Soy mujer heterosexual y, hasta que pasó esto que voy a contar, nunca había accedido a que me comieran el culo. Hasta hace poco, para mí comer un culo era la antítesis del morbo, la bajonera máxima, lo último en lo que pensaba cuando pensaba en sexo. Hasta que me traicionó mi subconsciente. 

Una noche me metí a la cama y me desperté a las tres o cuatro horas con el corazón a mil, una mano en el culo, la otra en el culo también, y corriéndome como una bestia. Lo único que recordaba del sueño en el que estaba inmersa antes de despertarme sacudiéndome como una loca, eran extraterrestres. Yo no tengo mucha imaginación, así en general, o sea, los marcianos que creía recordar eran marcianos verdes clásicos de dibujo animado, de los de toda la vida. Ahí quedó la cosa.

La siguiente vez que me pasó fue exactamente igual, pero cuando desperté recordaba todo perfectamente.

En el sueño, yo tenía un dolor muy fuerte de espalda y estaba desesperada por encontrar alguien que me lo quitara. De repente, el sueño daba un salto como suelen dar los sueños y aparecía en mi casa un marciano verde con cabeza de bombilla, ojos negros y enormes en forma de almendra. Me tumbaba en una camilla de masaje que de pronto había en mi salón y me empezaba a hacer un masaje por la espalda, la cabeza, y todo el cuerpo, sin evitar ninguna zona.

Yo cerraba los ojos y disfrutaba del alivio y del placer del masaje hasta que me daba cuenta de que no me estaba masajeando con las manos sino con la boca. No puedo explicarlo muy bien porque al fin y al cabo era un sueño, pero vamos, yo estaba encantada de que el marciano me estuviera chuperreteando como a una alita de pollo, y más cuando me metía la lengua en el culo; entonces yo ya me ponía muy a tope. Pero lo más sorprendente de todo esto, incluso para mí misma, es que era justo cuando cogía el marciano y se sentaba en mi cara que yo explotaba de placer y me corría en cuestión de segundos, y me despertaba levitando de la cama.

Con aquello, mi vida dio un giro inesperado. Me hice tinder y fui muy a saco desde el principio. Quedaba con tíos y me costaba esperar a las cervezas de rigor antes de pasar a la acción. Solo quería comerles el culo y que me comieran el culo y flipar como lo flipaba en sueños. Pero no era lo mismo. Sí que me había quitado el pudor, no tenía ningún problema de escrúpulos, pero ni de coña me corría como en sueños. ¿Por qué? Solo había una respuesta.

Me metí en aliexpress y busqué disfraces de marcianos y pillé el más sencillo: un mono de lycra verde que tapaba hasta las manos y los pies y una capucha del mismo material.

El día que me llegó, lo examiné, lo customicé, y quedé con un tipo con el que no había hablado del asunto pero podía parecer receptivo. Le conté mi sueño, entre risas, hicimos un poco de role play, con el tema de los masajes y tal, pero cuando saqué el disfraz y vio cómo tenía, cuidadosamente zurcido, un agujero del tamaño de una rodaja de salami en la zona del ano, me miró con cara de asco, dijo no me van estos rollos, y se piró.

Yo pensé que solo era el primer intento y no me vine abajo, pero esa misma noche miré instagram, y vi que el tío lo había contado todo en sus stories. Fue respetuoso con mi anonimato y no me mencionaba, pero ver los hechos desde fuera me dio tanta vergüenza que tiré el disfraz (sin estrenar) a la basura y me quité tinder de una. Han pasado dos años y todavía se me cae la cara de vergüenza cuando me acuerdo. 

Anónimo