Marcos y Lucía: capítulo 17

Inicio Foros Querido Diario Relatos Marcos y Lucía: capítulo 17

  • Autor
    Entradas
  • Moetsi
    Participante
    Moetsi on #220027

    En el capítulo anterior:
    Esa fue la última vez que vi a Marcos, salió por la puerta de mi casa llevándose con él todo el amor que alguna vez pude sentir por alguien.
    Tenía el corazón roto en mil pedazos y lo único que me quedó fue el consuelo de que nuestro amor fue real, verdadero, y que, al menos durante un tiempo, existió un nosotros.

    Pasé esa noche llorando y todas las noches siguientes durante mucho tiempo.
    Era consciente de que fuimos nosotros quienes decidimos separarnos, y lo hicimos con la mayor serenidad de la que fuimos capaces, pero eso no hacía que doliera menos, seguía resultándome difícil continuar mi vida sin él.
    Me refugié en el trabajo, en pasar tiempo con las chicas, y por supuesto con Eva, que dio a luz a principios de enero, y tuvo una niña preciosa a la que llamó Ariadna.
    Ella fue quien contó a mis padres que había abierto una tienda y unos meses después recibí la visita de mi padre y mi hermano, que quisieron interesarse por saber cómo me iba.
    No fue un encuentro emotivo, nunca tuvimos ese tipo de relación, pero al menos hubo un acercamiento, y no fue la última vez que lo hicieron, sus visitas se repitieron en varias ocasiones, aunque siempre venían ellos dos solos, mi madre nunca los acompañó.
    Con la tienda no podía permitirme cerrar muchos días por vacaciones, pero aproveché unos días de puente en verano para ir a Avilés y pasar algo de tiempo con Eva y Ariadna, volví a verlas en Navidad, cuando vinieron a visitar a toda la familia y también recuperé la cena navideña por mi cumpleaños, las chicas insistieron en que debía hacerlo y esa noche la dedicamos a organizar planes para el verano siguiente.
    Marta se iba a vivir a Madrid, ella había estudiado comunicación y desde que terminó la carrera, trabajaba para una agencia, pero siempre con contratos temporales.
    Su empresa le ofreció un puesto fijo en una de las oficinas que tenían en la capital, en unos meses quedaría una vacante libre por jubilación, tendría un contrato estable y muy buenas condiciones económicas, así que decidimos que ese verano volveríamos a organizar un viaje para pasar unos días juntas antes de su marcha.
    Ya había pasado un año, supe muy poco de Marcos en ese tiempo.
    En febrero ingresó en la academia de policía y meses después, cuando terminó, le destinaron a Madrid.
    Rocío me contó que venía algunos fines de semana, pero nunca coincidí con él, la mayor parte del tiempo lo pasaba en la parcela, yo cambié mi ruta de ida y vuelta al trabajo, pasaba poco por el bar y si lo hacía, nunca era en fin de semana.
    Supongo que los dos aprendimos a evitarnos, pensando que así sería más fácil continuar con nuestra vida.
    Llegado el verano decidimos regresar a Ribadeo, a la misma casa de los tíos de Elena en la que estuvimos unos años atrás.
    Muchas veces cuando estaba sola y pensaba en Marcos seguía sintiéndome triste, pero al volver a entrar en esa casa, sonreí recordando los días tan especiales que pasamos juntos.
    Eso era lo que me quedaba, alimentarme de los buenos recuerdos que guardaba de Marcos en mi memoria.
    Si cerraba los ojos, aún me parecía verle allí en la terraza, apoyado en el pasamanos y mirando al mar, aunque esta vez la luna parecía más pequeña, menos brillante y ya no sonaban canciones en mi cabeza.
    La primera noche que salimos a cenar con los primos de Elena, me quedé un rato charlando con Carlos en el porche.

    -Te noto aún más triste que la última vez que nos vimos. ¿Tiene algo que ver el chico del bar?
    -Ya hace un año y medio que no estamos juntos, pero hay sentimientos de los que cuesta un poquito más desprenderse.
    -Yo también lo dejé con mi novia hace unos meses. Así es el destino. ¿Conoces esa historia del hilo rojo?
    -Creía en ella hasta que lo dejé con Marcos, ahora ya no sé si es cierta.
    -Puede que él no fuera la persona que estaba al otro extremo de tu hilo.

    ¿Y si tenía razón? ¿Y si no era Marcos? Me costaba mucho creer que hubiese estado tan equivocada, pero aquello me hizo pensar.
    Los días siguientes pasamos mucho tiempo juntos, nos divertíamos y hablábamos durante horas, y la última noche Carlos insinuó que quizás entre nosotros podría existir algo.
    Él era un chico muy interesante, atractivo, y simpático y congeniábamos bien, pero nunca le vi como alguien a quien podía querer en un sentido romántico.
    Cuando le conocí hace ya muchos años, yo estaba en un mal momento por todo lo que había pasado con Alex, mi primer novio, después llegó Marcos a mi vida, y Carlos por aquel entonces también tenía novia, pero ahora los dos estábamos solos y no sé de qué manera sus palabras me hicieron dudar por un momento que quizá, esa historia del hilo rojo no estaba destinada a Marcos, si no a él.
    Carlos se acercó a mí, rodeándome por la cintura y en el momento en que sus labios rozaron los míos, lo supe.
    No había nervios, ni temblores de piernas, ni se me aceleraba el pulso, ni me sonrojaba, no sentía deseo, ni atracción, no había caricias ni besos que provocaran en mí escalofríos.
    Dejé que Marcos se lo llevara todo, porque le pertenecía, porque si no era con él, no lo quería tener con nadie más.
    Ni siquiera sé por qué tuve dudas, puede que fueran las ganas de dejar de sentirme tan vacía, de deshacerme de ese nudo de la garganta y eliminar la presión que tenía en el pecho, pero en el fondo de mi corazón, sabía que, a pesar de no estar juntos, Marcos era el único que podía lograr aquello.
    Él era el amor de mi vida, y ni Carlos ni nadie podrían cambiar eso.

    -Esto no funciona ¿verdad?- dijo Carlos sonriendo.

    Negué con la cabeza, encogiendo los hombros, a modo de disculpa.

    -Teníamos que intentarlo, pero no lo sientas Lucía. Y no pierdas la esperanza, algún día encontraremos a nuestra otra mitad.

    Los dos nos tomamos aquello como una anécdota y no le dimos más importancia, continuamos siendo amigos tal y como siempre fue.
    Después de las vacaciones, Marta se trasladó a Madrid, y no pudo regresar hasta navidades.
    Organicé mi tradicional cena, pero esa noche celebramos más su vuelta que mi cumpleaños, aunque hablábamos por teléfono, todas la extrañábamos mucho y dedicamos la noche a ponernos al día sobre todas las cosas que habían pasado en los últimos meses.
    En enero Eva y Álvaro vinieron con Ariadna de visita, mi madre organizó una fiesta por el segundo cumpleaños de mi sobrina, a la que tuvo el detalle de invitarme, era la primera vez que coincidía con ella desde la boda de Eva.
    Mi padre y mi hermano me saludaron con cierta normalidad, pero mi madre ni siquiera me miró, no entendí por qué me había invitado si no quería ni verme.
    Solo cuando estaba a punto de marcharme se acercó, al escuchar a mi tía preguntarme si salía con alguien.
    Y desde la tranquilidad más absoluta, encontré el valor para hablar con ella y fui capaz de decirle cuánto daño me había hecho su forma de tratarme y cuántas veces me sentí apartada y desprotegida, porque necesité el cariño de una madre que nunca tuve.
    No dijo nada, no hubo ni una pizca de arrepentimiento en su mirada, dio media vuelta y se marchó.
    Después de eso, perdí definitivamente la relación con mi madre, y por triste que pudiera parecer, al hacerlo me liberé de muchas cadenas a las que estuve atada mientras permití que ella condicionara mi vida.
    Esa tarde sentí por primera vez que soltaba gran parte del peso que cargaba en mis espaldas, ahora podía caminar más ligera y seguir avanzando.
    De nuevo llegó el verano, y al igual que las cenas de cumpleaños, volver a Ribadeo con Susana, Elena y Marta, se convirtió en tradición.
    Días de playa, cenas en el chiringuito y conversaciones nocturnas en el porche con Carlos, con el que seguía manteniendo una buena amistad.
    Al regresar de las vacaciones, una tarde observé a mis vecinos de local, al lado de la tienda había un taller de reparación y venta de piezas, Fran era el dueño, un chico bastante atractivo, su novia había entrado algunas veces en la tienda, era muy simpática, se llamaba Elsa.
    Me gustaba verlos juntos, ella le venía a buscar muchas tardes al taller y Fran siempre la recibía con una sonrisa, se miraban como si no existiese nada más que ellos dos en el mundo.
    Así era como yo me sentía cuando estaba con Marcos.
    Lo recordé con nostalgia y con cariño, seguía queriéndole, seguía enamorada, pero su recuerdo ya no dolía tanto, ahora solo quedaban buenos sentimientos cuando pensaba en él.
    De nuevo llegó diciembre, ya habían pasado tres años, y mi vida después de Marcos por fin era más estable.
    Mis costumbres no habían cambiado demasiado, pero yo sí que lo hice, me reconcilié conmigo misma por todos los fallos del pasado, los que tenían que ver con Marcos y con mi vida en general.
    Todo lo malo había desaparecido, sentí que había cerrado una etapa, perdonándole a él y a mí misma por todas las veces que nos equivocamos, deshaciéndome de miedos, de complejos y de todas las cosas y las personas que no me hacían ningún bien, como mi madre.
    Ahora estaba tranquila, más animada, volvía a quererme, había madurado y me sentía más segura.
    Ese vacío que Marcos había dejado seguía existiendo, pero aprendí a gestionarlo y seguí adelante, tenía que continuar, mi vida no podía reducirse a lo que había sido hasta ahora, tenía que haber algo más, me debía otra oportunidad y el destino se encargó de brindármela.
    Éste era mi momento.
    Un par de semanas antes de mi 30 cumpleaños, Elena y Susana se presentaron una tarde en la tienda sin esperarlas.
    Llamaron a Marta, para que las cuatro pudiésemos hablar mientras yo abría el sobre que me entregaron.
    Dentro había un billete de tren para Madrid, una reserva en un hotel y una entrada para el concierto de Pablo López, que coincidía justo la semana antes de mi cumpleaños.
    Ese año Marta no podría venir a pasar las fiestas, así que organizaron un viaje de unos cuantos días para poder ir a verla.
    Me hizo muchísima ilusión, por ver a Marta y por el concierto, ellas sabían cuánto me gustaba Pablo López, y aunque no era buena fecha para cerrar la tienda, pensé que por una vez tenía que aprovechar la ocasión.
    Nos fuimos el sábado por la mañana y regresaríamos el lunes.
    Llegamos al mediodía y quedamos con Marta para comer, ella compartía piso con otra chica, después nos fuimos al hotel a descansar un rato y a prepararnos para el concierto, que era el mismo sábado por la noche.
    Marta, a través de la agencia para la que trabajaba, había conseguido unos pases VIP y podríamos disfrutar del concierto en primera fila desde una zona exclusiva.
    No solía arreglarme demasiado entre semana, y esa noche me apetecía, me puse unos vaqueros negros ajustados, una camiseta con lentejuelas que llevaba bastante escote y transparencias en la espalda, una cazadora de cuero entallada y unos zapatos de tacón negros.
    Unos años antes no me hubiese atrevido a ponerme esa camiseta, pero ahora ya no me preocupaban tanto mis complejos físicos, me veía guapa y sexy, y con esa actitud salí del hotel en dirección al concierto.
    Llegamos un poco justas de tiempo y ya había un montón de gente haciendo cola para entrar, suerte que con los pases VIP nosotras pudimos acceder por la zona de prensa y no tuvimos que esperar.
    Uno de los compañeros de Marta que estaba allí para cubrir el concierto nos acompañó al interior del recinto, había muchísima gente trabajando en el backstage, corrían de un lado a otro sin parar y de pronto algo hizo que me quedase paralizada en mitad de aquel caos.
    Habría reconocido aquella sonrisa entre cientos.
    Marcos estaba allí, mirándome fijamente al final del pasillo.
    Tuve ganas de reir, de llorar y hasta de salir corriendo, pero era incapaz de moverme, solo lo hice cuando Elena, que venía detrás de mí, me empujó hacia adelante para que continuase caminando.
    Quisiera o no, tenía que pasar por su lado, él era quien estaba controlando el acceso a la zona VIP.

    -¿Qué haces aquí?- fue lo único que acerté a decir cuando llegué a su lado.
    -Hola Lucía, me alegro de verte- dijo.
    -¡Si, claro! Hola Marcos- exhalé intentando tranquilizarme- perdona, ni siquiera te he saludado, es que me sorprende verte aquí, no imaginé que podría encontrarme contigo.
    -A estos conciertos viene mucha gente y a veces nos llaman para reforzar la seguridad. Y tu ¿qué haces aquí? Supongo que venir al concierto.
    -Si, bueno en realidad también hemos venido a pasar el fin de semana con Marta, vive aquí ahora.
    -¿Cómo estás? Te veo bien, estás muy guapa- dijo mirándome de arriba abajo.

    Le observé durante unos segundos, estaba increíblemente atractivo con ese uniforme y no había perdido aquella sonrisa que aún hacía que me temblasen las piernas.

    -Gracias, sí, estoy bien-respondí por fin- ¡lo siento! es que no sé ni qué decir, no me puedo creer que estés aquí, y que nos hayamos encontrado entre tanta gente.
    -Es cosa del destino.

    ¿Qué posibilidades había de que pudiésemos encontrarnos allí?
    ¿Una entre un millón? Estando en casa, y trabajando a cien metros del bar, no coincidimos ni una sola vez en tres años.
    No podía ser casualidad.
    La radio sonó, su compañero le dio algunas indicaciones y él se retiró para contestar, haciéndome un gesto con la mano para que le esperase.

    -Lo siento- dijo al volver- tengo que salir un momento, y tampoco quiero entretenerte o al final te perderás el concierto. Oye Lucía, no sé cuántos días estarás aquí, pero me gustaría quedar contigo si tienes tiempo, cuando termine esta noche, no vuelvo a trabajar hasta el martes, podríamos tomar un café y hablar un rato.
    -No sé Marcos… me voy el lunes, y mañana tengo planes con Marta…no creo que pueda.
    -Claro, no te preocupes. De todas formas, me ha gustado verte.

    Se despidió con un abrazo y cuando sus manos tocaron mi espalda, un escalofrío me recorrió el cuerpo entero.
    Ya no recordaba cómo era sentirle tan cerca y aquel abrazo me hizo recuperar durante unos segundos esa sensación.
    Me costó unos minutos tranquilizarme cuando regresé con las chicas.

    -Deberías verte la cara Luci, parece que has visto un fantasma- dijo Elena.
    -Si, uno del pasado. Pero era real, y me ha hecho sentir cosas que creía perdidas.

    La música del piano comenzó a sonar.
    No era la primera vez que las escuchaba, pero esa noche tuve la sensación de que todas las canciones parecían hablarme de él, como si Pablo las hubiese escrito para nosotros, podría resumir nuestra historia saltando de una canción a otra, y a medida que avanzaba el concierto, por mi cabeza pasaron todos los momentos que viví con él.
    Me giré varias veces buscando su mirada, esperando que estuviese allí y también pudiese escucharlas, pero Marcos ya se había marchado.
    Después del concierto nos fuimos a cenar algo a un bar de tapas, estábamos junto a la Puerta del Sol y mientras esperábamos para cruzar un paso de peatones, un niño que caminaba junto a su madre, dejo caer a mis pies un coche de juguete.
    Sonreí mientras se lo devolvía, recordando mi primer encuentro con Marcos.
    Cuando terminamos de cenar, Marta nos llevó a Las Cuevas de Sésamo, un lugar extraño pero que tenía cierto encanto.
    La entrada era como un portal con unas escaleras estrechas desde donde se accedía a las cuevas, que estaban en un sótano.
    La decoración era muy antigua, sillones de terciopelo verde, mesas y taburetes de madera envejecidos por el tiempo, una escultura en el centro representando la cabeza de un caballo que parecía atravesado por lanzas, un autógrafo de Hemingway, imágenes de algunos cuadros famosos como el Guernica, paredes llenas de citas y frases de escritores, filósofos o artistas, y un piano donde tocaban música en directo.
    Estuvimos allí un par de horas bebiendo sangría, riendo y hablando de mil cosas.
    Hacía mucho calor dentro y Elena y yo salimos a la calle unos minutos mientras ella se fumaba un cigarro.
    No me había fijado al entrar, en la entrada tenían un pequeño escaparate con libros y fotografías antiguas, y algo más que llamó mi atención.
    Había una teja pintada a mano que representaba la entrada de las cuevas, estaba rodeada por una tira de luces de colores que me hizo recordar aquellas luces que yo coloqué en el cabecero de mi cama y que ya había retirado hacía tiempo, porque sin Marcos, no tenía sentido dejarlas allí.
    Regresamos de madrugada después de una noche muy divertida, observé la cafetería que había justo al lado del hotel, aún estaba cerrada, pero estaba amaneciendo y se podía ver el interior, había un árbol en mitad del local, plantas y flores que decoraban todo el establecimiento y me pareció el lugar perfecto para pasarse horas tomando un buen café y conversando, o leyendo un libro.
    De nuevo Marcos apareció en mi cabeza, esa noche todo parecía recordarme a él, nuestro encuentro, las canciones, el coche de juguete, las luces…
    Tantas señales tenían que significar algo y aunque no pensaba hacerlo cuando me lo propuso, decidí enviarle un mensaje y quedar con él al día siguiente.

    “Hay una cafetería junto a mi hotel, La Rollerie. Está en Carrera de San Jerónimo, si aún sigue en pie tu propuesta, podemos vernos allí mañana y comer juntos”

    A penas pasaron 5 minutos cuando recibí su respuesta.

    “Conozco el sitio, sobre las 14h estaré allí. Buenas noches Lucía. O buenos días ?”

    Esperé en la puerta del hotel y al verle aparecer, no pude evitar fijarme en lo guapo que estaba.
    Llevaba una cazadora de cuero, no era la misma que yo recordaba, pero le sentaba tan bien o mejor que aquella.

    -He pasado por aquí muchas veces y siempre que lo hacía, pensaba que este sitio te gustaría- dijo al llegar.
    -No creí que esto volvería a pasar, de hecho, ayer cuando me propusiste quedar, ni siquiera pensé en hacerlo.
    -Pues me alegra que hayas cambiado de opinión.
    -Es este viaje, todos los lugares en los que he estado parecen hablarme de ti.
    -¿Qué tal el concierto?- preguntó.
    -Bien. Me gusta mucho Pablo.
    -¿Debería sentir celos?- bromeó.
    -Deberías estar agradecido, si no es por él, probablemente ahora no estaría aquí contigo.
    -Lo recordaré si alguna vez vuelvo a otro de sus conciertos.
    -No volviste.
    -Me enviaron a la entrada principal y me quedé allí hasta que terminó mi turno.

    Entramos a la cafetería y después de pedir la comida, continuamos hablando.
    Marcos me preguntó por la tienda, por mi familia y me habló de su trabajo, me contó que vivía con un compañero, pero que casi nunca coincidían, tenían turnos diferentes y él pasaba mucho tiempo solo.
    No le gustaba demasiado Madrid, pero se había acostumbrado a vivir allí, aunque esperaba que fuese algo temporal.

    -Y a parte del trabajo, por lo demás ¿cómo estás?
    -Bien, estoy bien- dijo con una leve sonrisa.
    “Se puede fingir todo lo que uno quiera, excepto las miradas, esas lo confiesan todo”-respondí- No sé quién dijo la frase, pero es cierta. Tú me enseñaste a ver a través de tus ojos, los conozco como si fueran los míos, y no pueden engañarme. Estás distinto, te falta algo.
    -Es la barba, he tenido que quitármela- bromeó.
    -No, no es eso, son tus ojos, ya no brillan como antes.
    -Eso es porque me faltas tú.

    Me sonrojé al escucharle, sonreí y bajé la mirada un tanto avergonzada al recuperar también esa sensación.

    -Sigues siendo gracioso y un poco descarado.
    -Y tu sigues poniendo esas caras que tanto me divertían. Supongo que hay cosas que no cambian.
    -Yo he cambiado- dije.
    -¿Qué es lo que has cambiado?
    -Mi forma de ver algunas cosas ahora es diferente, ya no soy esa Lucía llena de complejos que conocías. Creo que ahora soy un poquito más valiente, si no lo fuera, no estaría aquí contigo.

    Pedimos un café cuando terminamos de comer y nos sentamos en una zona más tranquila.
    Le conté las cosas que habíamos hecho la noche antes, le hablé de las chicas y de cómo seguían sus vidas, de los ligues de Elena, y de ese chico con el que Marta quedaba cada vez más a menudo.
    Marcos me contó que Alberto estaba bien, había dejado a Belén hacía ya un año, harto de sus celos y de sentirse siempre controlado por ella.
    Salimos de la cafetería casi a las 6 de la tarde, habíamos pasado 4 horas hablando sin parar sobre nuestras vidas en estos últimos tres años.
    Los dos estábamos un poco nerviosos al principio, pero a medida que avanzó nuestra conversación, sentí que habíamos recuperado una parte de esa complicidad que siempre tuvimos.
    Caminamos hasta la puerta del hotel, que estaba a escasos diez metros y nos despedimos allí mismo.

    -Sé que es complicado, pero espero volver a verte- dijo.

    Marcos se acercó, y me besó en la mejilla, muy cerca de la comisura de mis labios, mientras se despedía susurrando en mi oído.

    -Adiós Lucía.

    Vi cómo se alejaba, con las manos metidas en los bolsillos del vaquero, encogiendo los hombros y bajando la mirada.
    «¡Mierda, Lucía! No lo hagas, da la vuelta y entra en el hotel» pensé.

    -¡Marcos!

    Mi cabeza decía una cosa, pero fue mi corazón quien hizo que gritara su nombre.
    Detuvo sus pasos dando media vuelta y quedándose parado en mitad de la acera, mientras observaba cómo me acercaba a él con prisa, para besarle con todas las ganas que había estado conteniendo durante las últimas cuatro horas, durante los últimos tres años.
    Él respondió de la misma manera mientras me sujetaba entre sus brazos, sus manos acariciaban mi espalda y mi pelo y las mías rodearon su cuello, y ese beso poco a poco se convirtió en un beso de mediodía, lleno de deseo y de ganas de mucho más.

    -He querido besarte desde que he llagado, pero no me atreví a hacerlo pensando que tu no querías.
    -Sabes que nunca he sido capaz de negarte un beso, no lo hice antes, y tampoco lo hubiese hecho ahora. No sé qué me pasa contigo, pero por más que lo intento, no puedo evitarlo.
    -Ven conmigo a casa-dijo- prometo traerte de vuelta a tiempo para coger el tren, pero quédate conmigo esta noche.
    -Me están esperando, Marta ha venido a buscarnos.
    -Ya… has venido para estar con tus amigas, tranquila, lo entiendo- dijo con cierto aire de resignación.
    -Déjame hablar con ellas ¿puedes esperar aquí un momento?

    Se quedó en la puerta del hotel mientras yo subí a la habitación.
    -¿Qué tal? ¿Como ha ido?
    -¡Cuéntanos qué te ha dicho!
    -¡Has tardado mucho, nos estabas preocupando!

    Las tres me bombardearon a preguntas en cuanto abrí la puerta.

    -Marcos está abajo, esperándome, me ha propuesto que pasemos esta noche juntos- dije mientras me sentaba en el borde de la cama- no tengo muy claro a donde nos llevará esto, solo sé que ahora mismo lo único que quiero es estar con él.
    Susana y Elena se quedaron mudas, mirándome sorprendidas, Marta sonrió y se sentó a mi lado.

    -Lucía, ya no eres esa chica llena de dudas que no se atrevía a tomar decisiones por miedo. Si es lo que quieres, hazlo, vete con él. Nosotras seguiremos aquí mañana, pero con Marcos es ahora o nunca, disfruta el ahora mientras llega el futuro, ya te lo dije una vez, lo que tenga que ser, será.

    Miré a Susana y a Elena, que asintieron confirmando que estaban de acuerdo con las palabras de Marta.
    El destino volvía a poner a Marcos en mi camino, no sabía si sería para siempre o solo para una noche, pero decidí arriesgarme a averiguarlo, porque de una forma o de otra, estaba convencida de querer hacerlo, preparé una bolsa de viaje con algo de ropa y mi neceser, y me fui con él.
    Marcos había dejado el coche en un parking cerca del hotel, tardamos unos treinta minutos en llegar a su casa.
    No hablamos mucho durante el trayecto, algunas frases sobre el tráfico y lo diferente que era conducir en una ciudad tan llena de gente, el resto fueron silencios compartidos y miradas cómplices, mientras escuchábamos una canción que sonaba en la radio.
    Me estremecí al sentir el contacto de su mano sobre mi pierna, acarició el interior de mi muslo sin apartar la vista de la carretera y sonrió con picardía al notar mi reacción.
    Podían existir muchas razones por las que Marcos y yo estábamos juntos aquel día, pero los dos sabíamos que, en aquel momento, la razón principal era una sola, el sexo.
    La atracción física que seguía existiendo entre nosotros era innegable y los dos nos rendimos a ella.
    Ya había anochecido cuando llegamos al portal, me puse un poco nerviosa mientras subíamos las escaleras, y aunque intenté disimularlo, las piernas comenzaban a temblarme otra vez.

    -No esperes gran cosa, es un piso pequeño.
    -¿Recuerdas mi casa? Vivo en una lata de sardinas, cualquier casa con más de una habitación ya me parecerá un palacio.

    Se accedía directamente al salón, era pequeño, pero tenía un sofá bastante grande.
    Un montón de libros y revistas se apilaban encima de la mesa y apenas había decoración, solo una televisión enorme de pantalla plana y un tablón colgado en la pared, en el que Marcos y su compañero apuntaban los turnos de trabajo.
    Me hizo un tour rápido por el resto de la casa, la cocina, el baño, la habitación de su compañero, y, por último, su habitación.
    Apartó una bolsa de deporte con algo de ropa que tenía en una silla y la dejó en el suelo.

    -Puedes dejar ahí tus cosas- dijo- siento el desorden, no esperaba visitas.
    -Tranquilo, no pertenezco a la patrulla de limpieza, no he venido aquí a hacer una inspección.
    -¿Y a qué has venido?- preguntó sonriendo.
    -Aún no estoy segura, pregúntamelo mañana.

    Dejé el abrigo y la bolsa y observé con detalle la estancia.
    Tenía un armario que ocupaba toda la pared, una cama grande y un escritorio junto a la ventana, en el que había un portátil y otro montón de libros apilados.

    -Tienes el pelo más largo- dijo colocándose a mi espalda mientras jugaba con sus dedos enredando algunos mechones.

    Me giré apoyándome en el escritorio y acaricié sus mejillas.

    -Extraño tu barba, te recuerdo con ella, la última vez que te vi aún la llevabas.

    Ahora todo era diferente, esta vez no había lágrimas, pero recordé esa última vez que habíamos estado juntos y me invadió una sensación extraña que Marcos hizo desaparecer en cuanto sus labios rozaron los míos y sus manos se posaron en mis caderas, atrayéndome hacia su cuerpo.

    -Marcos ¿qué estamos haciendo?
    -¿Tu qué crees?- dijo sonriendo, mientras mordisqueaba mis labios.
    -Bueno, ya sé lo que estamos haciendo, pero… ¿crees que está bien?

    Marcos seguía besándome y sus manos empezaban a perderse por debajo de mi jersey.

    -Ya lo creo que sí. Ayer cuando te vi… estás increíble Lucía- susurró al tiempo que seguía deshaciéndose de mi ropa.

    Besó mi cuello colocándose a mi espalda, desabrochando el sujetador y girándome de nuevo frente a él.

    -Marcos…-cada vez me costaba más enlazar las palabras- quizá deberíamos …oh…

    Su lengua continuaba jugando, paseándose por mi boca, deslizándose por mi cuello y saboreando mi piel.
    Descendió hasta mi vientre, desabrochando los pantalones y tirando de ellos junto a mi ropa interior.

    -Solo quiero besarte y tocarte y disfrutar esta noche de ti, pero si no quieres hacerlo dilo, estamos a tiempo de parar Lucía.

    Estaba completamente desnuda, Marcos me miraba como si nunca me hubiese visto así, como si fuera la primera vez, había recuperado ese brillo en su mirada, y verle así me excitaba tanto que ya solo podía pensar en quitarle la ropa.

    -Esto ya no podemos pararlo, ni quiero.
    -Pues entonces cállate y deja que te bese- dijo sonriendo.

    Fui yo quien lo hizo, le besé con intensidad metiendo la mano por dentro de sus pantalones, su respiración se agitó y sonreí mordiéndome el labio.
    Le deseaba tanto…los dos lo hacíamos.

    -Me vuelves loco Lucía.

    Marcos me sujetó por la cintura, haciéndome caer sobre la cama y terminó de desnudarse.
    Apoyó las rodillas en el colchón, atrapando mi cuerpo entre sus piernas.
    Junto al cabecero de la cama había un interruptor, estiró el brazo con intención de apagar la luz, pero sujeté su mano y le pedí que no lo hiciera.
    Me miró entrecerrando los ojos, ladeando ligeramente la cabeza y con una media sonrisa en la cara.

    -¿Qué te sorprende tanto?-dije.
    -¿A esto te referías cuando dijiste que habías cambiado?
    -Me refería a muchas cosas, pero sí, puede que esta sea una de ellas. Antes daba importancia a cosas que realmente no la tenían, pero ya no lo hago. En realidad, sigo siendo yo, solo que una versión mejorada.
    -Me gusta esta nueva versión.

    Marcos reinició su juego de besos que comenzaron el camino en mi boca y llegaron hasta mi vientre, su lengua se entretuvo unos segundos en mi ombligo mientras sus manos separaban mis muslos y descendió hasta colocar su cabeza entre mis piernas.
    Una de sus manos acompañó a su lengua, provocando que mi espalda se arquease, enredé mis dedos en su pelo y él levantó la mirada, observando mis gestos de placer.
    Sus movimientos cada vez eran más rápidos y mi respiración cada vez más agitada y sonora, tuve que taparme la boca con el dorso de la mano cuando todos mis músculos comenzaron a contraerse, cortándome la respiración durante varios segundos.
    Cerré los ojos y me dejé llevar, liberando toda la tensión que había estado acumulando durante tanto tiempo.
    Cuando abrí los ojos de nuevo, Marcos se había incorporado, tenía el codo apoyado en la almohada, sujetando su cabeza con una mano y me miraba fijamente, sonriendo mientras yo intentaba recuperar el aliento.
    Aún me temblaba todo el cuerpo, pero Marcos continuaba acariciando mi piel con la yema de sus dedos y pronto volvió a aparecer esa necesidad que tenía de él.

    -Si supieras cuántas veces he soñado con volver a tenerte así…-susurró.
    -Pues estás de suerte, la noche acaba de empezar- respondí besándole en los labios.

    Me senté sobre él, rozando su entrepierna con mis muslos y reaccionó de inmediato a mis caricias.
    Apoyé mis manos en su abdomen y me acoplé a su cuerpo despacio, comencé a moverme lentamente mientras él cerraba los ojos dejándose llevar, al igual que yo había hecho unos minutos antes.
    Me sentía poderosa, era yo quien le provocaba aquel placer y esa sensación de dominio sobre él me excitaba aún más.
    Tres años parecían mucho tiempo, pero en aquel momento fue como si no hubiera pasado ni un solo día, nuestros cuerpos tenían memoria, ninguno de los dos había olvidado lo que nos gustaba y cómo nos gustaba.
    Marcos se sujetó con fuerza a mis caderas, podía notar cómo sus dedos se clavaban en mi piel y aceleré mis movimientos hasta que unos segundos después, sus brazos quedaron tendidos sobre la cama.
    No quise moverme, me quedé allí sentada sobre él un poco más, hasta que todos sus músculos se relajaron.

    -Ni siquiera hemos cerrado la puerta, espero que tu compañero no venga ahora y nos encuentre así.
    -Tranquila, se ha marchado el fin de semana y no regresa hasta mañana por la tarde. Puedes pasearte desnuda por toda la casa si te apetece.
    -Eso es lo que tu quisieras- respondí.

    Puede que fuera un error, quizás nos estábamos equivocando, quizás esto me pasaría factura en cuanto a mis sentimientos por él, me había lanzado a una aventura de la que podría terminar arrepintiéndome, pero poco me importaba en ese momento.
    Recuperar por unas horas a Marcos y con él, todo lo que sentía que había perdido cuando nos separamos, merecía la pena.
    Me sentí completamente vacía durante 3 años, me merecía al menos un día para vivir, para sentir, para amar, y eso solo podía hacerlo con él.
    Eran casi las diez de la noche, teníamos hambre así que pedimos una pizza y nos fuimos al salón.
    Después de cenar nos quedamos un rato hablando.
    Marcos estaba sentado y yo me estiré en el sofá, acomodando mi cabeza en sus piernas.

    -Llevo todo el día queriendo preguntarte algo- dije.

    Me miró intrigado, esperando a que continuase.

    -En todo este tiempo ¿has estado con alguien?
    -Lucía…- apartó la mirada unos segundos – ¿de verdad quieres saberlo?

    Entendí que, con aquel gesto, ya tenía mi respuesta y me pareció que se sentía un poco culpable al pensar en ello.
    Quise restarle importancia, tampoco pretendía hacerle sentir mal.

    -Era simple curiosidad, pero no me debes ninguna explicación, tu y yo no estamos juntos.
    -Lo estamos ahora- contestó muy serio.
    -Pero eso no me da derecho a nada, no tienes por qué contármelo si no quieres.
    -Hubo una chica…- suspiró de manera profunda y continuó hablando- la conocí en la academia, pero allí a penas cruzamos cuatro palabras. Unos meses después de llegar a Madrid, coincidí con ella en una fiesta y nos besamos, pero no pasó nada más. Volví a verla las navidades pasadas, salí una noche con mi compañero y nos la encontramos con unas amigas, terminamos en su casa y me acosté con ella, pero fue un desastre y no he vuelto a verla desde entonces.
    -¿Qué pasó?
    -¿También quieres los detalles?
    -No- sonreí- pero has dicho que fue un desastre, quiero saber por qué.
    -No lo sé Lucía, porque no funcionó. Supongo que no puedes conectar con todo el mundo de la misma manera, lo que tú y yo tenemos es algo muy especial, y ella… no eras tú.

    Marcos cogió mi mano y entrelacé mis dedos con los suyos, sujetándole con fuerza.
    No iba a negar que me sentí un poco celosa al saber que había estado con otra persona, pero también me tranquilizó saber que para él no había sido importante, además, no tenía derecho a reprocharle nada.

    -Y tú ¿no vas a preguntarme?
    -No sé si quiero saberlo- dijo.
    -Pues yo quiero contártelo, así que te guste o no, vas a tener que escucharme.

    Le conté aquella noche de verano en la que besé a Carlos, y que no llegó a nada más porque a mí me había pasado lo mismo que a él.
    Sentí cierto alivio al hablar con Marcos de aquello, era cierto que no nos debíamos ninguna explicación, pero me gustó descubrir que seguíamos siendo capaces de ser honestos uno con el otro y contarnos todo, incluso las cosas que menos nos gustaba escuchar.

    -Esperaba una lista más larga de conquistas. Podrías haber aprovechado un poco más las duchas en la academia- bromeé.
    -Si así fuera, te lo habría contado, pero creo que me conoces lo suficiente para saber que no es eso lo que quiero, además las duchas en la academia no eran mixtas. ¿Pero sabes qué? Tienes razón, debería ser listo y aprovechar la ocasión ahora que la tengo. Ven conmigo.

    Se levantó del sofá y tiró de mi mano, llevándome hasta el cuarto de baño.
    Abrió el grifo y dejó que la bañera se fuese llenando poco a poco de agua al mismo tiempo que me quitaba la camiseta que le había cogido del armario cuando salimos a cenar.

    -¿Necesitas un baño antes de dormir para relajarte?- pregunté divertida.
    -Con los bebés funciona.
    -Pues veamos si es cierto- respondí.

    Nos metimos en la bañera, pero no dejé que Marcos se sentara, cogí el bote de gel y derramé un poco directamente sobre su espalda, provocando que encogiera los hombros al sentir el frío.
    Empecé a extender el gel con mis manos por todo su cuerpo, desde los hombros hasta la parte más baja de su espalda, y después le pedí que se girase para poder hacer lo mismo en la parte delantera, descendiendo lentamente por su torso hasta llegar a su entrepierna, masajeando con suavidad su piel.
    Cuando terminé de enjabonar su cuerpo, aclaré toda la espuma que se había ido formando, las gotas de agua resbalaban por su cuerpo y recogí algunas con mis labios.
    Marcos me observaba en silencio, mordiéndose el labio y apoyando la espalda contra la pared mientras sujetaba mi pelo con las manos.
    Un sonido de satisfacción salió de su garganta cuando me arrodillé y mi boca se detuvo en la zona más sensible de su cuerpo, dibujando con mi lengua círculos, espirales y líneas rectas que le provocaron aún más excitación, podía sentir los latidos de su corazón entre mis manos al contacto con su piel, palpitando de forma acelerada.
    Marcos sujetó mi cara con las manos, obligándome a parar y a incorporarme y me besó en la boca con ansia.

    -Date la vuelta- dijo girándome con prisa al tiempo que abría mis piernas encajando su cuerpo al mío con un solo movimiento que me hizo estremecer.

    Apoyé las palmas de mis manos contra la pared intentando no perder el equilibrio, él apoyó una de sus manos sobre la mía y con la otra me sujetaba por debajo del vientre sin parar de moverse, hasta que sentí cómo un escalofrío me recorría entera, al tiempo que Marcos dejaba caer su cuerpo sobre mi espalda.
    Di la vuelta, rodeando su cuello con mis brazos y apoyando mi cabeza en su hombro, él acarició mi espalda y me besó en la frente.
    Nos sentamos en la bañera y nos quedamos allí un buen rato hasta que el agua empezó a enfriarse.
    Estaba rendida, me tumbé en la cama mientras Marcos terminaba de recoger el baño y sin darme cuenta, en apenas unos minutos me quedé dormida.
    Desperté un par de horas después, eran más de las dos de la madrugada y Marcos estaba sentado en el escritorio, con el portátil encendido y los cascos puestos.
    Me acerqué a su espalda, rodeándole con mis brazos y besándole en el cuello.

    -Lo siento, me he quedado dormida, ese baño me ha dejado agotada ¿Por qué no me has despertado?
    -No te preocupes, te veía tan a gusto que no quise molestarte.
    -¿Estabas escuchando música? Déjame ver.

    Giré un poco la pantalla del ordenador y vi varias listas de música creadas en el reproductor, la que Marcos estaba escuchando se llamaba “Lucía”.
    Sonreí al reconocer todas esas canciones, la mayoría las habíamos escuchado juntos, tenía allí almacenadas todas las canciones de las que yo le hablé.

    -Yo no tengo un reproductor mental, así que las guardo aquí- dijo.
    -¿Puedo añadir una canción a esa lista? De todas las que escuché ayer en el concierto, es la que más me recuerda a ti.

    Busqué en el reproductor “Lo saben mis zapatos” y guardé esa canción entre sus favoritas.

    -¿Puedo escucharla ahora?
    -Claro.

    Regresé a la cama y dejé a Marcos allí sentado, escuchando atentamente la letra de aquella canción.

    No quiero correr, lo saben mis zapatos
    No quiero pedir, lo saben los ingratos
    Quiero que aparezcas, quiero verte cerca, quiero merendarte al sol
    Quiero pelear, lo saben los cobardes
    Quiero celebrar, lo saben los que arden
    No quiero olvidarme, no quiero escaparme, no quiero pensar que fue un delirio
    Yo, te quiero matar y no lo sabe nadie
    No lo sabe nadie, te quiero matar de amor
    Y no lo sabe nadie, nadie, nadie puede imaginárselo
    No quiero volar, lo saben mis amigos
    No quiero bailar, lo saben los testigos
    Quiero que me abras, quiero tus palabras y quiero que lo quieras hoy
    Quiero hacer sentir, lo saben estas manos
    Quiero repartir, lo saben los humanos
    No quiero perderte, no quiero soñarte, no quiero escribirte más historias
    Yo, te quiero matar y no lo sabe nadie
    No lo sabe nadie, te quiero matar de amor
    Y no lo sabe nadie, nadie, nadie puede imaginárselo

    Dejó los cascos sobre la mesa y se tumbó a mi lado, acariciando mi pelo y mirándome a los ojos mientras me besaba de manera dulce.

    -Aún te quiero Lucía. Lo sabes ¿verdad?

    Lo sabía, lo había sentido aquella noche, y la noche anterior nada más verle, lo vi en sus ojos, en sus gestos, en sus miradas y lo sentí en cada una de sus caricias y en sus besos, porque en el fondo sabía que todo lo que nos rodeaba esa noche, no era solo cuestión de sexo.
    Me acomodé entre sus brazos, colocando mi mano en su pecho, junto a su corazón y me quedé allí muy quieta y en silencio, intentando esconder las lágrimas que empañaban mis ojos.
    Ninguno de los dos dijo nada más, volvimos a besarnos y continuamos así, abrazados hasta caer rendidos por el sueño.
    Marcos aún estaba dormido cuando me desperté, aproveché para darme una ducha rápida y ya me estaba vistiendo cuando él abrió los ojos.

    -No me has esperado- dijo con la voz un poco ronca.
    -Tengo que irme ya- respondí- es tarde.
    -Te llevo hasta el hotel y cuando recojáis todo, si quieres os acerco a la estación.
    -No Marcos, he quedado con Marta para comer, así al menos puedo pasar con ella ese ratito, mejor nos despedimos aquí ¿vale?

    Me miró sorprendido y decepcionado por mi respuesta.
    Me senté a su lado en el borde de la cama y acaricié su mejilla.

    -No quiero que pienses que tengo prisa por marcharme, es solo que esta vez no quiero despedidas tristes ni incómodas. Lo de esta noche ha sido increíble, me alegro mucho de haberte visto, no lo esperaba y tampoco había planeado nada de esto, pero no me arrepiento de haber venido hasta aquí. Quiero que lo sepas.

    Cuando terminé de recoger mis cosas llamé a un taxi y Marcos me acompañó hasta la puerta.

    -¿Volveré a verte?- preguntó con gesto un poco triste.
    -Claro que si- sonreí mientras me despedía con un beso- algún día.

    Una canción de Pablo López comenzó a sonar en mi cabeza mientras cerraba la puerta de su casa, haciéndome sentir triste y feliz al mismo tiempo.

    Entre la felicidad y la desesperación la carretera es muy corta
    Necesitaba salir, romper con todo y vivir, que lo demás ya no importa
    Como uno locos sin fe salimos a pelear contra la melancolía
    Besamos la libertad, nos abrazamos a todo lo que nos sonreía
    Como niños sin preocupación, como el ave que escapó
    Creo que por una vez conseguimos no ser los esclavos de nadie
    Nos perdonamos las viejas heridas, así fue la mejor noche de mi vida
    Sin palabras, fuimos al mar y abrazamos el alba, nos olvidamos de lo que nos falta, hoy juraría que fue la mejor noche de mi vida
    Qué te podría contar, no entiendo cómo pasó, pero tocamos la gloria
    Nos escondimos de Dios, nos regalamos al sol, todo quedó en la memoria.
    La noche se terminó, pero yo sigo luchando por comerme el mundo
    Quién sabe cuándo podré cantarle al cielo otra vez con este grito profundo.

    Ya dentro del taxi, de camino al hotel, le envié un último mensaje a Marcos:

    “La mejor noche de mi vida. También es una canción de Pablo López. ¿Me harás un favor? Añádela a esa lista que lleva mi nombre”

    Llegué a casa un poco confusa por todas las cosas que Marcos había vuelto a despertar en mí, aunque estaba convencida de que algo así no volvería a repetirse.
    El martes regresé al trabajo intentando continuar con mi rutina de siempre, pero no podía dejar de pensar en él a todas horas, a veces me distraía mientras hablaba con algún cliente, recordando su sonrisa y sus ojos, sus manos acariciando mi espalda, el roce de sus labios sobre los míos o su voz susurrando en mi oído y cada noche me dormía recordándole de nuevo.
    Me iba a costar mucho volver a acostumbrarme a estar sin Marcos, pero no me arrepentí ni por un momento de cada segundo que había pasado con él.
    Solo hubo una cosa que me pesaba un poco más, y era no haberle dicho que yo también le seguía queriendo.
    Llegó el jueves y era mi cumpleaños, pero como este año no iba a celebrarlo, al salir de la tienda decidí darme un capricho.
    Al fin y al cabo, 30 años de vida bien se merecían un pequeño homenaje.
    Había dejado preparado la noche antes un pastel de atún para la cena, así que fui al super, compré una botella de Lambrusco y una tarrina de helado para el postre y me fui a casa dispuesta a celebrar mi propia fiesta.
    Me enfundé unas mallas y un jersey viejo y calentito, me recogí el pelo en un moño y encendí la radio mientras calentaba la cena.
    Iba a ser una noche perfecta.
    Estaba sirviéndome la primera copa de vino cuando el teléfono sonó, era un mensaje de Marcos.

    “Todavía recuerdo aquel amanecer en que mi padre me llevó por primera vez a visitar el Cementerio de los Libros Olvidados.
    -Daniel, lo que vas a ver hoy no se lo puedes contar a nadie. Ni a tu amigo Tomás. A nadie.
    -¿Ni siquiera a mamá?
    -Claro que sí. Con ella no tenemos secretos. A ella puedes contárselo todo.”

    “¿Estás en casa?”

    Unos años antes había recibido un mensaje muy parecido que al principio no entendí, aunque esta vez sí supe reconocer aquellas palabras.
    Así era como comenzaba La sombra del viento, el primer libro que Marcos y yo leímos juntos.
    Me asomé a la ventana y le vi esperando allí, apoyado en el coche.
    Sonrió al verme y respondí a su mensaje.

    “Supongo que recuerdas el piso. ¿Subes?”

    Esperé en la puerta, con la copa de vino en la mano, y cuando le vi aparecer por las escaleras, bebí nerviosa, sin saber muy bien por qué estaba allí, pero no tuve que preguntárselo.

    -Podría contarte que he venido a celebrar tu cumpleaños, pero no es verdad, en realidad lo he utilizado como excusa para presentarme en tu casa, tengo que hablar contigo. Por cierto, feliz cumpleaños.
    Me besó en la mejilla al tiempo que caminaba hacia el salón, cerré la puerta tras él y me bebí de un solo trago el resto del vino que quedaba en la copa.
    No sabía por qué, pero tuve la sensación de que iba a necesitarlo.

    Playlist Spotify Marcos y Lucía


    Responder
    Moetsi
    Participante
    Lila
    Invitado
    Lila on #220039

    Ayyyyyy Dios mío!!!!! Como dice la canción de Fonsi, ésto me está gustando más de lo normal!!!!!
    Por cierto, cariño: #VuelvoAQuererAUnMarcosEnMiVida

    ??????

    Responder
    Car
    Invitado
    Car on #220050

    Me encanta que se hayan cruzado con Fran y Elsa!! Vaya puntazo!! Gracias por estas historias tan bonitas!! ??

    Responder
    Chiki
    Invitado
    Chiki on #220088

    A mí me tienes enamorada con lo que escribes!!!
    Ais que ilusión leer Fran y Elsa!!!
    Por dios que llegue pronto el desenlace!!!!

    Enhorabuena por lo que nos trasmites con tu forma de escribir!!!

    Responder
    Belén López
    Invitado
    Belén López on #220103

    Llorando me has dejado con el capítulo de hoy

    Responder
    Moetsi
    Participante
    Moetsi on #220106

    LILA Ahora ya no puedo dejar de pensar en el Despacito jajaja ( Respondiendo a tu hastag: #MELOESTABAIMAGINANDO ? ? ?
    CAR Y CHIKI Los vecinos tenían que estar! Aunque solo fuera de pasada, pero se merecían una mención especial jeje Sé que está gustando mucho ese detalle, cuánto me alegro!
    BELÉN espero que sea de alegría, que hoy no hay penas ;)
    Gracias chicas por vuestras palabras! Me hacen mucha ilusión! ?

    Responder
    LaChilena
    Invitado
    LaChilena on #220128

    Es que…bdksvdisjsvskshsvs!!!
    Me emocionado un montón…eso incluye lagrimas.

    Pedazo de capitulo…pedaaaaazo de capitulo!

    #YoQuieroAUnMarcosEnMiVida!

    Responder
    Marga
    Invitado
    Marga on #220247

    Que grande eres moet espero algún día poder comprar un libro tuyo por que si son como estos relatos estoy segurisima que triunfarás… Por cierto este capítulo me encantaaaaaa ????

    Responder
    Mery
    Invitado
    Mery on #220600

    Me encanta! No puedo aguantar una semana!!! Qué intriga, que emoción. Gracias Moetsi por tus historias

    Responder
WeLoversize no se hace responsable de las opiniones vertidas en esta web por colaboradores y usuarios del foro.
Las imágenes utilizadas para ilustrar los temas del foro pertenecen a un banco de fotos de pago y en ningún caso corresponden a los protagonistas de las historias.

Viendo 10 entradas - de la 1 a la 10 (de un total de 10)
Respuesta a: Marcos y Lucía: capítulo 17
Tu información: