Prólogo https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley/
Capitulo 1: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-2/
Capitulo 2: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-2-una-no-oferta-y-una-fantasia/
Capitulo 3: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-3-un-sirope-y-escalofrios/
Capítulo 4: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-4-control-de-alcoholemia-y-el-salto-del-tigre/
Capítulo 5: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-5-un-deseo-desvelado-y-ojos-dilatados/
Capítulo 6: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-6-un-hombre-de-champions-league-y-ajustar-cuentas/
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Capítulo 7: Una orden y llegar al límite.
La hora del almuerzo estaba por llegar, mi padre que sabía que Tania estaba en la casa, estaba encantado de que ella se quedara a almorzar con nosotros, pero la realidad era que ninguna de las dos teníamos ánimos para abrir la boca. Lo único que queríamos era que llegara la tarde para poder ir a visitar a Sandra. Por el momento Tania y yo coincidimos en que era mejor no contarle que Joseph y unos cuantos más estaban arrestados.
Después de visitarla tenía pensado ir a comisaría para averiguar por ellos. Tenía miedo de cuales pudieran ser las consecuencias de aquella paliza. Todos eran mayores de edad y con antecedentes. Lo que tenía claro es que ese mal nacido no denunciaría. Sabía perfectamente porque le habían dado semejante paliza. Su padre era un hombre importante y dudaba mucho que quisiera relacionar su nombre con una violación.
Aunque no tuviéramos ningún ánimo, le pedí a mi amiga que hiciera todo el esfuerzo que pudiera para fingir delante de mi padre y que este no sospechara absolutamente nada. Apenas termináramos de comer saldríamos disparas de allí con alguna excusa.
Ese almuerzo se puso realmente pesado con las preguntas, pero por suerte Tania supo contestarlas todas con una sonrisa. Admiraba su entereza. Por mi parte agradecía que mi padre estuviera entretenido con su conversación con mi amiga y a mí me dejara tranquila.
Antes de ir donde Sandra, paramos en la casa de mi amiga para que se duchara y se cambiara de ropa. Mientras Tanía se aseaba yo me quedé fuera observando la zona. Ni loca entraría para tener una de mis desagradables conversaciones con sus padres.
Paseé un poco por los alrededores sin alejarme demasiado. Sin duda Tania vivía en una zona muy bonita. Se veía tranquila y segura. Ante todo, me pareció una zona muy familiar por la cantidad de parques infantiles que había visto.
De camino a casa de Sandra fuimos en silencio. Ninguna de las dos teníamos ganas de nada. Solo de llegar al piso que Sandra compartía con otras tres chicas para poder abrazarla y transmitirle que nos tendría para todo lo que necesitara.
Esta vez manejaba Tania, nunca había tenido quejas de su forma de conducir hasta ese momento, se notaba la desesperación por llegar cuanto antes.
Le pedí varias veces que ajustara la velocidad, pero me tuve que poner más seria de lo que me hubiese gustado para que por fin redujera.
Media hora más tarde ya habíamos llegado. Esa zona nunca me gustó, era demasiado solitaria. La gran mayoría de las casas no estaban cuidadas, las que estaban en peor estado eran las que tenían un cartel para alquilar o vender.
Tocamos al timbre y una de las compañeras de piso de Sandra nos abrió la puerta, nos miró de arriba abajo y sin decir nada se marchó. Perfectamente podríamos haber sido dos ladronas y desvalijar el piso de arriba abajo que parecía que a aquella chica poco le importaba. En alguna ocasión Sandra nos comentó que sus compañeras no eran precisamente las personas más simpáticas y habladoras del mundo.
Nos dirigimos hacía su habitación y allí estaba, tumbada en la cama abrazada a una almohada. Tenía la ventana totalmente cerrada y la luz apagada, parecía querer sumergirse en una total y absoluta soledad y oscuridad.
Decididas, entramos a su habitación, mientras Tania fue a abrazarla, yo me encargué de abrir la ventana de par en par, era necesario que la vida volviera a fluir por aquella habitación.
Cuando Tania se separó de Sandra, me acerqué a ella y la abracé muy fuerte para que sintiera todo mi apoyo. Al separarme de ella pude ver sus ojos rojos de tanto llorar y unas ojeras muy marcadas.
–Deberías habernos avisado. Aislarte e intentar soportar todo esto tu sola no es sano–Tania utilizaba un tono de voz tan suave y una mirada tan cariñosa que aquel reproche no sonó como tal.
–Tania tiene razón, sabes que cuentas con nosotras para todo, vamos a estar aquí para apoyarte en todo lo que necesites.
–Lo sé y os lo agradezco–se trabó en la última palabra y comenzó a llorar sin consuelo.
No dijimos nada más, simplemente la abrazamos y pasamos allí toda la tarde con ella.
Nos costó bastante convencerla de que se duchase y saliese a cenar con nosotras. Su estado delataba que hacía días su cuerpo no ingería ningún alimento. No me importaba si tenía que obligarla, me encargaría de que a partir de ese momento volviera a comer, a salir con sus amigos, en fin, a volver a su vida.
No parábamos de hablar de miles de cosas, ante todo intentábamos abordar temas divertidos con los que conseguir sacarle alguna sonrisa, pero nuestra misión se volvía cada vez más complicada. Se limitaba a asentir simplemente. Se nos empezaban a acabar los recursos.
Me sentía tan impotente al verla de aquel modo y no ser capaz de hacer nada para animarla. Lo que más me preocupaba era que apenas había probado bocado, pero ni Tania ni yo nos levantaríamos de aquella mesa hasta que Sandra terminara de comer, nos podría alcanzar la madrugada que allí seguiríamos. Sabíamos que intentar que volviera a ser la de antes de un día para otro era muy complicado. En esos momentos tan solo queríamos que no se enfermara y entendiera que descuidándose no ganaba nada. El resto llegaría poco a poco.
Finalmente conseguimos que se comiera todo lo que le sirvieron. Mentalmente estaba totalmente devastada y ahí nosotras no podíamos hacer nada. Era ella quien debía seguir adelante y con el tiempo lo haría.
No hacía más que repetir que quería volver a su casa para dormir. No creía que tuviera sueño, más bien pensaba que quería volver a la soledad de su habitación para llorar. Sandra se parecía un poco a mí en ese aspecto. A las dos nos costaba mucho llorar delante de los demás.
Fuera lo que fuera, esperaba que todo el cansancio acumulado la venciera y consiguiera dormir todo lo necesario para que le volviera el color y esas horribles ojeras desaparecieran de su bonito rostro.
Hablar con Tania le vendría muy bien, nadie mejor que yo lo sabía.
Una vez que la dejamos en su casa, le hicimos prometernos que para cualquier cosa que necesitase nos avisaría, sin importar la hora que fuese, por ella haríamos lo que fuera.
–Ese malnacido se merece acabar sus días en la cárcel–dijo Tania con odio mientras conducía de vuelta a casa. Estaba totalmente de acuerdo con ella, pero por desgracia eso no estaba en nuestras manos. Ninguna de las dos se atrevió a sacarle el tema a Sandra. Creo que ambas sentíamos que no nos podíamos meter en su decisión de no hacer nada, al menos no tan pronto. Quizás con el paso de las semanas lo viera con otra perspectiva y decidiera actuar.
Tania me dejó en la casa, pero estaba tan nerviosa que no dudé ni un segundo en coger el coche de mi padre e ir a comisaría. Necesitaba averiguar cuál era la situación en la que se encontraban mis amigos. Era egoísta pero el que más me preocupada era Joseph. Tenía una relación maravillosa con él. Se había convertido en un hermano para mí, nunca sustituiría el lugar de Raúl, eso era una obviedad, pero tenerle en mi vida me hacía muy feliz.
Antes de arrancar el coche pensé en el inconveniente de ir a verlos. El agente Ross estaría allí y eso me ponía muy nerviosa. No sabía si sería capaz de controlar los deseos que cada día se hacían más fuertes en mi interior.
Hacía mucho tiempo que un hombre no me atraía hasta el extremo de desearlo a cada instante. Tenerlo cerca podía hacerme olvidar el resto del mundo y únicamente centrarme en su piel rozando con la mía, sus ojos penetrándome en lo más hondo. Deseaba comprobar si la virilidad que demostraba con su presencia era tal en otros aspectos. Quería que me volviera a dejar en las nubes con sus besos. Podía jurar que nunca un hombre había conseguido con un simple beso que me temblara todo el cuerpo.
No tardé mucho más en decidir qué hacer, era tarde, tenía poco tiempo, o eso creía, sinceramente no tenía el placer de conocer cuáles eran los horarios de visita en la comisaría.
Por supuesto, cuando tienes prisa no hacen más que aparecer contratiempos,
– ¿Dónde vas? –Mi padre se puso delante del coche dejándome claro que no se apartaría hasta que bajara la ventanilla del coche y le diera una buena respuesta. No tenía ni idea de que contestar, solo sabía que no podía decirle la verdad, sabia de sobra que me lo impediría del modo que fuera. Mi cerebro estaba haciendo un gran esfuerzo por contestar algo que sonara creíble. Lo más fácil habría sido decir que ya era mayor de edad y no tenia por qué darle explicaciones de que hacía y con quien, pero eso sería iniciar una guerra y seguir perdiendo tiempo.
–Tranquilo, volveré pronto, solo voy a la heladería de una amiga a hacerle un poco de compañía–al principio dudó un poco, pero sin decir nada más se apartó de mi camino, no sin antes pedirme que tuviera cuidado.
Las cosas del destino, la comisaria en la que se encontraban, era una de las más alejadas de mi casa. No estaba muy segura de sí interpretarlo como una señal de que no era buena idea asomar las narices por allí. No importaba, afrontaría lo que fuera.
Los aparcamientos de la comisaria estaban prácticamente vacíos, unos cuantos coches oficiales y otros normales. Tontamente, aparqué el coche en el lugar más próximo a la entrada.
A cámara lenta me fui acercando a la entrada, no se escuchaba ningún ruido. Algunos agentes se encontraban en la entrada fumando un cigarrillo mientras hablaban.
En el interior había más movimiento, algunos agentes iban de un lado para otro con papeles, unos cuantos civiles esperando para ser atendidos.
Me sentía perdida allí dentro, no sabía qué hacer, donde preguntar…
Vi como un agente muy alto y serio se acercaba a paso rápido hacía mí, el primer pensamiento que tuve fue el de echar a correr, pero me controlé y haciendo gala de una valentía que no tenía mantuve el tipo ante ese hombre intimidador.
– ¿Qué quiere señorita? ¿Por qué no se sienta y espera como los demás? –empezaba a preguntarme si en la academia de policía les enseñaban a ser unos bordes de cara al público o simplemente era un gen que heredaban unos de otros.
– He venido a ver a unos chicos que fueron detenidos anoche.
– ¿Tiene usted que ver con esos delincuentes? ¿Estaba allí? –ese tipo empezó a avasallarme con preguntas, elevando su tono de voz cada vez más mientras se acercaba demasiado. Estaba bloqueada y avergonzada. Su elevado tono de voz había conseguido que muchos de los que estaban allí se giraran para mirarnos y cuchichear.
–Novoa vuelva a su trabajo. Yo me ocupo de la señorita–era él, ¡Dios mío! El corazón se me iba a salir por la boca. ese imbécil pasó a segundo plano desde el instante en que Vi al agente de policía más sexy del mundo venir a rescatarme.
Ese cuerpo pedía a gritos ser despojado del uniforme y ser tocado sin dejar un solo milímetro libre del pecado.
La respiración se me había acelerado, sentía arder zonas clave de mi cuerpo.
Ante todo, deseaba que me tocara allí donde el deseo era irrefrenable, que acercara su boca a la mía y la poseyera sin piedad, dejándome sin aliento.
Estábamos en un sitio público, con agentes a nuestro alrededor y él en vez de intentar poner una distancia que me permitiera controlar mis locas hormonas, lo único que hacía era acercarse más y más. El espacio entre nosotros era nulo y eso me perturbaba demasiado. No sabía cuánto tiempo más podría controlar mis deseos.
–Ha llegado tarde señorita–volví a la tierra. ¿A qué se refería con tarde? Un pensamiento horrible me vino a la cabeza.
– ¿Qué quiere decir? ¿Les ha pasado algo malo? –dije elevando el tono de voz sin siquiera darme cuenta, estaba demasiado nerviosa para razonar con claridad.
–No, simplemente han sido liberados hace una hora escasa. El chico al que agredieron no ha querido interponer ninguna demanda, es más ha exigido que los liberemos. Es obvio que hay gato encerrado, pero si la víctima se niega a colaborar no podemos hacer nada–respiré aliviada, estaba un poco enfadada, me podrían haber avisado de los últimos acontecimientos, me habrían ahorrado el viaje a la comisaria.
–Muchas gracias por la información agente. Buenas noches–intenté ser lo más formal posible, no podía permitirme que ninguna de las personas que se encontraba en aquel lugar notara las corrientes eléctricas que recorrían mi cuerpo.
Cuando intenté darme la vuelta para irme, sentí su mano sobre la mía, un leve roce de apenas duró un segundo, pero mi cuerpo lo sintió a la perfección como si hubiese sido una eternidad. Me paré en seco y volví a mirarle.
–Tú no vas a ningún lado–un escalofrió me recorrió todo el cuerpo. –Espérame fuera–ni por un momento la excitación de mi cuerpo se redujo. En ese instante alcanzó un punto insoportable, en el que la ropa me sobraba, el agua fría ardería al tocar mi piel.
Nunca había soportado las órdenes, era algo superior a mí, pero sus palabras no las entendí como una orden o una amenaza, si no como una incitación al más puro y deseado placer que dos personas puedan darse.
No me iría, por supuesto que no. Salí a toda prisa de la comisaría y me alejé unos cuantos metros. De verdad que necesitaba aire.
La noche era condenadamente calurosa, cosa que no ayudaba. Al menos corría una suave brisa que fue como tocar el suelo cuando la sentí refrescar mis mejillas.
–Por un momento he pensado que te habías marchado–llegó por detrás y me rodeó la cintura con sus fuertes brazos. Sentía como me apretaba a su pecho. Me sentía demasiado atraída por él como para reaccionar apartándolo. Todo lo contrario, quería sentir todo su cuerpo junto al mío, como si fueran uno. –Podría pasarme la noche acariciándote–metió la mano derecha por debajo de mi camiseta, me acariciaba suavemente el estómago, manteniéndome cerca. Perdí la poca cordura que me quedaba cuando comenzó a dejarme besos calientes, húmedos y excitantes por el cuello. Era suya, me tenía totalmente sometida a todas sus perversiones.
–Esto va demasiado rápido–dije en un intento por revelarme ante aquella manipulación carnal.
–Se que tú también me deseas–tenía razón. Estaba muy excitada por sus palabras y sus roces. Me sentía tan preparada para entregarme a él que me daba miedo.
Me pidió las llaves y se puso al volante de mi coche.
Conforme fuimos recorriendo el camino, la agradable brisa que entraba por la ventana conseguía despejarme las ideas.
¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué permitía todo aquello? Me moría de deseo, pero sabía que solo sería un polvo y me mandaría para mi casa. ¿Dónde estaba mi orgullo? Me había dejado totalmente abandonada e indefensa en brazos de ese tipo.
Definitivamente no, no haría nada esa noche, había decidido poner orden en mi vida. No estaba en contra del sexo esporádico, pero estaba convencida de que si probaba a ese hombre iba a querer más y dudaba mucho que él pensara igual que yo. No quería acabar enganchada a un hombre del que apenas conocía su nombre.
–Para llegar a mi casa tienes que girar a la derecha en la siguiente calle–se me hacía raro llamar la casa de mis padres mi casa, no me gustaba hacerlo, pero Daniel no conocía mi historia.
–No vamos a tu casa.
–Yo quiero ir a mi casa.
–No es cierto y lo sabes–me molestaba que hablara con tanta seguridad de lo que quería o no.
–No sabes nada de mí–de reojo vi como sonrió. Su sonrisa no me inspiró nada de confianza.
–Puedes seguir intentando engañarte a ti misma–paró el coche. Miré al frente, había aparcado justo detrás de un coche de policía, sería el suyo y aquella su casa, se veía grande para una sola persona. Tampoco sabía si vivía solo, no sabía absolutamente nada de él, solo que era policía y fastidiosamente guapo. De su carácter sabía que era un arrogante pero cuando quería podía ser agradable y muy convincente.
Se bajó del coche y se aproximó a mi puerta para abrirla y pedirme que bajara. No iba a hacerlo, había tomado una decisión y por más fuerte que fuera el deseo que sentía, creía que estaba haciendo lo correcto por lo me mantendría firme.
A la segunda vez que me negué a bajar del coche, vi como su mirada se oscureció, lo que me dio a entender que estaba empezando a perder la paciencia. Él se lo estaba buscando, no podía obligarme a hacer nada que yo no quisiera.
–Solo quiero que hablemos como personas adultas–pensé que se había rendido cuando resopló e hizo amago de alejarse de la puerta del coche. Bajé la guardia, por eso no pude evitar que me cargara en su hombro como un saco de patatas sin ninguna dificultad.
Pataleé, grité, le di golpes para que me soltara, pero el cerró el coche y abrió la puerta de su casa con total normalidad, como si no llevara sesenta y ocho kilos en su hombro.
– ¡Bájame! –volví a gritar, esta vez me soltó, me dejó en el suelo con cuidado.
– Por Dios ¿Tienes cinco años? –no podía negar que su comentario me molesto hasta límites insospechados.
–Pues si yo tengo cinco años, tú eres un maldito pederasta–me arrepentí de mi comentario nada más soltarlo. Quería ser ante él una mujer segura de sí misma y en vez de eso, estaba quedando con una adolescente de quince años.
–Te repito que quiero hablar.
–¿Tenemos que hacerlo dentro de tu casa? Prefiero estar fuera–no era necesario explicar por qué me sentía más segura fuera.
–Te intimido–no era una pregunta. Lo estaba afirmando a la vez que esbozada una sonrisa egocéntrica.
–No me intimidas en lo más mínimo–nunca se me había dado muy bien mentir, y tenerle a él delante no ayudaba.
–¿De verdad? Vamos a comprobarlo–antes de que me diera cuenta, me agarró por el brazo derecho y me aferró a su cuerpo. Se inclinó hacía mí dejando sus labios muy cerca de los míos. Me tenía totalmente pegada a él. Intenté empujarle para separarlo de mí, pero un segundo después le agarré por el cuello y atraje su boca a la mía. Le rodeé el cuello con mis brazos y abrí más la boca para él. Su lengua asaltó la mía con gran ferocidad. Un gemido escapó de mis labios y lo escuché gruñir.
Me faltaba el aire, pero no importaba, solo importaba el hecho de que estaba besando los labios que más había deseado en toda mi vida, que estaba aferrada al cuello del hombre que por primera vez había conseguido trastornarme con tan solo una mirada o una sonrisa.
De mis labios pasó a mi cuello, dejando besos calientes y húmedos por él. Era salvaje y excitante, muy excitante. Ese hombre derrochaba sensualidad por cada uno de los poros de su delicioso cuerpo, un cuerpo que iba a disfrutar todo lo que pudiera.
Sentí sus manos tocando mi trasero. Lo aferré por su pelo para volver a reconducir su boca hacía mis labios. Lo besé con todo el deseo que quemaba mis entrañas, demostrándole que podía ser tan exigente como él.
Sin parar de acariciarme ni un solo instante, llegó a mis pechos. Solté un gemido más profundo que los anteriores.
–Voy a besar cada centímetro de tu cuerpo. Quiero hacerte estremecer como nadie–susurró en mi oído. Mordió mi oreja con delicadeza y yo me derretí de puro placer.
Lo empujé un poco y le observé de arriba abajo. Llevaba el uniforme, me daban ganas de arrancárselo con la boca, era tan sumamente perfecto, se veía tan sexy…
Tiré de la camisa, los botones saltaron y vi su perfecto pecho. No estaba excesivamente fuerte, pero si tenía el cuerpo formado y los abdominales marcados, cosa que me encantaba.
Posé las manos en él y con un poco más de calma recorrí su cuerpo por completo, intentado memorizar cada detalle. No sabía si aquello se volvería a repetir por lo que quería quedarme con un muy buen recuerdo.
Me agarró por los cachetes del trasero y tiró de mi hacía arriba para que yo saltara y me aferrara con las piernas a su cintura. Volvió a mi boca a la vez que nos conducía a la segunda planta donde se encontraba su dormitorio.
Siguió besándome. Por el camino me quitó mi camiseta junto con el sujetador, me apretó contra su pecho haciendo que mis senos se hundieran contra su pecho, a la vez que acariciaba con dulzura mi espalda. Tenía unas manos capaces de llevarte a la demencia con sus suaves caricias.
Me dejó caer en la cama y se quedó observándome a la vez que respiraba con dificultad. Sentí un poco de vergüenza y a la vez satisfacción al saber que la vista de mi cuerpo provocaba que los ojos se les oscureciesen y el aire le faltara.
Esta vez no había nada entre sus manos y mis pechos, sentí las caricias mucho más intensas. Estaba tan concentrada en el placer que estaba experimentando mi cuerpo, que apenas noté cuando comenzó a desabrocharme los pantalones.
La desesperación cada vez era mayor, yo estaba más que preparada para que se hundiera dentro de mí.
Mientras el acariciaba mis muslos, yo estiré las manos hasta dar con el cierre de sus pantalones. Acaricié su hombría y lo escuché gemir cada vez más fuerte. Le desabroché los pantalones y colé la mano. Comencé a acariciarle de arriba abajo, mientras él no paraba de gruñir.
–Me pones al límite sin siquiera haber empezado–su voz ronca hizo que todo mi cuerpo se estremeciera.
Comencé a masturbarlo con mayor rapidez, yo también sabía tener el control sobre él.
Se movió alejando mis manos, me despojó de las últimas prendas que cubrían mi cuerpo, me dejó completamente desnuda ante su mirada. Cerré los ojos y sentí su lengua hundirse en mi interior, un grito de desesperación escapó de mi garganta.
Dio una última mordida en el punto clave y alcancé el cielo con un grito que pudo escuchar todo el barrio. Había sido el orgasmo más intenso de toda mi vida, y lo mejor era que aquello no había acabado.
Respiraba con dificultad, intentando reponerme a la avalancha de placer que acababa de arrasar conmigo. Él me estaba dando unos segundos de margen mientras se entretenía con mi cuello.
Abrí los ojos cuando sentí su virilidad acariciar mi cavidad. De una zancada me penetró por completo.
–Que estrecha eres–jadeó. Comenzó a dar zancadas rápidas. No podíamos ser suaves, la necesidad era demasiada.
–No pares, ¡por favor! –gruñó y aceleró el ritmo. Volvió a besarme con desesperación, chupándome el labio inferior para después asaltar mi boca de nuevo. Le aferré por el pelo, empujando su boca contra la mía, quería más, ¡lo quería todo!
Cada vez sentía el clímax más cerca. La sangre de mis venas se convirtió en fuego. Mi cerebro estaba totalmente nublado por todo lo que estaba sintiendo. Aquello era otro nivel del sexo, el máximo en la escala.
Por fin exploté con un grito que fue ahogado por sus labios. Segundos más tarde sentí como comenzó a temblar hasta derramarse en mi interior.
Comenzamos a respirar con urgencia. Él poco a poco y con cuidado salió de mi interior y se echó a un lado de su enorme cama.
Poco a poco fui relajándome. Mi cuerpo volvía a su estado normal a la vez que mi vergüenza aumentaba. Había experimentado el mejor sexo de mi vida.
No me atrevía ni a girar un poco la cabeza para mirarle. No sabía si estaba mirando para otro lado o, por el contrario, me estaba observando.
Sentí su brazo en mi pecho, me giré un poco y lo vi tumbado hacía mi lado. Los ojos cerrados y su respiración tranquila me dieron a entender que se había quedado profundamente dormido. No sabía si lo conseguiría, pero también intenté dormir. A fin de cuentas, estaba bastante cansada.
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Creo que este es uno de los capítulos más esperados. Ojalá os encante, si es así me encartaría que me lo pusieseis en los comentarios.
Nos leemos.