El tio de mis niñas. Cap 9

Inicio Foros Querido Diario Relatos El tio de mis niñas. Cap 9

  • Autor
    Entradas
  • Mpigor
    Invitado
    Mpigor on #240365

    El viernes por la tarde, tras terminar en el trabajo vuelvo a mi casa rápidamente y termino de preparar todo el equipaje, a las seis cogemos el vuelo que nos lleva a Barcelona para hacer noche allí y embarcar a la mañana siguiente. A las cuatro y media lo tengo todo listo y Carlos me recoge en casa para dirigirnos al aeropuerto. Me despido de mi familia y nos montamos en el coche super ilusionados. Llegamos al hotel sobre las ocho de la noche y cuando me dispongo a darme una ducha, Carlos me para y dice:
    – ¿Quieres hacer algo hoy?
    – Pues no tenía nada planeado, pero me gustaría ver algo de Barcelona. Nunca he estado aquí. ¿y tu?
    – Yo si he estado de vacaciones con mis amigos. No tenemos tiempo para verlo todo, pero si quieres puedo hacerte un pequeño tour por la ciudad.
    – Me encantaría. Me arreglo y nos vamos. – digo entrando en el baño.
    – Ponte calzado cómodo, y date prisa, quiero enseñarte algo que te va a encantar. – comenta sonriendo cuando me ve tan ilusionada.
    Me ducho y me visto rápidamente, me pongo unos vaqueros, una blusa veraniega de rayas blancas y celestes y unas alpargatas de esparto, es lo más cómodo que traigo en la maleta, así que seguro que no me canso por mucho que andemos. Bajamos al comedor y cenamos rápidamente algo del buffet para después marcharnos, empezamos a andar por las calles de Barcelona, no se por donde vamos, pero me limito a disfrutar del ambiente veraniego, todas las terrazas de los bares están llenas, hay mucha gente en las calles disfrutando del frescor de la noche. Llegamos a un parque, hay un montón de gente paseando, otros haciendo deporte, familias disfrutando del lugar y muchos turistas para ser un simple parque. Miro hacia la derecha y me doy cuenta de por qué hay tanta gente aquí, hay una enorme fuente con luces de colores y chorros de agua hacia arriba y cientos de personas alrededor de ella disfrutando del espectáculo.
    – Justo a tiempo, acaba de empezar. – Dice Carlos mirando el reloj.
    – ¿Qué es esto? -pregunto.
    – Es la fuente mágica de Montjuïc.
    Nos acercamos un poco más, es precioso empieza a sonar música y el agua hace un baile al compás. El espectáculo dura aproximadamente media hora.
    – Wow, esto es precioso. – Le digo a Carlos cuando se para la música y la gente empieza a irse.
    – Tu cara mirando la fuente si que era preciosa, mira. – Dice mostrándome un par de fotos en su teléfono móvil. Soy yo, de perfil, mirando a la fuente como si de un niño mirando un caramelo se tratase. Ni me había dado cuenta de que me estaba sacando esas fotos, pero la verdad es que me encantan.
    – Gracias. – Digo dándole un abrazo y un leve beso en la comisura de los labios.
    – Vamos, tenemos que coger un taxi para ir a nuestro próximo destino. – comenta agarrándome la mano para dirigirnos hacia la calle más cercana. Nos montamos en el taxi y Carlos le dice que nuestro destino es la Pedrera, no tengo ni idea de qué es eso, pero seguro que si Carlos me va a llevar allí es un lugar espectacular.
    Llegamos a nuestro destino, nos bajamos del taxi y Carlos me muestra con la mano dónde vamos. Veo justo delante de mi un edificio con la fachada ondulada y muchos balcones, las rejas son rarísimas. Entramos y pagamos una visita nocturna. Nos cuentan la historia de este lugar tan pintoresco y su relación con el arquitecto Gaudí, visitamos las estancias de la casa y por último la azotea. Me esperaba cualquier cosa de ella después de ver toda la casa, pero nada de lo que mi imaginación podía prever tenía relación con la realidad en absoluto. Los trencadís me parecen una forma de decoración super original a la vez que muy laboriosa. Cabe destacar mi asombro por las enrevesadas formas de las figuras. Nos asomamos para ver las vistas de la ciudad y la panorámica del paseo de Gracia me deja alucinada. También se puede ver desde aquí arriba y bastante a lo lejos la Sagrada familia iluminada por completo. Todo es fascinante. Cuando acaba la visita y bajamos a la calle estoy flipando por completo.
    – ¿Estás muy cansada? – pregunta Carlos.
    – Un poco solo. ¿por?
    – Tengo pensado ir a un sitio más, pero tenemos que caminar bastante, aunque creo que el esfuerzo merecerá la pena.
    – Entonces vamos. – digo ilusionada.
    Paseamos durante casi media hora por una enorme calle en línea recta todo el tiempo, hasta que a lo lejos puedo vislumbrar a dónde vamos.
    – ¡Vamos a la Sagrada Familia! – exclamo.
    – Claro, no podíamos irnos de aquí sin visitar el monumento más emblemático de toda Barcelona.
    Seguimos caminando hasta que llegamos al pie del monumento. Es tarde y no hay mucha gente, todo está bastante tranquilo. En la plaza hay un grupo de músicos callejeros, tocan música clásica. Disfrutar de la belleza de la Sagrada Familia con esta hermosa música de fondo no tiene precio.
    – ¿Me concede este baile? – dice Carlos tendiendome la mano.
    – Por supuesto.
    Aunque estoy muerta de la vergüenza acepto su petición. Nadie nos conoce aquí, además, no se si voy a volver a venir aquí. ¿por qué no disfrutar del mayor número de experiencias posibles? Me agarro a Carlos y comenzamos a bailar, aunque lo que estamos haciendo es más bien abrazarnos al ritmo de la música. Apoyo la cabeza en su hombro y puedo notar los latidos de su corazón. El tiempo se detiene a nuestro alrededor y deseo que este momento no pase nunca. La música cesa y nos separamos al oír a un grupo de turistas que pasaba por allí aplaudir. Pensaba que nadie nos estaba mirando y ahora estoy un poco avergonzada. Saludamos al público cual bailarines en un teatro y nos acercamos al grupo para dejarles un par de monedas en el sombrero que tienen en el suelo. Cuando nos damos cuenta es tardísimo y mañana a las doce embarcamos.
    – Deberíamos irnos al hotel. – comento.
    – De acuerdo, busquemos un taxi.
    – ¿No podemos ir dando un paseo? – pregunto. La noche está super agradable y no me importa andar un poco.
    – Hay casi una hora y media andando desde aquí hasta el hotel. – dice Carlos sonriendo.
    – Entonces busquemos un taxi. – Respondo entre risas.
    Cuando el taxi nos deja en el hotel, subimos a la habitación, necesito otra ducha y cuando se lo digo a Carlos decide acompañarme. Nos perdemos entre besos y caricias bajo el agua, y cuando llegamos a la cama nos fundimos entre las sábanas, hacemos el amor y nos olvidamos de lo demás.

    Por la mañana me despierto un poco antes de que suene la alarma que programamos anoche. Carlos duerme plácidamente a mi lado, lo despierto suavemente, tenemos que bajar a desayunar, recoger lo que hemos usado esta noche e ir al puerto para embarcar. Cogemos un taxi en la puerta del hotel que nos lleva hasta el puerto y allí buscamos en lugar por el cual debemos acceder al barco. Subimos por una plataforma y nos recibe un grupo de azafatas, les entregamos el equipaje y nuestros nombres, nos ponen unas pulseras para el todo incluido, nos entregan un mapa del barco y nos ofrecen una copa de champagne además de indicarnos cuál es nuestro camarote y que en una hora tendremos nuestras maletas en él, mientras podemos explorar un poco el barco. Estamos en un hall enorme, hay multitud de tiendas y cafeterías repartidas por todo él, es como una enorme plaza, al mirar hacia arriba se ven numerosos pasillos alrededor de la plaza central, son los camarotes, en lo alto hay una enorme cúpula de cristal a través de la cual se ve un trozo enorme de cielo, además entra muchísima claridad.
    – Vamos a la cubierta. – propongo.
    Buscamos en el mapa como llegar y vamos hacia allí. Al llegar vemos que hay múltiples piscinas e incluso unos cuantos toboganes acuáticos, es todo increible. Decidimos sentarnos en la mesa de uno de los bares y pedimos unas copas. Un niño que hay en la mesa de al lado tira su vaso de zumo y un par de minutos después llega una chica con uniforme de servicio para limpiarlo. Carlos y yo estamos charlando tranquilamente, pero cuando llega ella, Carlos la mira fijamente y ella a él, parece que se conocieran de algo, pero no sé de qué, está totalmente absorto, no da señales de vida hasta que le agarro la mano, entonces vuelve a mirarme, como si mi roce le hubiese hecho desconectar de un hecho traumático. La chica limpia todo y se marcha.
    – ¿Pasa algo Carlos? – pregunto.
    – No es nada, solo me había parecido conocer a esa chica, pero creo que no es quien yo pensaba.
    Esta reacción me extraña un poco, pero la dejo pasar. Seguimos charlando, pero noto que Carlos no está igual, le ha pasado algo al verla. Subimos a nuestro camarote y desempacamos todo el equipaje, colgamos los trajes para la cena con el capitán, que es mañana y guardamos todo el los armarios. Tenemos todo el día para disfrutar de lo que queramos hacer en el barco, hay una revista en el camarote que explica todo lo que podemos hacer de forma gratuita con la pulsera. Hoy hemos pensado ir a la zona de piscinas hasta el almuerzo y esta tarde iremos al spa. Pasamos la tarde entre baños y masajes, es todo tan placentero que parece un sueño, por la noche decidimos ir a cenar y después a tomar algo a la discoteca del barco. Nos estamos arreglando en el camarote cuando tocan a la puerta, yo me meto en el cuarto de baño porque estoy a medio vestir y Carlos abre, es un camarero, nos trae una botella de champagne, cuando el chico se marcha salgo de mi escondite y pregunto.
    – ¿Has pedido tú esto?
    – No, pensaba que habías sido tú. – dice acercándose a la cubitera.
    Hay una tarjeta. La lee y veo que pone una cara extraña. Pero guarda la tarjeta en el bolsillo de su camisa.
    – ¿Qué pone? – pregunto.
    – Es un regalo de bienvenida. – Dice abriéndola y sirviendo un poco en las copas que la acompañan.
    Brindamos por este viaje y por que lo pasemos muy bien, terminamos de arreglarnos y bajamos al restaurante. Cenamos charlando tranquilamente. Conocemos a dos parejas que están de viaje de novios, son españoles también y tienen más o menos la edad de carlos, así que nos damos los números y decidimos ir juntos a la discoteca. Llegamos los seis, no me esperaba para nada lo grande que es este sitio, es mucho más grande que muchas discotecas que están en tierra, es temprano y no hay mucha gente todavía, así que encontramos una mesa con unos sofás libre alrededor. Decidimos sentarnos allí y pedir algo. Hablamos tranquilamente mientras la discoteca se va llenando poco a poco, Andrés y Paula son de Madrid, se casaron el fin de semana pasado y ha estado una semana en Barcelona, para embarcar hoy igual que nosotros y Sandra y Rubén son de un pueblecito de Barcelona , se casaron ayer por la tarde y han embarcado esta mañana también. Cuando nos queremos dar cuenta, está la pista a reventar. Las chicas vamos un rato a mover el esqueleto a la pista y los chicos se quedan charlando. Estamos bailando cuando noto unas manos en mis caderas, están duras y me aprietan mucho, este no es Carlos, así que me giro rápidamente y al ver que no es él le doy tal puñetazo en la cara que sé que se me va a hinchar la mano, un círculo se forma a nuestro alrededor y siento como llega Carlos a mi lado, me pregunta si estoy bien, a lo que respondo que sí, y seguidamente se gira para el tío y le da otro puñetazo que lo tira al suelo, me agarra el brazo y salimos a la terraza de la cubierta. Nos sentamos en una hamaca vacía mientras me duelo de la mano, se me está hinchando y estoy perdiendo movilidad. Ahora mismo en mi cabeza hay un cúmulo de pensamientos que no se como gestionar, así que no puedo evitar echarme a llorar.
    – Eh, no llores, no pasa nada. – dice Carlos.
    Me abrazo a él y entierro la cabeza en su cuello, se que voy a dejarle la camisa hecha un cuadro, pero no puedo contener mis lágrimas. De repente llegan Sandra, Rubén, Andrés y Paula con un paño con hielo para mi mano. Intentan calmarme y cuando estoy algo más relajada, Sandra dice.
    – Venga, no dejemos que un pequeño incidente arruine este viaje, vamos a vuestro camarote, os arregláis y volvemos a la discoteca.
    No tengo muchas ganas, pero no quiero arruinarle la noche a Carlos, así que Rubén y Andrés se quedan en la terraza y las chicas, Carlos y yo bajamos al camarote. Carlos se cambia la camisa y sale a buscar más hielo para mi mano mientras intentamos arreglar el estropicio de mi cara. Cuando estoy lista, agarro la camisa sucia de Carlos, que está sobre la cama, para meterla en el lavabo con un poco de jabón y que se vayan remojando las manchas de maquillaje. Las chicas están sentadas en la cama mientras yo lo hago. encuentro en el bolsillo la nota que había en el champagne, no pone nada de que sea un regalo de bienvenida, sino un mensaje.
    “Nos vemos a las 1:30 en la cubierta del restaurante. R.”
    ¿Quién es R? Miro mi reloj, son las 1:27, así que le digo a las chicas que se vayan a la discoteca, que iré a buscar a Carlos para que deje el hielo, que ya no me duele la mano, y después vamos allí.
    Se van para la discoteca y yo voy rápidamente a la cubierta, cuando llego está todo a oscuras, solo se ve lo que alumbran las luces de emergencias. Son las 1:36, de repente veo una luz que sale por debajo de una puerta, me acerco, hay gente hablando, o más bien discutiendo, parece que hay una chica llorando, y la otra voz estoy segura de que es Carlos. Pego la oreja a la puerta y oigo parte de la conversación.
    – No quiero que se entere de nada de esto. – dice Carlos.
    – De acuerdo. – Responde ella. – ¿Puedes darme un abrazo? – pregunta entre sollozos.
    De repente se hace el silencio en la habitación, decido abrir la puerta y entrar rápidamente en la habitación. Me encuentro a Carlos de pie, abrazando a una chica que está apoyada en un mueble, esto es un almacén para la limpieza, al notar la puerta, los dos se separan rápidamente y veo que es la chica que estaba limpiando los cristales esta mañana en la cubierta. Mi cara perpleja al verlos hace que Carlos reaccione y se acerque a mi.
    – No me toques. – Digo inundándome en lágrimas, y me echo a correr.
    Carlos me persigue y en la puerta del restaurante me alcanza y me agarra del brazo, haciéndome parar.
    – Espera, por favor, puedo explicarte esto. No sé lo que estás pensado, pero seguro que no es lo que ha pasado. – no puedo mirarle a la cara, no quiero verle la cara.
    – Déjame tranquila. – digo sin mirarle, dándome la vuelta y marchándome de allí, él se queda quieto, perplejo mirándome mientras me alejo.
    Subo de nuevo al camarote, mi cara es de nuevo un borrón de maquillaje, me lo quito y me cambio la ropa, necesito fogar el cabreo que llevo dentro, y sé que si me acuesto no voy a poder dormir. Me pongo ropa deportiva y me voy al gimnasio con la esperanza de que esté abierto y no haya nadie. Por suerte para mí, está abierto, hay un par de chicas en las máquinas elípticas, pero yo no necesito eso ahora mismo. Miro el plano y veo que hay una sala de artes marciales, me dirijo a ella, está la luz apagada, la enciendo y veo un saco de boxeo en una esquina, esta es mi oportunidad. La sala está completamente insonorizada, cierro la puerta, cojo unos guantes de una estantería y me los pongo. Le doy un par de golpes al saco, pero mi mano está resentida por el de antes, así que me duele. Las lágrimas afloran de nuevo, mis sentimientos son un cúmulo de rabia, impotencia, estrés y dolor. Le pego al saco con la mano que no me duele y con las piernas. Al pasar un rato estoy cansada, pero no dejo de llorar, me siento en la esquina, me abrazo las piernas y entierro la cabeza en mi regazo.

    Noto que alguien me está tocando el hombro mientras me pregunta si estoy bien. Levanto la cabeza y veo a una mujer de unos treinta años, equipada con ropa de deporte que está a mi lado intentando ver qué me pasa.
    – ¿Qué te ha pasado? ¿estás bien? – pregunta al verme la cara, debo estar horrible, con los ojos hinchados por las lágrimas.
    – Es solo que anoche necesitaba liberar tensiones y vine aquí, pero seguramente me he quedado dormida. ¿Qué hora es? – pregunto.
    – Son las ocho y media de la mañana, soy Carmen, la monitora de crossfit, a las nueve empieza la clase y he venido a preparar el material, por eso te he encontrado, vamos, salgamos de aquí antes de que empiece a llegar gente.
    Le doy las gracias por todo y me voy al camarote, no tengo ganas de encontrarme con Carlos, pero necesito darme una ducha y tomarme una pastilla, el dolor de cabeza que tengo es insoportable. Abro la puerta con mi tarjeta y entro, Carlos está tumbado en la cama sin deshacer, dormido con la ropa puesta. Tiene los ojos hinchados, parece que él ha estado llorando también. Sin hacer ruido cojo algo de ropa del armario, mi neceser y me encierro en el cuarto de baño. En la ducha, el agua caliente cae por mi cabeza y relaja mis músculos, paso casi una hora aquí, pensando lo que voy a decir cuando salga y tenga que afrontar la situación y hablar con él. Me visto y salgo del cuarto de baño, no hay nadie en el camarote, pero en la mesa hay una bandeja de desayuno al lado de una nota y una rosa.
    “He pensado que deberías comer algo, sé que no querrás verme, pero por favor, no te vayas del camarote, vuelvo rápido y quiero contártelo todo. Te quiero. C”
    No tengo ganas de nada, pero sé que tengo que comer algo para poder tomarme el analgésico, si no me va a hacer más daño que beneficio. Me tomo el café y el zumo de naranja, no me entra nada sólido, pero hago un esfuerzo por comerme un croissant. Me tomo la pastilla y justo cuando estoy soltando el vaso de agua oigo la puerta abrirse, no quiero ni puedo mirarle a la cara.
    – Buenos días. – Dice al entrar, parece que está tanteando el terreno.
    – Para quien los tenga. – Respondo de forma borde, no quería hacerlo, pero me ha salido solo.
    Carlos se acerca a mi y se sienta al otro lado de la mesa, se nota que quiere guardar las distancias, nunca nos habíamos enfadado tan fuerte, y no sabemos cómo va a reaccionar el otro.
    – ¿Qué tal tu mano? – pregunta intentando romper el hielo.
    – Podría estar mejor, pero no me quejo.
    – ¿Me dejas verla? – dice tendiendo su mano. Se la muestro, no está hinchada, pero si algo morada y tengo la movilidad algo reducida. – Deberíamos ir a ver al médico del barco para que te de alguna crema o algo.
    – Bueno, más tarde iré. – Respondo.
    – María, necesito contarte lo que pasó anoche, seguro que es todo un malentendido.
    – No se si será un malentendido, pero si se que te vi abrazado a una mujer, a la que esa misma mañana vimos y te quedaste de piedra cuando te diste cuenta de quién era, la misma que te mandó una nota con el champagne y que tú me engañaste cuando te pregunté qué ponía. Carlos, quedamos en que tendríamos completa sinceridad, pero te oí decirle que no querías que yo me enterase de lo que había sucedido ¿Cómo quieres que interprete eso?
    – Esto tiene una explicación muy razonada, pero es una larga historia, y vas a tener que comprenderme, porque yo mismo me quedé en shock cuando Raquel me contó lo que tenía que decirme.
    – Tenemos todo el día para que me cuentes lo que sea. – digo levantándome de la silla y sentándome en la cama con las piernas cruzadas y la espalda apoyada en el cabecero.
    – A ver, yo conocí a Raquel cuando tenía diecinueve años y ella tenía diecisiete. Fuimos pareja durante un año hasta que un día ella desapareció, se mudó de pueblo, solo me dejó una carta de despedida, me dejó hecho pedazos, nuestra relación estaba en lo mejor, y de pronto ella desapareció sin darme más explicaciones que el que a su padre le había cambiado de destino en el trabajo y la promesa de escribirme, por aquél entonces todo el mundo tenía tuenti y messenger, pero ella desapareció de todo, no cogía el teléfono, sus cuentas se borraron, no he sabido nada de ella hasta que embarcamos ayer y la vimos en la cubierta. Cuando ella se fue caí en una tremenda depresión, fue una época difícil de mi vida, me emborrachaba a diario e incluso me drogaba, fue un año horrible, hasta que mis padres decidieron tomar cartas en el asunto y me internaron en un centro de desintoxicación. Cuando la vi ayer pensé que me debía una explicación, y cuando me mandó la nota pensé que era la oportunidad perfecta para poder saber qué había sido de su vida. Por eso anoche fui a donde ella me dijo, me ha contado lo que pasó, el verdadero motivo por el que se fue y lo que ha sido de su vida después de eso, además me pidió perdón por todo lo que me causó su marcha y solo eso, ahí acabó todo. No quería que supieras nada porque no me gustaría verte sufrir.
    Estoy un poco más tranquila por saber quien es esa chica, pero aun sigo algo enfadada, quiero saber los motivos de su marcha, esos que Carlos no quería contarme.
    – ¿Me lo vas a contar todo? – pregunto.
    – Si tu quieres, estoy dispuesto a contártelo todo.
    Asiento con la cabeza y él empieza a contarme todo.
    – Resulta que se quedó embarazada, tenía la edad que tienes tu ahora y cuando se lo contó a sus padres decidieron alejarla de mí, de todo lo que tenía, se mudaron de ciudad y ella tuvo allí al niño.
    – ¿Eres padre? – pregunto con la voz ahogada, las palabras salen de mi boca a la vez que las lágrimas recorren mis mejillas. – Perdona, continua. – Digo, estoy muy nerviosa ahora mismo, me tiembla todo y veo que a él le están sudando las manos y se le quiebra la voz mientras continua hablando.
    – Pues Raquel tuvo un niño, pero en el parto tragó líquido amniótico y una semana después murió. – una lágrima cae por su mejilla al decir la última palabra. Me acerco a él y la capturo con mis dedos. – Ella lo pasó muy mal, pero ya que se había alejado de mí no quería decirme que habíamos sido padres y nuestro hijo había muerto. Entró en una gran depresión, estuvo a punto de suicidarse incluso, hasta que llegó alguien a su vida que la cambió y le hizo ver que podía salir de ese agujero, era un chico con el que hacía terapia, se casaron hace dos años y son muy felices, él es ahora el Maitre del restaurante y viven en el barco, han formado una familia juntos. Raquel solo quería hacer las paces conmigo y liberar un nudo que tenía en la garganta y que le atormentaba desde hace mucho tiempo.
    Las lágrimas no dejan de caer por mis mejillas, y Carlos está llorando también.
    – Lo siento, he sido una tonta, no debería haberme enfadado tanto. No tengo perdón, es solo que el simple hecho de pensar que puedas irte con otra y abandonarme me hace perder los estribos y, yo, no… – Carlos me abraza, no me deja terminar la frase, entierro la cabeza en su cuello y lloramos los dos a la par.
    – No llores, por favor, ya bastante hemos llorado, tenías toda la razón para enfadarte, yo mismo entré en cólera cuando ví al tipo ese tocándote, no me puedo imaginar que había pasado si estuvieses abrazada a él después de haberte mandado una nota. Debería habértelo explicado todo. De verdad que siento mucho haberte hecho más daño ocultándote la verdad que con la propia verdad. Te prometo que te lo contaré todo de aquí en adelante, sea bueno o malo.
    – Te quiero. – Digo posando un suave beso en sus labios.
    – Te quiero. – Responde Carlos para después intensificar el beso.
    Necesitaba tener contacto con él, necesitaba sentir el calor de sus labios, no aguantaba más tiempo estando enfadada con él, no podía soportar la idea de tener que estar una semana aquí encerrados y enfadados. Tras una sesión de innumerables besos y caricias, bajamos a que el médico me vea la mano. Me aplica una pomada y un vendaje de sujeción, es solo una contusión en los nudillos por el golpe. Cuando acaba, subimos de nuevo al camarote.

    – Por cierto, ¿Dónde has pasado la noche? Te llamé por teléfono, pero tu móvil estaba en el cuarto de baño, te busqué por todo el barco hasta las cinco de la mañana, pero me fui desesperado al camarote esperando que volvieras y que no hubieses hecho ninguna locura.
    – Cuando te dejé en la puerta del restaurante subí al camarote, pero estaba tan enfadada que necesitaba liberar tensiones, así que me fui al gimnasio y me la pasé pegándole a un saco de boxeo, cuando estaba cansada me senté en una esquina y me quedé dormida, hasta que esta mañana la monitora de crossfit me ha encontrado y me ha despertado.
    – Pensaba que ibas a hacer una locura, si no aparecías esta mañana iba a llamar a la policía de a bordo. – dice abrazándome.
    – No te merezco. – respondo.
    – Yo si que no te merezco.
    Entramos en el dormitorio abrazados, ya estamos algo más relajados, incluso parece que Carlos tiene ganas de cachondeo cuando se acerca a mi oreja y me muerde el lóbulo, sabiendo lo que eso causa en mi interior. Lo miro a los ojos y puedo ver en ellos una oscuridad intensa, como la que tenía los primeros días que pasamos en su casa. No sé cómo ni por qué, pero nuestra ropa vuela por los aires en pocos segundos y caemos a la cama entre besos y caricias. Pasamos el resto de la mañana entre sábanas y “te quieros” hasta que decidimos ir a almorzar, estamos hambrientos. Después de almorzar nos echamos la siesta, no hemos descansado nada desde anoche, y hoy tenemos la cena de gala con el capitán.

    https://weloversize.com/topic/el-tio-de-mis-ninas-cap-8/
    https://weloversize.com/topic/el-tio-de-mis-ninas-cap-7/
    https://weloversize.com/topic/el-tio-de-mis-ninas-cap-6/
    https://weloversize.com/topic/el-tio-de-mis-ninas-cap-5/
    https://weloversize.com/topic/el-tio-de-mis-ninas-cap-4/
    https://weloversize.com/topic/el-tio-de-mis-ninas-cap-3/
    https://weloversize.com/topic/el-tio-de-mis-ninas-cap-2/
    https://weloversize.com/topic/el-tio-de-mis-ninas-cap-1/


    Responder
    Roberta
    Invitado
    Roberta on #241540

    Hola Mpigor:
    ¡Vaya plan que acabas de montar! ….. ¿volverán a aparecer los celos? Rob.

    Responder
    Lectora
    Invitado
    Lectora on #245169

    No nos dejes así!! Necesitamos más :)

    Responder
    MarSoñadora
    Invitado
    MarSoñadora on #247387

    ¡Mpigor vuelve! Me está encantando el relato y quiero saber cómo sigue.

    Responder
WeLoversize no se hace responsable de las opiniones vertidas en esta web por colaboradores y usuarios del foro.
Las imágenes utilizadas para ilustrar los temas del foro pertenecen a un banco de fotos de pago y en ningún caso corresponden a los protagonistas de las historias.

Viendo 4 entradas - de la 1 a la 4 (de un total de 4)
Respuesta a: El tio de mis niñas. Cap 9
Tu información: