Jugando con fuego. Cap 3: Una mentira y un perro que hace la croqueta.

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    Ilenia on #275638

    Al final del capítulo os dejo todos los links, tanto los de la primera parte «Jugando con la ley» cómo los capítulos de «Jugando con la ley» ya subidos.

    Capítulo 3: Una mentira y un perro que sabe hacer la croqueta.

    Nada más sonar la alarma de mi teléfono salté de la cama y comencé a vestirme a toda prisa. Iba a ser un día intenso y muy duro, pero tenía que enfrentarme a lo que fuera que estaba ocurriendo. Durante la noche mi cabeza no había parado de elucubrar distintas situaciones y ninguna de ellas había sido buena. El hecho de pensar que mi hermano en realidad había sido un auténtico desconocido para mí me aterraba.
    No desayuné antes de salir hacía la comisaria porque tenía el estómago totalmente cerrado, el simple hecho de imaginarme dándole un bocado a una tostada o una fruta me produjo una arcada.
    Mi estado de nervios no mejoró cuando me subí al coche, cada movimiento que daba me ponía más cerca de obtener las respuestas que buscaba y eso me secaba la boca y me hacía temblar. En ocasiones sé es más feliz viviendo en la ignorancia.

    Aparqué en los aparcamientos exteriores a la comisaria, los más lejos que encontré, creía entender porque actuaba así, aunque a veces era más complicado entenderse a uno mismo que a los demás.
    No podía negar que mi estado de nervios no se debía sólo a mi hermano, Daniel no se había marchado ni un momento de mi mente. Él me había dicho que allí nadie sabía que estaba vivo pero hacía más de veinticuatro horas que no tenía noticias suyas, no sabía cuales eran sus planes, hasta cuando permanecería escondido o si había cambiado de opinión y había vuelto a su trabajo. Sinceramente prefería que no estuviera allí, era consciente de que saldría bien parada de allí y prefería pasar un tiempo sola para llamarme las heridas y pensar.

    Después de más de media hora reuní el suficiente valor para salir del coche y encaminarme hacía el recinto de la comisaria. Los recuerdos comenzaron a invadirme, desde la primera vez que decidí entregarme a él, pasando por mi arresto y acabando por el segundo peor día de mi vida.

    Al ser temprano no había mucho ajetreo, unos cuantos agentes, una pequeña cola para la renovación de pasaportes y demás documentos de identidad… Me sentía bastante perdida, no sabía cómo encontrar a aquel hombre. ¿Preguntando su nombre quizás?
    Vi a un policía apoyado contra la pared ojeando unos papeles, no tenía cara de amargado por lo que me sentí confiada para abordarle.
    –Perdone, estoy buscando al inspector Montoya, necesito hablar con él ¿Podría decirme donde está o llamarlo? Por favor– dejó de mirar los papeles, me miró de arriba abajo y me sonrió. Su sonrisa no terminó de gustarme.
    –¿Esas dudas no te las puedo resolver yo? –volvió a esbozar una sonrisa que me gustó menos que la primera, pero no era una persona con la que pudiera perder los nervios.
    –No, el inspector Montoya estuvo hablando hace unos días con mi padre y hay detalles que quisiera aclarar con él–expliqué intentando parecer calmada.
    –¿Qué detalles? –alerta, idiota a la vista. No entendía su insistencia. Él no podía ayudarme ¿Por qué no iba de una maldita vez en busca de su compañero? Eso era lo único que podía hacer por mí.
    La impaciencia comenzaba a nublarme el raciocinio. Necesitaba que alguien viniera a interrumpir aquella absurda conversación o acabaría metida en una de esas celdas como hacía unos meses. Mis plegarias fueron escuchadas y otro agente le llamó, me pidió que no me moviera de allí que enseguida volvía.
    En cuanto desapareció de mi campo visual fui a hablar con otro agente que estaba sentado en una mesa mirando la pantalla del ordenador.
    Para mi suerte ese señor se limitó a sonreírme y dirigirme hacía la mesa del hombre al que yo buscaba. Se lo agradecí de verdad, hasta me dieron ganas de abrazarlo pero me contuve.
    El inspector me pidió que me sentara, esbozó una pequeña sonrisa que consiguió distraerme por unos segundos, debía reconocer que era un hombre atractivo e imponente, pero sin duda su fuerte eran sus ojos, nunca había visto unos ojos azules tan claros, parecían del color del cielo.
    –¿En qué puedo ayudarla? – volví a la tierra e intenté no mirarle demasiado tiempo a los ojos, aunque la verdad era que su boca tampoco tenía desperdicio alguno.
    –Soy la hija de Miguel Santos. Usted estuvo hace unos días en mi casa e informó a mi padre sobre unas novedades sobre mi hermano y su muerte. Quisiera que me contara todo lo que sabe sin saltarse ningún detalle, por favor–sin decir nada se levantó de la mesa y se marchó por unos cuantos minutos, cuando volvió traía en su mano izquierda unos documentos.
    –Su nombre–dijo sin levantar la cabeza de los papeles.
    –Alejandra.
    –Alejandra, no puedo decirte más de lo que le conté a tu padre. Tu hermano traficaba con drogas, algunos adolescentes lo ven como una vía rápida para conseguir dinero, pero tu hermano dio con el hombre equivocado. Todo apunta a un ajuste de cuentas, pero seguimos investigando para poder esclarecer el caso–nunca supe caso no cerrado, pero eso no era lo peor, no entendía que en más de dos años de investigación la única información fuera que fue un ajuste de cuentas, empezaba a sospechar que no me estaba contando la verdad.
    –¿Al menos sabe el motivo por el que decidieron…? –no era capaz ni de acabar la frase. Por primera vez levantó la mirada del informe policial y me miró con pena, odiaba que me tuvieran pena.
    –Sabemos de quien se trata, pero como te he dicho, los motivos no han sido esclarecidos. Trabajamos en ello.
    –¿Y por qué no arrestan a quien dio la orden? –pregunté con rabia y lágrimas contenidas en los ojos.
    –Porque no existen las suficientes pruebas. Necesitamos reunir más datos para que no esté en la calle al día siguiente–me pasé las manos por el rostro, cerré los ojos en busca de calma.
    –Inspector por favor, yo necesito saber por qué–casi le rogué.
    –Alejandra, el problema es que este caso me lo acaban de asignar, antes lo llevaba otro inspector.
    –¿Quién era? –pregunté esperanzada, si otro hombre se había encargado de las averiguaciones durante dos años, estaba segura de que debía tener mucha más información de la que me estaba concediendo ese hombre.
    –Daniel Ross pero murió hace poco tiempo, por eso me asignaron el caso–mi corazón dejó de latir, por unos segundos no fui capaz de mover ni una sola articulación de mi cuerpo. Tenía que tratarse de una broma de mal gusto, Daniel no podía saber todo aquello sobre mi hermano y no haberme contado absolutamente nada, al contrario, me había engañado como a una idiota.
    Cuando por fin reaccioné, me despedí del inspector y me marché sin darle tiempo a despedirse. Comencé a sentir que me asfixiaba, necesitaba salir de allí con urgencia. Cuando iba a atravesar la puerta de salida sentí una mano agarrar la mía, por un momento pensé en Daniel, pero obviamente no era él, se trataba del baboso que me atendió cuando llegué a la comisaria. Tenía los nervios a flor de piel, no me consideraba capaz de aguantar una sola grosería de ese hombre, por suerte yo ya había pasado por el detector de metales y pude marcharme haciéndome la loca, como si no le estuviera escuchando gritarme, fue una suerte que no supiera mi nombre.
    Necesitaba averiguar cómo dar con el paradero de Daniel, por más excusas que intentaba buscar para comprender que no me contara nada, ninguna era lo suficientemente buena para justificar el engaño. Siempre pensé que era un simple agente de policía y resultaba que era inspector y llevaba el caso de mi hermano, no era como que no hubiese surgido el momento de contármelo. ¿Y si te ha utilizado? Un fuerte dolor atravesó mi cabeza, fue como si me acabara de caer un rayo o me hubiesen clavado mil agujas, las ganas de devolver se apoderaron de mi a un nivel tan intenso que no me dio tiempo a llegar al baño público que había a unos metros. Como pude conseguí esconderme detrás de un coche y vomité. De mi interior sólo salió líquido, no había ingerido nada de comida desde el almuerzo del día anterior. Intenté respirar profundamente en busca de un poco de calma.
    Mi teléfono comenzó a vibrar, tenía varios mensajes de Joseph en los que me pedía que fuera a verlo porque necesitaba hablar conmigo. Ese mensaje fue como agua de mayo, necesitaba tranquilizarme, ocupar mi mente y conseguir expulsar los demonios que se habían instalado en ella, al menos intentar hacerlos a un lado hasta que llegara el momento de enfrentarme a ellos.
    Llegué al garaje después de más de cuarenta minutos al volante. Me percaté de que prácticamente todos mis amigos estaban allí, a la única que no vi fue a Sandra, me extrañó que no estuviera por allí, si no estaba mal informada, hacía una semana que había regresado de sus vacaciones con su tía. Sabía que tener una nueva persona en su vida con la que compartía sangre era muy importante para ella, pero esperaba que eso no fuera motivo para alejarse de quienes se convirtieron en la familia que nunca tuvo.
    Visualicé a Joseph sólo en uno de los sofás más apartados con su portátil, en cuanto me vio cerró el ordenador y se dirigió hacía la barra, me hizo un gesto para que lo siguiera. Me senté en uno de los taburetes y el sacó un par de cervezas, pero rechacé la que me ofreció, no había comida nada y hacía un rato había vomitado entre dos coches, no me parecía la mejor idea tomar alcohol. A pesar de no aceptar la cerveza, abrió las dos y se sentó a mi lado, giró el taburete para que estuviéramos de frente y soltó un largo suspiro después de dar el primer trago a la cerveza. Verdaderamente parecía afligido, pocas veces lo había visto así.
    –Pareces agotado, como si llevaras varias noches sin dor…
    –Se va–me interrumpió. Volvió a llevarse la cerveza a los labios y esta vez dio un trago más largo que el primero.
    –No te entiendo ¿Quién se va? –volvió a levantar la cerveza y se la terminó, la dejó a un lado y fue a coger la otra para seguir bebiendo, pero se lo impedí, agarré la cerveza y se la retiré de la mano.
    –Joseph ¿Qué pasa? –por primera vez me miró a los ojos. Las ojeras eran profundas e incluso parecía tener los ojos hinchados por haber estado llorando.
    –Sandra–no dijo nada más. Me quitó la cerveza de las manos que hacía unos segundos yo le había quitado a él y dio un trago.
    –Joseph para y explícame bien que pasa, por favor–volví a quitarle la cerveza y la dejé en el otro extremo de la barra donde él no la alcanzaría. Por un momento me miró reprobatoriamente pero un segundo más tarde bajó la mirada a sus manos vacías.
    –Su tía le ha ofrecido que se marche a vivir con ella a Madrid. Anoche la invité a cenar, te juro que había reunido el valor suficiente para contarle de una maldita vez lo que siento y de repente me suelta esa bomba–mi amigo se pasó las manos por el pelo con frustración.
    –Lo siento mucho Joseph–que lo sientas de poco le va a servir.
    –Dame la cerveza, por favor–estiré el brazo para cogerla, pero no lo hice.
    –Esa no es la solución.
    –¿Y cuál es? –me miró directamente a los ojos–¿Sabes? Me preguntó que debía hacer porque no estaba segura de que decisión tomar. Quería gritarle que no se vaya, me habría puesto de rodillas, pero ¿Cómo le voy a pedir eso? No tengo derecho a decidir sobre su vida–su tono de voz era desesperado. Se levantó del taburete y él mismo cogió la cerveza.
    –No creo que te estuviera pidiendo que decidieras por ella, estará confundida y tu eres su mejor amigo, es una decisión muy importante y es normal que recurra a ti–por la cara que puso me di cuenta de que había sido un error recordarle que para la chica a la que quería él sólo era un amigo.
    –Estoy seguro de que se va a ir. Su tía le ofrece un hogar, tranquilidad, amor y un perro enorme. ¡No puedo competir contra un pastor alemán que sabe hacer la croqueta!
    –Bueno, si practicas estoy convencida de que conseguirás hacerla mejor que el perro–por primera vez Joseph sonrió.
    –¿Si me tomo otra cerveza te enfadarías conmigo? –su tono era irónico. Joseph no era una de esas personas que pidieran permiso y mucho menos de las que le importaran las opiniones ajenas sobre su persona a excepción de dos, Sandra y yo.
    –La decisión aún no está tomada y aunque decidiera marcharse, no significa que la pierdas para siempre–sonrió y negó con la cabeza.
    –La cuestión es que no vamos a comer juntos, no vamos a ir al cine juntos, no la voy a ver sonreír todos los días y ¡necesito una maldita cerveza para soportar lo cursi que estoy siendo! –se levantó nuevamente del taburete y se metió detrás de la barra donde estaba el frigorífico en el que guardaban las cervezas.
    –No me has llamado para que te de un consejo, solo querías alguien con quien desahogarte–sonrió por tercera vez desde que había llegado.
    –Siempre me ha gustado lo inteligente que eres, pero no eres alguien, eres Alex, la amiga que me escucha y me entiende, no como esta panda que tienen la sensibilidad de una piedra–y eso hice, le escuché durante horas. En más de una ocasión pensé que alguna lágrima resbalaría por su mejilla, pero no pasó. En el transcurso de las horas se acercaron algunos amigos, incluido Álvaro que llegó una hora después que yo, para preguntar si nos pasaba algo, veían extraño que lleváramos tantas horas apartados hablando con cara de entierro, desde luego no éramos la alegría de la huerta. A todos les negamos que algo malo pasara y no insistieron más, al único que no vi del todo convencido fue a Álvaro, pero él tampoco insistió, sabía cuando debía retirarse.
    –No te he llamado sólo por mí. Alex, quiero que tengas cuidado.
    –Vuelvo a no entenderte.
    –Mario, al que le pediste que me avisara de que habías estado aquí, ha preguntado mucho por ti. Te lo digo porque no me fio de él–tendría presentes sus palabras. Joseph no levantaba falsos testimonios sobre nadie y no solía tener prejuicios con las personas por lo que tenía claro que si no se fiaba de ese chico era por algo que había visto de él que no le había gustado.
    Me despedí de mi amigo, no sin antes pedirle que dejara de beber y se fuera a dar una vuelta para despejar la cabeza.
    Me dirigí a mi coche para volver al piso, sin darme cuenta se me había hecho más tarde de lo que imaginaba.
    –Espera–la voz me resultó familiar, me di la vuelta y me topé con el hombre que había sido desagradable conmigo el día anterior y del que Joseph hacía escasos segundos me había advertido.
    –Le di tu recado a Joseph.
    –Lo sé y te lo agradezco–iba a continuar con mi camino, pero me agarró el brazo impidiendo que me diera la vuelta.
    –¿Tienes prisa?
    –Sí, tengo cosas que hacer–miré su mano que seguía agarrándome. Me soltó y di un paso hacia atrás, no me gustaba que invadieran mi espacio vital y mucho menos un desconocido.
    –Otro día cuando tengas más tiempo tomaremos algo mientras charlamos–no me estaba preguntando, estaba afirmando tranquilamente como si él y yo fuéramos dos amigos que llevaban tiempo sin verse y necesitaban charlar para ponerse al día. Se me pasaron varias respuestas sarcásticas por la cabeza, pero lo último que quería era enzarzarme en una discusión inútil.
    –Ya veremos–en mi casa “ya veremos” siempre había significado no y esperaba que en la suya también.

    La noche cayó y mi estómago seguía sin querer recibir alimentos, no quería enfermar por la falta de nutrientes, pero también conocía las consecuencias de obligar a mi cuerpo a cosas que no quería, a duras penas conseguí comerme una manzana y medio plátano. Lo peor era que tampoco conseguía pegar ojo. Me había metido en la cama, pero sólo conseguía dar vueltas por lo que me fui al salón y puse la televisión para ver si con la aburrida programación me daba sueño. Necesitaba imperiosamente descansar, pero mis pensamientos no me permitían pegar ojo. En menos de ocho horas debería levantarme para ir a la universidad, pero sinceramente dudaba que lo hiciera si no conseguía dormirme en la próxima hora.

    El golpe de la puerta principal me sobresaltó. Abrí los ojos y vi llegar a María sin la compañía de Álvaro. Me había quedado dormida en el sofá con la televisión encendida.
    –¿Qué haces?
    –Me he quedado dormida-dije llevándome la mano a la cabeza. Ese sofá no era un buen sitio para quedarse dormida.
    –Vaya horas– eran más de la una de la madrugada. Nunca antes había vivido con ella, pero la conocía perfectamente y sabía que era muy cuidadosa con las horas de sueño si al día siguiente tenía universidad.
    –Lo sé, no me he dado cuenta y me he entretenido más de lo que quería.
    –Me imagino con que–la escuché reír por el pasillo y unos segundos más tarde cerrar la puerta de su habitación. Apagué la televisión y antes de levantarme del sofá estiré los brazos, me sentía agotada. Me dirigí primero a la cocina a por agua porque tenía la garganta seca, al abrir el frigorífico para coger una botella de agua, el olor de la comida llegó a mis fosas nasales y mi estomago crujió, por primera vez en todo el día tuve hambre, pero era muy tarde y tenía más ganas de acostarme que de comer, aunque la tortilla sin cebolla y con queso de cabra que María había hecho el día anterior para las dos me estaba haciendo ojitos, me quedé unos segundos mirándola pero acabé cerrando el frigorífico, le di un buen trago a la botella de agua y me dirigí a mi habitación.
    Entré en mi cuarto y el aire huyó de mis pulmones. Antes de que pudiera gritar por el susto, él ya me había tapado la boca. Cuando me calmé, le di un manotazo para que dejara de tocarme, estaba muy enfadada con él y ahora que lo tenía delante no iba a permitir que se marchara sin que me diera todas las respuestas que quería.
    –¿A qué has ido a comisaria?
    .
    .
    .

    ¡Nos leemos!

    LINKS JUGANDO CON LA LEY

    Prólogo https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley/
    Capitulo 1: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-2/
    Capitulo 2: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-2-una-no-oferta-y-una-fantasia/
    Capitulo 3: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-3-un-sirope-y-escalofrios/
    Capítulo 4: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-4-control-de-alcoholemia-y-el-salto-del-tigre/
    Capítulo 5: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-5-un-deseo-desvelado-y-ojos-dilatados/
    Capítulo 6: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-6-un-hombre-de-champions-league-y-ajustar-cuentas/
    Capitulo 7: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-7-una-orden-y-un-limite/
    Capítulo 8: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-8-un-trago-de-cerveza-y-una-detencion/
    Capítulo 9: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-9-una-risita-y-una-noche-divertida/
    Capítulo 10: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-10-una-pared-fria-y-sospechas-confirmadas/
    Capítulo 11: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-11-mayday-mayday-houston-tenemos-un-problema/
    Capítulo 12: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-12/
    Capítulo 13: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-13-una-camiseta-peculiar-y-una-tumbona/
    Capítulo 14: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-14-un-loro-chillon-y-veinte-segundos/
    Capítulo 15: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-capitulos-15-y-16/
    Capítulo 17 y 18: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-capitulos-17-y-18/ç
    Capítulo 19 (final) https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-capitulo-final/

    LINKS JUGANDO CON FUEGO.

    Capítulo 1: https://weloversize.com/topic/jugando-con-fuego-cap-1-2a-parte-de-jugando-con-la-ley/
    Capitulo 2: https://weloversize.com/topic/jugando-con-fuego-cap-2-estas-segura-repito-estas-segura/

    Responder
    Gema
    Invitado
    Gema on #275690

    Madre mia!!! No se si me puedo aguantar al próximo. Me encantan tus dos relatos.

    Responder
    Silviosa
    Invitado
    Silviosa on #275920

    Me encanta esta parte! Menudo giro, qué pasará…!

    Responder
    Científica empedernida
    Invitado
    Científica empedernida on #277033

    Muy bueno, como siempre!

    Responder
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