parándote a besarle bien fuerte contra algún portal, él te informa de que se ha mudado a cuatro calles con su nueva novia. Timing is a bitch.

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Te vas a casa con algo removiéndote por dentro, o ya estás en ella, con tu novio, en la misma cama, mirando al techo, imaginando todo eso que deberías haber hecho para poder ser plenamente feliz pero que nunca ha sucedido. Tratando de mandar bien lejos de tu mente los ¿Y si..?

En todas y cada una de las posibilidades parece que la realidad te dice que no está escrito, que no ha de pasar… Pero tu cuerpo te dice lo contrario. Una espinaza mal clavada que te remueve de dentro a fuera, que te hincha el pecho cuando menos lo necesitas. Una espinaza que es una putada.

Fdo. Carlota Wilson.